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Entrevista a Fernando Royuela, autor de "Cuando Lázaro anduvo"

«En nuestra sociedad postmoderna y tecnológica seguimos asumiendo como ciertas determinadas ideas que son ridículas, despreciables y hasta dañinas.»

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

El escritor madrileño Fernando Royuela es uno de los escritores españoles más valorados por la crítica. Su carrera literaria se ha cimentado sobre todo en novelas como El prado de los monstruos (1996), Callejero de Judas (1997), La pasión según las fieras (Alfaguara, 2003) o Violeta en el cielo con diamantes (Alfaguara, 2005). También ha publicado el libro de cuentos El rombo de Michaelis (Alfaguara, 2007).

Destacado por una prosa ejemplar en la que se aúnan perfectamente tradición y modernidad, sus obras se reconocen sobre todo por el admirable caudal metafórico que arrastran. Sus trabajos han sido publicados en Francia, Alemania, Italia y Brasil. Con La mala muerte (Alfaguara, 2000), recibió el elogio unánime de la crítica y obtuvo el Premio Ojo Crítico de RNE.

¿Qué ideas rondaban por tu cabeza para que te decidieras a escribir esta parodia crítica que es Cuando Lázaro anduvo?
Más que de una parodia podría decirse que se trata de un TAC. Es un retrato profundo, por dentro, de la sociedad en la que vivimos. Con una mirada semejante necesariamente salen a flote determinadas inconsistencias en las que sin darnos cuenta cimentamos nuestro día a día. Algunas son tan absurdas que hasta nos provocan carcajadas.

¿Por qué un detonante tan increíble para la historia, como la resurrección de Lázaro?
Ideas o comportamientos que por costumbre nos parecen normales son en realidad hechos ridículos que cuando menos deberían causarnos perplejidad. Esta paradoja se plasma en la novela cuando algo objetivamente imposible como es la resurrección de un muerto se convierte de repente en una verdad social que nadie pone en duda y de la que todo el mundo pretende sacar provecho.

En nuestra sociedad postmoderna y tecnológica seguimos asumiendo como ciertas determinadas ideas que son ridículas, despreciables y hasta dañinas. Aún le queda mucho al ser humano para concluir su prehistoria.

¿Estamos realmente viviendo un mundo plagado de mentiras e hipocresía? ¿Es tu libro quizás una evidente denuncia del tema?
No me interesa la denuncia como instrumento literario. Intento despojar mis novelas de prejuicios y verdades reveladas. No escribo desde ninguna posición moral. Tampoco pretendo juzgar ideas o comportamientos, con desmenuzarlos tengo suficiente. Yo pinto la realidad más allá de su evidencia, de su superficie. Le quito la máscara, la piel y la dejo en los puros huesos. Es el lector el que saca conclusiones, cada cual las suyas con arreglo a su educación, cultura, valores, creencias, ideología, etc. Algunos de mis lectores se sorprenden y me dan las gracias por esa visión crítica, pero son ellos los que indagan en el mundo que les rodea. Mi literatura les sirve de catarsis.

¿Es la ironía el mejor camino para enfrentar toda esa mendacidad?
La ironía presupone una desproporción de fuerzas entre dos partes en conflicto. Normalmente un poder absoluto, omnímodo, devastador, y un pensamiento crítico que lo desafía. Si la ironía sirve para analizar la realidad del mundo es porque el conflicto siguen existiendo. Es verdad que la ironía puede tener una faceta compasiva, pero no es menos cierto que también puede utilizarse como arma de destrucción total. Ahí están Cervantes y Quevedo para demostrarlo. Mi literatura tiene poco de compasiva, esa es la verdad. A mí el ser humano sólo me interesa como bicho.

Personajes perfectamente dibujados, que se pueden identificar, asimilar con otros personajes reales que pueblan nuestras empresas, televisiones...
Los personajes que aparecen en Cuando Lázaro anduvo son todos inventados, esto es extractados del natural.

Lázaro se convierte en nuestro ídolo, el ciudadano corriente al que le dan una segunda oportunidad... ¿Para qué?
No hay segundas oportunidades en la vida y si las hay no sirven para nada.

¿Podríamos decir que hoy en día la moralidad se ha perdido?
No me interesa la moralidad. Lo que está claro que se ha perdido es el pensamiento crítico, libre e independiente.

Frases categóricas cargadas de sentido y que marcan al lector. Novela que reposadamente hace pensar. ¿Es lo que buscabas?
Mis lectores son personas cultas e inteligentes y saben por ello que si una novela no les hace reflexionar es que no es una novela. Tampoco hay que preocuparse demasiado, hay muchas cosas en el mundo que no son novelas, por ejemplo las lavadoras, los productos dietéticos o los teléfonos móviles de última generación.

Tras varios libros, y mucho tiempo entregado a la escritura, ¿qué te ha dado o qué te ha cambiado la experiencia de los años?
Antes creía que una buena novela era una mezcla equilibrada de visión del mundo, narración y estilo, ahora sé que a nadie le importan las buenas novelas.


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