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"La independencia de Cataluña explicada a mis amigos españoles" de Jaume López

Treinta tópicos sobre la independencia catalana

Por Alfredo Crespo Alcázar
sábado 31 de enero de 2015, 20:59h
'La independencia de Cataluña explicada a mis amigos españoles' de Jaume López

El actual escenario político catalán, donde los interrogantes superan a las certezas en lo que al desenlace se refiere, se ha convertido en materia prima para la edición de ensayos. Periodistas, politólogos, juristas o historiadores nos hacen llegar sus puntos de vista sobre la cuestión, en unas ocasiones de manera descriptiva/analítica, en otras, como la obra que nos ocupa, para defender una opción concreta: la independencia. En este sentido, el lector agradecerá que el autor no le oculte sus intenciones; otra cosa bien distinta es que comulgue o se identifique con las mismas.

Por tanto, La independencia de Cataluña explicada a mis amigos españoles tiene interés porque representa un punto de vista muy particular: el de aquellos que han evolucionado desde posiciones federalistas a otras favorables a la independencia. Al respecto, el Doctor López Hernández, rechaza cualquier posibilidad de acuerdo (pacto) que ponga fin a la enquistada relación entre España y Cataluña.

A partir de esta premisa, argumentará, a lo largo de más de 300 páginas, que la única opción válida para Cataluña (y España), es la ruptura y posterior creación de un nuevo Estado catalán. Con sus mismas palabras: “si el independentismo tiene fuerza hoy en Cataluña es sobre todo por el fruto de una constatación: ni protestas, ni propuestas (como la del Estatut) tienen ninguna opción real de prosperar en esta España. Tal como muestran todas las encuestas, la mayoría de los catalanes ha tenido como primera preferencia hasta muy recientemente el federalismo” (…) “¿Se reformará el Estado español? Hoy la lógica (no la ideología o el deseo) nos lleva a pensar que no” (págs. 241-243).

No obstante, dos de las posibles soluciones, federalismo e independentismo, se recogen en la obra. La primera la observamos en el prólogo que realiza José Montilla. Éste, fiel a su máxima mientras presidió la Generalidad, apuesta por evitar la confrontación, rechaza las verdades absolutas y enumera algunos riesgos derivados del actual panorama (como por ejemplo, el de estigmatizar como buenos y malos catalanes según sea el proyecto por el que se decanten).

Asimismo, conviene no perder de vista que para Montilla en la agenda del gobierno catalán hay cabida sólo para un único objetivo: la independencia. Esto, a su vez, genera una repercusión perniciosa: “los grandes temas sobre la evolución de la economía, del empleo o de la desigualdad pasan a un segundo plano” (pág. 19).

El actual senador socialista, en su exposición, no cae ni en la equidistancia ni en la condescendencia, si bien reitera excesivamente el argumento que manejó la izquierda catalana (y sectores de la izquierda española) a partir del año 2003 (primer gobierno tripartito, presidido por Pascual Maragall): que el Partido Popular perseguía réditos electorales atacando a Cataluña (pág. 17).

En cuanto al autor, ni se esconde ni desea que lo etiqueten de políticamente correcto. Desde la primera página enumera el listado de agravios que, a su juicio, ha propinado España a Cataluña (lengua, cultura, economía…).

La suma de este cúmulo ofensas han convertido al catalán en ciudadano de segunda categoría en España y, por tanto, “cuando el estado no reconoce la existencia de naciones distintas a la mayoritaria se produce lo que en ciencia política se denomina failure of recognition, un fallo de reconocimiento, que aviva la estrategia de ruptura con el estado frente a la vía reformista” (pág. 95).

Con todo ello, para López, la salida a este menosprecio es la independencia. Cualquier otra medida será inasumible e ineficaz, como demostró el Estatut de 2006 (en cuya elaboración, cabría recordar, la conducta de los partidos catalanes no fue ejemplar, como tampoco el cordón sanitario aplicado al PP) o la petición de pacto fiscal de 2012. Sin embargo, el lector también podrá interpretar legítimamente ambos mecanismos como una suerte imposición de Cataluña a España, contraria a cualquier consenso.

Estamos a un problema político, enfatiza Jaume López, no de tipo económico o cultural. En función de este prisma, niega que un buen número de los nuevos independentistas lo sean por razones económicas o que los 23 años de gobiernos ininterrumpidos de Jordi Pujol hayan podido influir de forma significativa en la mentalidad de los catalanes.

Finalmente, aunque no lo pretenda el autor, la lectura de la obra sí que transmite una imagen peyorativa de España que hace difícil (o incluso imposible) su deseo de que una vez consumada la independencia (fenómeno que ve inevitable y concibe como un punto de partida, nunca como un fin), las relaciones de Cataluña con su antiguo estado sean amistosas. Resultaría, ciertamente, paradójico que así ocurriera, cuando menos, en las primeras etapas.

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