FIRMA INVITADA

Cervantes y la Biblia

Miguel de Cervantes Saavedra (Foto: Archivo).

«Oh dulce España, patria querida», Miguel de Cervantes Saavedra

Krzysztof Sliwa | Jueves 02 de enero de 2020
Miguel de Cervantes Saavedra no solo rezaba, leía y enseñaba la Biblia, sino también componía y estrenaba sus obras «en alabanza de Nuestro Señor, de su Bendita Madre, del Santísimo Sacramento y otras cosas santas y devotas», durante el cautiverio en Argel.

La impecable sabiduría de la Biblĭa, un tesoro espiritual de Miguel de Cervantes Saavedra, no solo luce a través de sus obras maestras y documentos legítimos, sino también mediante la excelente obra La Biblia en el Quijote (2016), del profesor Juan Antonio Monroy, prologada por el profesor Alfonso Ropero Berzosa, y la Topografía e historia general de Argel (1612), dada a la estampa 4 años antes del fallecimiento de Cervantes, por el maestre fray Diego de Haedo, abad de Frómista de la Orden de San Benito, y redactada por el primer biógrafo cervantino, doctor Antonio de Sosa, sacerdote benedictino cautivo, natural de Córdoba, quien el 13 de julio de 1581 huyó de Argel sin dejar rastro.

De facto, el líder de los cautivos argelinos no solo confiesa su fe religiosa, a saber: «respeto y adoro como católico y fiel cristiano que soy» (El Quijote, I-XIX), sino también 3 veces llama la Sagrada Escritura en el «Prólogo» de la primera parte de El Quijote, la «divina escritura», y a lo largo de sus obras alude a 30 personajes bíblicos y revela 300 referencias a la palabra de Dios, las que indudablemente estudiaba, inter alia, «siendo yo su camarero en Roma» («Dedicatoria», La Galatea) del cardenal italiano Julio Acquaviva y Aragón (1546-1574), legado del pontífice San Pío V 1504-1572). He aquí unos ejemplos espléndidos: «a la salutación que el mejor maestro de la tierra y del cielo enseñó a sus allegados y favorecidos fue decirles que cuando entrasen en alguna casa dijesen Paz en esta casa», (El Quijote, I-XXXVII ) «en la casa en que entréis, decid primero ‘Paz a esta casa’» (Lucas, 10: 5); «el agradecimiento que sólo consiste en el deseo es cosa muerta, como es muerta la fe sin obras» (El Quijote, I-L), «porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Santiago, 2: 26); y «ruego siempre a Dios me abra los ojos del entendimiento y me dé a conocer cómo le tengo de servir» (El Quijote, II-LIV), «iluminando los ojos de vuestro corazón, para que conozcáis cuál es la esperanza a que habéis sido llamados por él; cuál la riqueza de la gloria otorgada por él en herencia a los santos» (Efesios, 1: 18).

Por lo que atañe al poder de la oración del espía del Rey del ancho suelo Hispano en Argel, Mostagán, Orán y Andalucía, opino que Miguel, hombre de oración, hacia ruegos a Jehová y a la Virgen María, incesantemente de este modo: «creo en la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, tres personas distintas, y que todas tres son un solo Dios verdadero, y que, aunque es Dios el Padre, y Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo, no son tres dioses distintos y apartados, sino un solo Dios verdadero; finalmente creo todo lo que tiene y cree la Santa Iglesia Católica Romana, regida por el Espíritu Santo y gobernada por el Sumo Pontífice, vicario y visorrey de Dios en la Tierra, sucesor legítimo de San Pedro, su primer pastor después de Jesucristo, primero y universal pastor de su esposa la Iglesia. Díjome grandezas de la siempre Virgen María, reina de los cielos y señora de los ángeles y nuestra, tesoro del Padre, relicario del Hijo y amor del Espíritu Santo, amparo y refugio de los pecadores» (El Persiles, I).

