EL AMBIGÚ DEL DIRECTOR

El peor resumen de lo que pasó en el X Certamen Internacional de Novelas Histórica de Úbeda

Algunos de los participantes en la guerra del Sudán

CRÓNICAS CANALLAS DE ÚBEDA

Javier Velasco Oliaga | Martes 14 de diciembre de 2021

Este año me he retrasado en escribir la crónica canalla que escribo todos los años y no ha sido adrede. Debido a los palos con los que me obsequiaron ciertos lectores el año pasado no estaba por la labor de escribir una nueva crónica “canalla”, pero las amenazas del “boss” Pablo Lozano y los ruegos de ciertos fans me han hecho cambiar de opinión. Así que me volveré a inmolar con lo que creo será el peor resumen de lo que pasó en el certamen. Le plagio a mi gran amigo David Yagüe parte del título, y espero que me perdone ante mi falta de profesionalidad. Entre otras cosas porque creo que los mejores resúmenes ya están escritos y poco o nada puedo aportar de nuevo respecto de las grandes plumas que han cubierto el certamen este año.



El Certamen de Novela Histórica de Úbeda ha llegado a los 10 años, todavía le quedan años para llegar a su mayoría de edad, pero el certamen ubetense se ha consolidado como el mejor de novela histórica de nuestra piel de toro. Así que vamos a torear y que Dios reparta suerte. Como siempre será para los otros pues para mi no creo que la haya. En un momento lo comprobaran.

La cita de la novela histórica comenzó el martes, 9 de noviembre con el autor Manuel Martínez. A dicho encuentro no pudimos asistir porque no llegamos a Úbeda hasta el viernes siguiente, así que me perdí la presentación de mi buen amigo Luis Miguel Sánchez Tostado que ha publicado una de las mejores novelas históricas-negras del año, “La cuarta bestia”. ¡Me parece que Carmen Mola le ha cogido parte del título al escritor jienense para hacerse con el premio más planetario de la galaxia hispana! La novela trata sobre un horrendo crimen cometido a finales del siglo XIX en la pequeña población jienense de Locubín. El amargo suceso saltó a la prensa de la época como el crimen de Pedernales. Y hasta en el Consejo de Ministros se trató el tema. Por supuesto, no voy a contar la trama de la buenísima novela de Luismi, no rebelaré nada ni bajo amenaza de tortura y mucho menos haré spoiler, horrible palabra anglosajona que podríamos traducir como “irse de la lengua” o “dar cuartos al pregonero”. ¡Seguro que al amigo Mañas le gustará más cualquiera de estas dos acepciones que la que utilizan los cursis en las presentaciones de libros!

Con estos teloneros de lujo, llegamos el viernes 12 mi gran amigo José María Plaza -confesor de cabina en el coche- y yo a la ciudad renacentista por excelencia de nuestro país, que debe mucho al simpar secretario de Carlos I de España y V de Alemania, para algunos un corrupto, Francisco de los Cobos. ¿Qué favoreció a su pueblo natal? Pues sí, pero la dejó que da gusto verla más de cuatro siglos después. Y como a mí siempre me gusta entrar por la puerta grande, me tocó hacer la primera presentación del viernes, con la digestión por hacer –sí, Pablo, comimos bien. Lo de pasar hambre fue hace dos años, pero ya se solucionó- y con los nervios a flor de piel como si de un joven debutante se tratase lidié con la primera autora que asistió al fin de semana más histórico del año: Olga Romay. Hay que reconocer que la autora lucense tiene ese encanto que transmite la tierra gallega, pero sus novelas no tratan sobre las brumosas tierras galaicas sino sobre Egipto. Tanto “Bajo el cielo de Alejandría” como “Cuando fuimos dioses” tratan sobre el general Ptolomeo y la corte de la ciudad de Menfis, pero ojo la de Egipto, no la de los hermanos grizzlies Gasoles que esa se escribe con h intercalada, tal que así: Menphis. Novelas tan interesantes como su autora. Olga hizo una intervención muy atractiva que nos llevó hasta las orillas del Nilo. Todos los asistentes quedaron prendados de su ágil verbo y a la conclusión salieron corriendo a comprar esos dos libros que conforman su bilogía histórica sobre Egipto, ¡qué maldita palabreja!, más parece una asignatura de secundaria que una saga sobre Ptolomeo.

