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Florencia Pinar: toda una “dama” de la poesía en la corte de Isabel la Católica

Por Pilar Úcar Ventura
viernes 28 de mayo de 2021, 13:00h

Florencia Pinar se salvó del seudónimo, y sin pelos en la lengua firmó tal cual, con su nombre y su apellido. Cantó al amor más femenino en una época convulsa llena de contrastes y sospechas.

En aquella corte, tan católica, Isabel se rodeó de mujeres eruditas, algunas más conocidas que otras; la mayoría de ellas han pasado desapercibidas para la historiografía y se mantienen en un injusto anonimato. Florencia Pinar destacó por ser una “señora”, calificativo con el que se la recuerda en los anales de la Literatura, a la vez que se estudia su obra poética recogida en el Cancionero General (1511) de Hernando del Castillo al que no le desanimó la condición de fémina para incluirla en su magistral compilación. Y sin duda debió reconocer la maestría de esta mujer culta y refinada, amante de los clásicos que lo mismo versaba el amor platónico que el sexual; eso sí, camuflado en aves metáforicas.

“El amor ha tales mañas

que quien no se guarda dellas,

si se le entra en las entrañas,

no puede salir sin ellas…

Perteneciente a una clase social privilegiada, recibió una esmerada educación; hasta hoy las fechas de su natilicio y de su muerte resultan dudosas. Primera mujer que participó en justas poéticas, muy del gusto de la época, posteriores florilegios, concursos y encuentros literarios. Su prestancia debía impresionar a propios y extraños, cerca de una reina, de fe recalcitrante que alternaba rezos y poemas rodeada de sus damas de compañía.

Florencia Pinar (o del Pinar), poeta avezada aleccionaba a sus lectores, público selecto de ambos géneros y aconsejaba con buen tino:

… Destas aves su nación

es contar con alegría,

y de vellas en prisión

siento yo grave pasión,

sin sentir nadie a mía.

Canción rubricada con el título Otra canción de la misma señora a unas perdices que le enviaron vivas, conocida por su poder simbólico y por cierto erotismo en “apariencia semioculto” valga la paradoja.

Parece que conocía en sus propias carnes aquello que rimaba, siempre en primera persona. Maneja con gran maestría los matices léxicos del conceptismo, a través de un lenguaje figurado que nos transporta al universo de los sentimientos y los afectos, no siempre felices: del placer al dolor, de la satisfacción al deseo, de la ilusión al desencanto. Alude y muy pocas veces elude: atrevida en sus composiciones, juega con la paranomasia y la polisemia para describir actitudes promiscuas en las mujeres y así plasma la “espiritualidad” más sensual, sin censura ni mordazas:

…Ellas lloran que se vieron

sin temor de ser cativas,

y a quien eran más esquivas

esos mismos las prendieron.

Se atribuyen a Florencia Pinar títulos como: Ay! que ay quien más no vive; Destas aves su nación; Ell amor ha tales mañas; Hago de lo flaco, fuerte; Cuidado nuevo venido; Tanto más creçe el querer y Mi dicha lo desconcierta.

Ambigüedad esclarecida, distorsión genuina y natural…como la vida misma. La que observaba con su fina agudeza entre personajes políticos, viajeros foráneos, curia ferviente.

…Sus nombres mi vida son

que va perdiendo alegría,

y de vellas en prisión

siento yo grave pasión,

sin sentir nadie a mía.

De fácil conexión con los lectores coétaneos, en la actualidad es motivo de revisión y profundización por su modernidad y entronque con las nuevas tendencias de poesía.

Otras escritoras no corrieron igual suerte. Alcanzó fama y notoriedad para los parámetros tan rígidos y paralíticos de la época y disfrutó del éxito que siglos más tarde le rinden generaciones posteriores. Varios siglos más tarde, encontramos una dama y una profesional de la métrica, una maravillosa poetisa cuyas obras se mantienen vivas. No sé si ella se decantaría por la etiqueta de poetisa o poeta; en cualquier caso, el valor de su obra –no muy extensa pero sí muy significativa- no plantea dudas entre críticos y seguidores. Sería un lujo escucharla declamar sobre el amor cortés, el burlón, el idílico y vulgar, el que atrapa y enreda, el misterioso y prohibido, el que aprisiona sin remisión. El que salva y condena.

El amor es un gusano

bien mirada su figura

es un cáncer de natura

que come todo lo sano.

Por sus burlas, por sus sañas,

dél se dan tales querellas

que si entra en las entrañas,

no puede salir sin ellas.

Hay pocos poemas publicados de Florencia Pinar. Puedes leer algunos más en la antología:

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