Durante su primera fuga de Argel, infierno de infieles y el hervidero de espías, enero de 1576, Miguel tuvo que recorrer 60 leguas por tierra según el doctor Sosa (Topografía…, III: 103), y acorde con el esclavo 2° hubo «desde aquí a Orán sesenta leguas» (El Trato de Argel, III). Sin duda alguna, una de sus oraciones constantes, raíz fundamental de su fe y fuerza para servir a Dios y su patria, y afrontar pruebas severas de la vida, fue: «¡nunca con menos afán he caminado camino, y, a lo que yo imagino, no está muy lejos de Orán! ¡Gracias te doy, Rey divino! ¡Virgen pura, a Vos alabo! Yo ruego llevéis al cabo tan extraña caridad; que, si me dais libertad, prometo seros esclavo» (El Trato de Argel, IV).

Tras su fracaso Cervantes regresa a Argel para poner cara a cara a su fiero patrón Dalí Mamí, renegado griego y capitán de la mar, y reza a la Virgen de Montserrat así: «¡Virgen bendita y bella, remediadora del linaje humano! Sed Vos aquí la estrella que en este mar insano mi pobre barca guíe y de tantos peligros me desvíe. ¡Virgen de Monserrate, que esas ásperas sierras hacéis cielo! Enviadme rescate, sacadme de este duelo, pues es hazaña vuestra al mísero caído dar la diestra. Entre estas matas quiero esconderme porque es entrado el día; aquí morir espero; Santísima María, en este trance amargo, el cuerpo y alma dejo a vuestro cargo» (El Trato de Argel, IV).

Igualmente, hago hincapié en que Cervantes enseñaba las oraciones: el Padre Nuestro, el Ave María, el Credo de los Apóstoles, y la Salve Regina en Argel; example gratia:

Juanico: «hazlo así Divino Amor, que con tu querer me ajusto. Deja aquesta niñería del trompo ¡por vida mía!, y repasemos los dos las oraciones de Dios».

Francisquito: «Bástame el Avemaría».

Juanico: «¿Y el Padrenuestro?».

Francisquito: «También».

Juanico: «Y el Credo?».

Francisquito: «Sélo de corro».

Juanico: «y la Salve?».

Francisquito: «Acude al Avemaría; verás qué fuerzas que tiene».

Cadí: «Pues, hijos, ¿en qué entendéis?».

Juanico: «En trompear, como veis, mi hermano, señor, entiende».

Carahoja: «Es niño, y, en fin; atiende a su edad».

Cadí: «Y vos, ¿qué hacéis?».

Juanico: «Rezando estaba».

Cadí: «¿Por quién?».

Juanico: «Por mí, que soy pecador».

Cadí: «todo aqueso está muy bien. ¿Qué rezábades?».

Juanico: «Señor, lo que sé».

Francisquito: «Respondió bien. Rezaba el Avemaría»…

Francisquito: «¿Ya os turbáis? Pues si es que aquesto os indina, ¿qué hará cuando me oigáis decir la Salve Regina? Para vuestras confusiones, todas las cuatro oraciones sé, y sé bien que son escudos a tus alfan (Los baños de Argel, II).

Hay que destacar también que sobran razones para confirmar que Miguel, sus amigos, y los escritores argelinos no sólo se reunían para aprender del doctor Sosa sobre la «Divina Escritura», los hechos del Rey Nabucodonosor, la destrucción de Babilonia, el Santo Patriarcha Noé, Caliomacho, Diagoras Milesio, Enomero Egiata, Epicuro, Luciano, Ovidio, Plutarco, y Protágoras» (Topografía, II: 5), sino también visitaban las bibliotecas y archivos argelinos, un tesoro literario, donde Cervantes exploraba los mapas para su evasión a «la Montagne des Lions». El capitán Jerónimo Ramírez, natural de Alcalá de Henares, muy buen amigo del héroe de Argel, declaró que «¿de manera que siempre que acá vengo le he de hallar ocupado en los libros. Sosa. En una soledad como ésta y en un encerramiento tan apartado de toda plática y conversación en que este bárbaro de mi patrón tiene, ¿qué mejor ocupación que leer los libros santos y buenos? (Topografía, III: 1-2, 10-11, 15-16).

