El relato de Santiago Castellanos de este episodio es quizá lo mejor de la novela, ya que retrata a un pueblo que se veía cada vez más asfixiado, atrapado entre los romanos y los hunos y que decide unirse al Imperio para conseguir estabilidad, tierras cultivables y una cierta ventaja sobre los imparables hunos. Pero acaban encerrados en campos de concentración a los que deja de llegar comida y en los que la supervivencia es algo por lo que cada uno de ellos debe luchar día a día. Todo ello relatado desde la perspectiva de unos niños que deben crecer a marchas forzadas para ganar la batalla a la muerte por otro día más.
De este modo, Barbarus nos revela, desde un punto de vista inédito, el drama personal detrás de los hechos que cambiaron la faz de Europa. A través de sus páginas asistiremos a las negociaciones entre romanos y godos, la tensión entre la integración en el Imperio de estos últimos y el mantenimiento de sus propias señas de identidad.
Así, esta novela es un fiel retrato de la lucha entre tradición y cambio, con el ascenso de una nueva religión y de los inmigrantes bárbaros. Viviremos desastres militares, muertes y nacimientos, amor, violencia, actos heroicos y crueles venganzas, intrigas políticas, en una historia llena de rigor y agilidad narrativa. A su vez, Castellanos refleja las grandes diferencias entre los godos que luchan cada día por adaptarse al imperio pese al abierto desprecio por parte de sus habitantes y aquéllos que no dudan en luchar hasta las últimas consecuencias por no perder su dignidad en un mundo que ha sido tan injusto con ellos y en el que no conseguirán nada a no ser que lo intenten por la fuerza.
En definitiva, en Barbarus, Santiago Castellanos retrata con extraordinaria lucidez el fin de una era y nos ayuda a comprender las claves de la caída del Imperio romano, una crisis histórica en la que encontraremos sorprendentes similitudes con la nuestra.
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