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"Réquiem habanero por Fidel" de J. J. Armas Marcelo

Por Antonio Martínez Asensio
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
'Réquiem habanero por Fidel' de J. J. Armas Marcelo

Todo lo cubano es difícil de explicar y tal vez por eso, Armas Marcelo nos cuenta el final del Régimen, de la Revolución, desde la voz de uno de los coroneles de Fidel Castro, a medio camino de todo, entre el cariño y el resquemor, la explicación y la incomprensión.

El coronel Walter Cepeda recibe una llamada de su ex diciéndole que Fidel ha muerto, que lo sabe todo el mundo, fuera de Cuba, y que se prepare. Y Walter lo niega, sabe que Fidel es inmortal, pero poco a poco empieza a hacer un repaso de lo que ha sido su vida, lo que ha pasado en la isla desde el triunfo de la revolución, lo que le ha pasado a él, lo que ha hecho, y como está todo, hasta acabar dudando de la inmortalidad del líder, oyendo ruido de camiones de militares, a la perra del vecino, y preparándose para el final.

Y así, va recorriendo algunos de los momentos negros de la historia de la Revolución: desde la historia del Che y el rumor de una pelea con los hermanos Castro donde dicen que le cayeron cinco balazos, la terrible historia de Padilla, o la del general Ochoa y de los De la Guardia, y su fusilamiento, la campaña de Angola, el control de Raúl, la presencia de Fidel, historias de los que estaban en el poder y ahora andan limpiando las estatuas en la Plaza de la Revolución, casi como Walter, que después de haber sido un oficial de la Seguridad, anda conduciendo un Mercedes y llevando turistas a la playa o a buscar inversiones por ahí, y los que no están, porque parece que en Cuba, esa es la única distinción: los que están y los que se fueron, los que se quieren ir y los que no pueden, los que luchan y se mantienen y los que no pudieron.

La novela está llena de personas, de historias de la Revolución, de personajes reales, como aparece Manuel Vázquez Montalbán, buscando información para escribir su “Y Dios entró en La Habana”, o Silvio, y su hijo liberado, como Eliseo Alberto, con su extraordinaria “Informe contra mí mismo”, a la que me ha recordado a veces la novela de Armas Marcelo.

Pero entre los recuerdos políticos aparecen también los recuerdos personales, el hermano que se fue a Miami, la mujer, que le llama constantemente (¡Gualtel!) a través de un móvil que le ha regalado su hija, Isis, o Belinda, o Bel, bailarina del Tropicana que anda buscándose la vida por Barcelona, como si en realidad la Revolución lo hubiera podrido todo, hasta las relaciones personales, como si nada se hubiera salvado de la batalla, como si nada hubiera sido posible en Cuba, al final, después de estar tan llenos de esperanza, después de vivir tan llenos de sacrificio, después del desencanto.

Y aunque lo importante es lo que cuenta, lo que manda en la novela es la voz de quien lo cuenta, y esa estructura tan difícil, que cuando empiezas a leer te preguntas si va a ser posible mantenerla, y que convierte a la novela en lo que es, y que te lleva hasta el final sin poder abandonarla, y lo que hace que aunque todo sea tan doloroso, tan tremendo, a ratos sea tan divertido, lleno de ese humor caribeño, de esa forma de entender la vida, de esa dignidad, que les ha mantenido allí, y que espero que les salve cuando muera Fidel, cuando todo se acabe. “Y si hay que hundir la isla antes de aquí vuelva el capitalismo imperialista, se hace y más nada”.

Me parece que Armas Marcelo ha escrito una novela impresionante, que entiende Cuba a la perfección, llena de matices, de reflexiones, de humanidad, llena de amor por Cuba, llena de desesperación, de humor, fantásticamente construida, profunda, llena del aire de Cuba. No hay que perdérsela. Hay que leérsela ahora. Antes de que el tiempo le dé la razón.

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