La tarde continuó con varias presentaciones a cual más interesante. Álvaro Lozano, un médico poliédrico que entre guardia y guardia escribe sobre novelas sobre Grecia, le siguieron los escritores uruguayos Valentín Trujillo, autor de “Cómanse la ropa”, y Marcia Collazo, autora de “Heroica”, nos hicieron adentrarnos en la novela histórica que se escribe en la actualidad en Uruguay. Una iniciativa del certamen más que interesante, algo que nos hará no mirarnos tanto el ombligo y conocer lo que se hace al otro lado del Atlántico, además Valentín es un conversador extraordinario como pudimos comprobar durante todo el fin de semana y, por supuesto, divertido, pese a tener una cara de registrador de la propiedad que se transforma cuando cuenta los chascarrillos de su tierra. La jornada terminó con la entrega del Premio Los Cerros de Úbeda a la mejor obra publicada en 2020. Que se llevó el biólogo tinerfeño José Zoilo con su sensacional “El nombre de Dios”. Después de darle el diploma acreditativo, de mis manos y de las Jesús Maeso de la Torre, nos habló de su nueva obra “Lordemano”. ¿Vikingos en la península? Pues sí, José nos transporta al siglo IX y al periplo de Hrolf Ragnallson por nuestras tierras. Toda una epopeya que ha dejado su huella en una población gallega llamada Lordemanos y… en el Real Madrid, a los madridistas se los conoce como “vikingos” y el origen de esa denominación se remonta al 19 de mayo de 1960, cuando el mejor Real Madrid que hubo en la historia derrotó por 7-3 (con 4 goles del gordito Puskas, hispano-húngaro de Budapest, y 3 del hispano-argentino Di Stéfano) al Eintrach de Frankfurt en la final de la copa de Europa celebrada en Glasgow, la cual sería la quinta consecutiva. No hubo, desde luego, quinto malo, y al día siguiente el periódico albión The Times publicó en sus británicas páginas: “El Real Madrid se pasea por Europa como antaño se paseaban los vikingos, arrasando todo a su paso”. Jesús y yo, que somos los únicos vikingos del certamen le estamos muy agradecidos a Zoilo por su novela y así se lo mostramos en la entrega del premio.

Después de la cena con todos los autores y participantes en el certamen, terminamos la jornada poniéndonos muy históricos y ¡qué mejor que ir a tomar una copa, es un decir fueron varias, al pub “La Beltraneja”! Allí comentamos las mejores jugadas de la jornada y me dio la oportunidad de conocer en profundidad a muchos de los participantes que no tenía el gusto de conocer en persona. Casi todos me causaron una buenísima impresión, por el contrario yo no causé esa misma impresión en mis contertulios. Culpa de los mojitos que alguna escritora agradecida tuvo a bien obsequiarme. Si se preguntan si fuimos los últimos en abandonar las instalaciones de tan histórico establecimiento de bebidas, les diré que sí, Rodrigo Costoya, el más interesado en conocer la historia de la Beltraneja, lo puede atestiguar. El año pasado se quedó con la espina clavada por no poder visitarlo por culpa de la pandemia.

Al día siguiente, tuvimos que madrugar para asistir a las presentaciones programadas. Comenzó el día con Lola Montalvo que presentó su obra “La Fosa”, no es propiamente una novela histórica, a mi parecer, pero sí una magnífica historia sobre la Memoria histórica y nuestro pasado reciente. Una lectura muy recomendable y que pronto podrán leer la entrevista que mantuvimos. Continuó Rodrigo Costoya que disertó sobre su teoría del Colón gallego, yo me la creo a pies juntillas, y para demostrarlo ha escrito una portentosa trilogía que comienza con “Portosanto, el enigma de Colón”, la obra presentada, y todo visto desde los ojos del joven Pedro de Soutomaior. A continuación, José Soto Chica presentó la obra ganadora del Premio Edhasa de Novela Histórica “El dios que habita la espada”, una novela donde hay más sangre que en la jornada de las siete plagas, continuó la mañana teniendo el placer de presentar a Luis Zueco y su novela “El cirujano de almas”. A Luis le tengo un cariño muy especial, le conozco desde que publicó “Rojo amanecer en Lepanto” y desde entonces no sé la de veces que le he entrevistado y, por supuesto, he leído todos sus libros. Es, como dicen desde su editorial, el Ken Follett carpetovetónico, sólo que mucho más thrillero y trilero. ¡Cómo le gusta alternar las tramas en sus novelas! Es un escritor al que le gusta sorprender a sus lectores hasta el final. Después subieron al estrado los escritores chilenos Patricia Cerda, autora de "Bajo la Cruz del Sur” y Carlos Tromben, autor de “Santa María de Iquique” que nos dieron una clara visión de la pujante novela histórica chilena. ¿He dicho ya que estos libros se tenían que publicar en España? Pues si no lo he dicho, lo repito. ¿A qué esperan nuestras editoriales para hacerlo? A lo mejor a que se acabe el desabastecimiento de papel que estamos sufriendo.