Conforme al documento del 21 de octubre de 1580, Cervantes «se ocupaba en componer muchas veces versos en alabanza de Nuestro Señor, de su Bendita Madre, del Santísimo Sacramento y otras cosas santas y devotas; y algunas las comunicó con Sosa y se las envió que las viese» (Sliwa, Documentos, pp. 107-11). Aún, a través de Fernando, «El príncipe de los ingenios» voceó: «acábense nuestras fiestas, cesen nuestros regocijos, que siempre en tragedia acaban las comedias de cautivos» (Los baños de Argel, III), y comprobó que se escribían y cantaban romances a escondidos; un ejemplo ilustrativo es:

Ambrosio: «¿no hay gente que nos oiga? Bien decís, y pues que todos venís, comencemos tristemente. Aquel romance diremos, Julio, que tú compusiste, pues de corto lo sabemos, y tiene aquel tono triste con que alegrarnos solemos».

Cantan este romance:

a las orillas del mar, que con su lengua y sus aguas, ya manso, ya airado, llega del perro Argel las murallas, con los ojos del deseo están mirando a su patria cuatro míseros cautivos que del trabajo descansan, y al son del ir y volver de las olas en la playa, con desmayados acentos esto lloran y esto cantan:

!Cuán cara eres de haber, o dulce España!

Tiene el cielo conjurado con nuestra suerte contraria nuestros cuerpos en cadenas, y en gran peligro las almas. ¡Oh si abriesen ya los cielos sus cerradas cataratas, y en vez de agua aquí lloviesen pez, resina, azufre y brasas! ¡Oh si se abriese la tierra, y escondiese en sus entrañas tanto Datán y Virón, tanto brujo y tanta maga!

¡Cuán cara eres de haber, o dulce España! (Los baños de Argel, III).

Pese a ello, Sosa habló de la iglesia de los cristianos en Argel, absolutamente dejada en el tintero por los biógrafos cervantinos, ubicada cerca de «un baño grande, de 70 pies de largo y de 40 de ancho, que está repartido en altos y bajos y con muchas camarillas y en medio una cisterna de linda agua, y a un lado debajo, está la iglesia o oratorio de los cristianos, donde sea el Señor bendito, todo el año se dice misas, y muchas veces en fiestas solemnes cantadas y solemnizadas con sus vísperas y muy bien acordadas, porque nunca faltan sacerdotes cautivos, y suelen pasar el número de 40, de toda nación y calidad, y aun muchos muy buenos letrados, doctores y maestros, religiosos y clérigos, seglares, y adonde también se administran algunos sacramentos y se predica a veces la palabra del Señor, y como nunca por la gracia suya faltan cristianos devotos, hay gran concurso de ellos que los domingos y fiestas suelen, los que pueden, oír allí misa, y en las Pascuas suelen ser tantos que no caben, y es necesario algunas veces los guardianes del baño, turcos y moros, no dejar entrar alguno que no pague primero un áspero, de que sacan gran ganancia. Está este baño grande la puerta de Babazón a la de Babaluete, y como a 400 pasos comenzando de la puerta de Babazón para poniente» (Topografía, I: 163).

Por último, basándome en la documentación legal y sus testimonios literarios aseguro que Miguel, defensor de la fe católica, vivió como verdadero y virtuoso cristiano porque «la honra y las virtudes son adornos del alma sin las cuales el cuerpo, aunque lo sea no debe parecer hermoso» (El Quijote, I-XIV).

«Laus in Exclesis Deo»,

Krzysztof Sliwa

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