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"Vikingos. Historia de un pueblo guerrero", de María de la Paloma Chacón

Editorial Actas
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
viernes 23 de julio de 2021, 18:00h
Vikingos. Historia de un pueblo guerrero
Vikingos. Historia de un pueblo guerrero
Estamos ante un libro extraordinario, sobre un pueblo del que me considero un seguidor sin ambages. La aparición de este belicoso y paradójico pueblo es narrada, fehacientemente, por las crónicas de la propia época histórica.

8 de junio del año 793. Los monjes de la Isla Lindisfarne, junto a la costa oriental de Northumberland, en Inglaterra, aprovechan el hermoso día quasi veraniego recolectando heno para el invierno, la cosecha era buena. Hacia el mediodía aparecieron unos barcos de grandes velas sesgadas, en el confín difuso entre el mar y el cielo. Las embarcaciones enfilaban rumbo a la isla santa y se acercaban rápidamente, el monasterio de Lindisfarne había sido fundado por monjes celtas de la isla rocosa de San Columbano, guiados por San Aidano y su sucesor, San Cutberto, que amalgamó el ideal benedictino de los anacoretas gaélicos del momento, irlandeses y escoceses. Los piadosos monjes de Lindisfarne no se intranquilizaron, nada temían, ya que no solo estaban dispuestos a servir a Dios, sino a los hombres. Pero de súbito el infierno se les vino encima, los tripulantes de los barcos pusieron pie a tierra y, gritando, al tiempo que blandían hachas y espadas, se precipitaron contra los indefensos monjes que les salían al encuentro llenos de confianza; los derribaron, asesinaron a algunos, a otros se los llevaron arrastrándoles con cadenas, les despojaron de sus ropas y les cubrieron de burlas ignominiosas, y a más de uno ahogaron en el mar. Tampoco los criados del monasterio se libraron de la carnicería, incluso las mujeres fueron asesinadas o conquistadas a filo de espada. Ávidos de botín, los desconocidos guerreros robaron todo cuanto no estaba sujeto con pernos y clavos, saquearon el tesoro de la iglesia, hollaron los lugares sagrados, derribaron los altares, destruyeron la biblioteca del monasterio, se apoderaron del contenido de bodegas y graneros, mataron en los pastos vacas y ovejas y prendieron fuego a todos los edificios. Vociferantes y ebrios de triunfo, regresaron a sus drakkars que adornaban con mascarones en forma de dragón, y desaparecieron. Atrás solo quedaban escombros humeantes, playas empapadas de sangre, ¡juna isla desierta!: horror y desolación”.

El nombre de ‘vikingo’ proviene, con mucha probabilidad de la vieja palabra nórdica ‘vik’, que significa ‘bahía’ o ‘ensenada’, cuando fue adoptada por los escandinavos, en el siglo IX d. C., significaría ‘expedición marítima’, a esta, por consiguiente, se la denominaría como ‘hacer el vikingo’. Uno de los capítulos más interesantes es el que se refiere a la relación de los hombres del norte con el continente americano, concretamente con el territorio llamado Vínland; en Europa se tienen noticias de este hecho hacia mediados del siglo XI. “Se trata de una roca con una inscripción rúnica en la que se puede leer la palabra ‘Vinlat’. Esta roca fue encontrada en Honen, Noruega, y cuenta la historia de un viaje hacia una zona desconocida, seguramente Groenlandia y sus alrededores. Aunque muchas veces se habla del descubrimiento de América en su totalidad como una misma cosa, lo cierto es que la llegada de los colonos a la gran isla de Groenlandia y al territorio continental en sí mismo fueron dos cosas diferentes y con distintos protagonistas”.

Todo ocurre de una forma bastante paradójica y críptica. El hecho es narrado en la Saga de los groenlandeses, donde se indica que su primer descubridor sería un mercader islandés llamado Bjarni Herjólfsson; su padre había acompañado a Erik “el Rojo” hasta el continente americano, de forma total y absolutamente secreta. Sea como sea, Bjarni llega a Islandia, año 986, y se encuentra con que su padre ya se ha ido, así decidirá preparar la nave de su propiedad y se dirigirá en su busca. Tras pasar 72 horas en el mar, desorientados totalmente por la falta de aparatos de navegación, y dominados por las nieblas, consiguen llegar a tierra, la cual está conformada por un paisaje de pequeños bosques y colinas bajas. Tras varios días de navegación de cabotaje hacia el norte se encontró hielo y rocas; probablemente sería Terranova y el Labrador; siempre se le echaría en cara que no hubiese hecho caso a sus hombres intentando desembarcar.

No obstante, el nombre de Vinland o ‘Tierra de vino o de viñedos’ se lo adjudicará el rey Svein Estridsson de Dinamarca, hacia mediados del siglo XI; con anterioridad ya Leif Erikson había bautizado a esas tierras con esa denominación. Otro nombre lleno de nebulosas míticas, en su devenir vivencial, es el gran líder vikingo llamado Ragnar Lodbrók, quien atacaría con saña codiciosa la ciudad de París, en el año 845. Su muerte, asimismo mitificada, tiene dos vertientes: una más prosaica y referida a una posible gastroenteritis, que habría contraído en la conquista de París, y otra relativa a que fue apresado por rey Aella de Northumbria, juzgado y sentenciado a pena de muerte, parece que lo fue al ser introducido en un pozo lleno de serpientes venenosas: “No me preocupa la muerte y deseo encontrarla. Los ‘Disir’ que Odín me ha enviado desde el salón de los ‘herjar’ me invitan a casa. Con mucho gusto beberé cerveza con el ‘Aesir’ en el gran trono. Terminaron las horas de vida. Riendo moriré”.

Su muerte será vengada, ya que en el año 865 sus hijos Ívarr, Ubbe y Hvítserkr llegaron a Inglaterra, su armada era tan numerosa que el terror de los ingleses fue pavoroso. Consiguieron tomar la orgullosa ciudad de York, pasando a ser su capital; al año siguiente ya cobraban el impuesto o danegeld, por medio del cual se comprometían a no quemar y saquear diversos núcleos de población a cambio de dinero. Creo que este acercamiento a esta fenomenal obra puede servir para tener una aproximación total y absoluta a su lectura. Yo le pongo un sobresaliente y creo que merece todos los máximos parabienes posibles.Virtus et vitium sunt contraria, ET, Ab imo pectore”.

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