Después de una copiosa comida, que pude compartir con Jorge Molist, José Ángel Mañas, Espido Freire, José María Plaza y otros que no recuerdo por culpa del vino ingerido. Decir que fue interesante la charla que mantuvimos, es decir poco. Y nos reímos muchísimo. No hay nada como comer con personas inteligentes. ¡A ver si se me pega algo de tan grandísimos escritores y escritora! Y sin poder echarme la siesta, porque tenía una cita obligada en la “Taberna Calle Melancolía” para escuchar la música de Joaquín Sabina, que me encanta e inspira en todos los viajes a Úbeda, acudo a luchar hasta Sudán contra las tropas mahdistas, allí me reencuentro con amigos recreadores que hacía un año que no veía. Me fundó en un abrazo con Bernardino, mi ángel de la guardia británica que siempre me ayuda a ceñirme las cinchas que ¡pese a llevar tantos años en el ejército británico nunca me las he sabido poner! Cualquier día me degradan, pero no será gran cosa porque con mis muchos años de servicio no he pasado de soldado raso que siempre se muere a las primeras de cambio. Entre las ruinas de Santa Clara resistimos los embates de las fuerzas musulmanas. El miedo y los nervios se apoderarón de mí ante los gritos de los mahadistas. Menos mal que cerca tenía mi amiga Alma, compañera de fatigas en las recreaciones, que este año está más despreocupada porque la recogida de aceitunas se ha retrasado. Ni que decir tiene que hacemos una defensa numantina, como la que nos contó Mañas en su novela “El hispano”, en ese maldito pueblo abandonado de Sudán, y pese a nuestros esfuerzos somos pasados por la piedra. Caigo lentamente apoyado en una pared gracias a los bayonetazos de estos mahdistas que tienen unas malas pulgas superlativas.

Con tanta recreación, no puedo asistir a la puesta de largo de “El encargo del Maestro Goya”, la novela ganadora del Premio de Novela inédita Ciudad de Úbeda que firma Elena Bargues. En la comida me contarón alguna de las interioridades de la concesión del premio, pero que no puedo relatar porque juré silencio eterno. ¡Ustedes se lo pierden!, yo no. Tampoco pude acudir a escuchar a Espido Freire, ¡una lástima! aunque ya intuía lo que iba a decir porque estuvimos comiendo en la misma mesa y porque el deber me vuelve a llamar y como miembro honorífico de la Scotland Whisky Yard londinense, con número H.95, tenía la obligación de reprimir esas sufragistas del demonio que armadas con paraguas y pancartas me suelen dar más que a una estera. No sé si porque tenemos el don de la ubicuidad o por qué nos gustan estos jaleos, allí estábamos puntuales a la cita en la que recibimos más que dimos. Me acompaña mi amigo David Yagüe, que ambos somos el eslabón más débil de la cadena de bobbies. Se nota que la tienen tomada con nosotros porque Alma, Julia, Rem y Penélope nos fríen a porrazos. ¡Pero qué mala leche tienen estas sufragistas! Con lo que me gustaban las de Mary Poppins, esas sufragistas que cantaban mientras se manifestaban. ¡Qué diferencia! Estas de Úbeda solo hacen cantar los paraguas y las pancartas. A la mujer de mi amigo Libérrimo Aceituno Almazara la tuve que recriminar sus golpes. “Coño, no me des tan fuerte, que me vas a descalabrar”, la dije poniéndome todo lo serio que pude, a lo que me respondió “te doy porque cuando vienes a Úbeda mi marido no me hace ni caso". ¡Mucha mala uva o aceituna, la de estás sufragistas”. Aún así, creo que fue el espectáculo más divertido de todos. Al pública le encantaba como nos freían a porrazos. Por el camino, siempre marcha atrás, pude comprobar cómo Luis Zueco y su familia se lo pasaban en grande. La hija pequeña del escritor, en sus brazos, parecía que quería arremeter contra nosotros muerta de risa. Ver las caras de felicidad de los asistentes hace que esos golpes merezcan la pena. Aunque para próximas ocasiones, rogaría que no se lo tomasen tan en serio. Después de una ducha, para aliviar los sudores, tanto de Sudán –por el calor- como de London -los porrazos recibidos me hicieron sudar más que una sauna finesa-, nos vamos a cenar con todos los amigos, incluido el gran Alan Pitronello, que este año no presentaba novela, pero que había sido invitado. Y otra vez de vuelta, a la Beltraneja que se ha convertido en la sede oficiosa del certamen que dirige con férrea mano Pablo Lozano, tal es así que el bueno de Carlos Tromben le puso por mal nombre el Picana, de torturas saben mucho en el Cono Sur, Argentina, Chile o Paraguay han estado regidas por sátrapas militares que parecían divertirse torturando a los demócratas. Carlos no quería decir eso, claro está. Lo que quería decir con el mote es que Pablo dirige todo el certamen de manera omnipresente, lo mismo está en una presentación que en una recreación, o atendiendo a los escritores invitados y a los medios de comunicación. Si alguien se pregunta qué clase de tortura es la picana se lo voy a contar tal y como me lo relató Tromben: “Se aplica una corriente continua de 110 voltios mediante unos electrodos colocados en las partes nobles del susodicho. El dolor es tan bestial que no aguantan mucho esta tortura”. Pablo no es igual, pero nos dirige con mano de hierro, no se le pasa nada y está atento a todos los acontecimiento y al que se sale de madre, le amenaza con la picana.

