En el siglo XX, en sus inicios, los europeos siguen teniendo la misma convicción absurda y tópica sobre los españoles, existente ya casi desde Cartago o de Roma. Sus connacionales son calificados como: pintorescos, paradójicos, atávicos y propensos a la violencia, además de poco solidarios. Ahora bien, los españoles, ya desde la época prerromana son orgullosos y resistentes a la conquista foránea, a la para que ningún invasor los conquistó absolutamente, desde cartagineses o romanos, hasta visigodos o musulmanes o bizantinos, etc.
“Obsesionada por el honor y la venganza, con enormes contrastes y desigualdades físicas y humanas, que vibra y se recrea en ese terrible espectáculo que, paradojas de la vida, todo viajero supuestamente civilizado y sensible que llega a este entorno bárbaro quiere contemplar lo antes posible: las corridas de toros”. En suma, en este momento histórico está claro que España y Portugal conforman una posición geoestratégica de primera calidad. Aunque el dictador lusitano, Oliveira Salazar, tendrá que responder a diversos intentos de alzamientos o de derrocamientos; los intentos contra Franco serán esporádicos, con más parafernalia o fuegos de artificio que realidad certera, incluso dentro del propio régimen lo intentarán falangistas y monárquicos, en 1942 y 1943, por lo tanto, el general del Ferrol podrá llegar al fin de sus días en una cama de hospital en 1975. La importancia de las Españas se incrementará, sobre todo para los británicos, cuando la Wehrmacht derrote, de forma aplastante a la Francia de 1940. Por consiguiente, el Tercer Reich ya puede llegar hasta el Atlántico y desde ahí comunicarse con España. Los afamados submarinos de bolsillo alemanes estarán en disposición de poder entorpecer a todo el tráfico de ayuda, que llegue hasta el Reino Unido de la Gran Bretaña.
“Por si fuera poco, la entrada en la guerra de Italia en junio de 1940 hace del Mediterráneo un frente mucho más importante de lo que fuera en la Gran Guerra. Mientras España y Portugal se mantengan neutrales, Reino Unido podrá seguir controlando la entrada y salida del Mediterráneo desde su base en Gibraltar. Cualquier cambio de esa condición supondría la entrada en guerra de toda la península. Si Portugal hubiera permitido en 1940 el empleo de las Azores como bases inglesas, o España en las Baleares a Italia, o a Alemania en las Canarias, el bando contrario habría reaccionado de inmediato, tal y como planificaron sus estados mayores, y tal y como sucedió en la época napoleónica. Y por ello Reino Unido no pudo cerrar el llamado ‘agujero de las Azores’, donde los submarinos alemanes operaban fuera del alcance de los aviones británicos, hasta el declive alemán”.
Pero, de forma inesperada el Alto Estado Mayor en contra de los deseos de muchos de sus generales, y por la psicopatía ególatra de su Führer Adolf Hitler, decidió comenzar la denominada Operación Barbarroja, como homenaje al emperador del Sacro Romano Imperio y Germánico llamado Federico I Barbarroja Hohenstaufen, la conquista genocida de la URSS y, por consiguiente, ahora ya no interesaba implicar a los españoles de Franco en la reconquista de Gibraltar. Portugal era lo contrario, ya que estaba muy vinculada, desde la Plena Edad Media a los intereses de los reyes de Inglaterra, aunque, sí es verdad, que algunos portugueses no observaban con antipatía a la ideología del fascio italiano o del nacionalsocialismo alemán, regímenes a los que les habían comprado ya importantes cantidades de armas.
«En varias ocasiones España estuvo muy cerca de convertirse en otro campo de batalla de la Segunda Guerra Mundial. Primero los británicos y después los alemanes prepararon distintas operaciones militares, tanto ofensivas como defensivas, en la península ibérica. Aunque los principales objetivos eran los archipiélagos españoles y portugueses, y, sobre todo, Gibraltar. La planificación alemana incluyó a sus mejores oficiales y tropas de élite, que de hecho sí llegaron a entrar en el país. Invitados a banquetes, reuniones y a presenciar corridas de toros, también realizaron más discretamente misiones de reconocimiento en los alrededores del Peñón. Al frente de las operaciones iban a estar importantes generales como Walter von Reichenau o Friedrich Paulus. En el bando aliado los planificadores y tropas implicados no fueron tan numerosos, aunque no faltaron varios batallones Highlanders y mandos tan relevantes como Eisenhower o Patton, que intervino en la modificación de la posible toma del protectorado español de Marruecos. Este libro desvela con todo detalle los acontecimientos que estuvieron a punto de cambiar radicalmente la historia de España».
Disiento en que Paulus sí fuese un number one dentro del Heer alemán, pero sí Von Reichenau que fue uno de los pocos militares germanos afiliado al NSADP. El problema económico español en la postguerra es muy importante, los economistas no existen, y los generales franquistas tienen una nula preparación para poder resolver la desastrosa situación de supervivencia de España. Por lo tanto, para los aliados o para los nazi-fascistas, España solo interesa por su excelente posición geoestratégica. Inclusive, aunque parezca absurdo, en la retorcida mente de Winston Churchill se aposentó el cambio de Gibraltar por Ceuta, ya que el Peñón era indefendible, por los avances indubitables de la artillería en ese momento histórico. Oliveira de Salazar tiene problemas de conciencia, en relación hacia donde tiene que dirigirse, ya que ha ayudado a Francisco Franco para poder conseguir la creación de un nuevo régimen político y militarista, en contra de la siempre peligrosa, por su extraña e inexplicable deriva socialista, anarquista y comunista, de la Segunda República. No obstante, el dictador portugués tiene que aguantar incomprensiones y humillaciones de sus vecinos, sobre todo por parte de Ramón Serrano Suñer, cuñado del Caudillo, que indica, en reiteradas ocasiones, a Adolf Hitler, sobre la convicción de que los pequeños países no deben ser aceptados en lo que los alemanes ya definen como la Nueva Europa. ¡Estupenda obra histórica! «Populi romani est propria libertas. ET. Rex eris si recte facias, si non facias non eris».
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