El domingo amaneció con la presentación de David Gómez, autor del libro “Fuego sobre Igueriben”, un gran libro sobre la resistencia española en el Rif, solo oírle se te pone la carne de gallina, ni picana ni otras zarandajas. Pasaron hambre, sed, calor y, posteriormente, sufrieron unas torturas feroces de manos de los rifeños. Una historia que parece se quiere olvidar justo en el centenario de los hechos y no debería ser así. Continuo Juan Pedro Cosano con “El rey de Perú”. Aproveché esos momentos para entrevistar a José Ángel Mañas, autor de “¡Pelayo!”, un libro que me ha gustado mucho pese a las opiniones vertidas por algún escritor desfasado que dijo que Pelayo no existió, ni nada de nada. Me parece que los árabes se pararon solos al llegar a Covadonga. Aquello ya no les debió de interesar. Hay muchos historiadores que están más para allá que para acá y niegan las evidencias. En la entrevista, estuvo presente el bueno de Yagüe que le presentaría minutos después. Le dije: “quédate y así aprendes algo para presentarlo”. Se quedó y su profesionalidad no le impidió hacer alguna pregunta. Creo que le gustó mi enfoque y le dio alguna idea. Así que si le salió bien la posterior presentación fue gracias a mí.

Lamentablemente, Gisbert Haefs no pudo recoger el Premio Ivanhoe porque no pudo acercarse desde Alemania, por allí el tema COVID-19 no está muy bien y no sale de casa ni para comprar la prensa. Toda una pena. Su editor, Carlos, se encargará de hacerle llegar el diploma acreditativo. Es un tema a solucionar, ya que desluce bastante el evento. Y la guinda del certamen no podría haberse escogido mejor. Jorge Molist cerró la jornada. Su novela “La reina sola” es otra de las mejores del año. Su verbo grácil, sus explicaciones interesantísimas y su empatía con los asistentes hicieron que su intervención fuese una de las mejores del certamen que este año ha tenido un número mayor de escritores de lo habitual ya que estábamos ante el décimo aniversario. Una selección de escritores bastante buena, pero que en mi opinión ha quedado un poco coja. Los seis autores de las mejores novelas del año no fueron invitados. Me refiero a Maggie O´Farrell, autora de la sensacional “Hamnet”, Juan Francisco Ferrándiz, autor de la imprescindible “El juicio del agua”, Vic Echegoyen, autora de la novela histórica más arriesgada del año y mejor estructurada “Resurrecta”, Juan Tranche, autor de la novedosa “Spiculus” que me ha hecho reconciliar con las novelas de romanos, cada día más aburridas y repetitivas, aademás es recreador, Julio Castedo, autor de la originalísima “Rey don Pedro” que cuenta la historia el propio personaje desde el momento de su muerte y Alfonso Basallo, autor de la trágica novela "El prisionero de Annual". Todos ellos merecedores de estar en Úbeda y que no fueron invitados, pero que tratamos en los podcasts del certamen. Si algún día llegan a hacer una mejor selección de los autores y no dependen tanto de ciertas editoriales, el certamen de Úbeda dará el paso de gigante que les falta para convertirse en un festival literario imprescindible en el panorama español. Estoy seguro que lo harán porque Pablo Lozano siempre está en busca de la excelencia.

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