FIRMA INVITADA

El libro del momento

Bill Gates (Foto: Archivo).
Gastón Segura | Lunes 22 de febrero de 2021

Desde luego es el libro del momento, y no solo por el asunto que aborda —tan presente como de apremiante solución— sino porque su autor es el hombre más significativo de nuestra época; ¿o acaso sin su aportación o la de Steve Jobs —quizá más genial, pero mucho más restringida por razones meramente mercantiles— nuestra vida trascurriría del mismo modo en la actualidad? Por supuesto que no. Pero esta constatación tampoco hace falta que la proclamemos como las verdades de la fe: con una férvida jaculatoria; simplemente, basta con que reparemos, por unos segundos, en el chisme —sea un PC, un Mac o un smartphone— donde estamos leyendo estas líneas para darnos cuenta de su inmensa presencia en nuestra cotidianidad y descubrirnos, silenciosamente, en deuda con él.



Y es que la contribución tecnológica de Bill Gates a la Humanidad, al homogeneizar y simplificar a grados pueriles el manejo de las computadoras individuales ha resultado tan efectiva y sustancial para la civilización como lo fue el dominio y la aplicación doméstica de la energía eléctrica por Thomas Edison, un siglo antes y, curiosamente, en el mismo país. Detalle, este último, en absoluto menor y que me suscita una imprevista meditación sobre los EEUU y el espíritu ingenieril y sumamente práctico que impregna a sus gentes, tan distante —por heredero que sea— del europeo. Pero esta sería una exposición que escaparía de sobrado al sucinto propósito de este par de páginas, que no es otro que anunciarles la muy reciente publicación por Bill Gates del libro Cómo evitar un desastre climático.

Desde el título hasta el punto y final, este tomo de trescientas veinte páginas (en la traducción española) lejos de ser un tratado científico denso y minucioso es —en consonancia con el espíritu de su nación que les he señalado arriba y con su primordial propósito, la divulgación— un útil prontuario para avivar los ingenios y que se predispongan a encarar el problema quizá más crucial para la supervivencia de la especie: el llamado “cambio climático”, que a fuer de ser claros deberíamos titular la “putrefacción del planeta”. Y como tal manual, una vez expuesta la abrumadora amenaza que se cierne sobre todos nosotros y nuestros descendientes, y cuáles son las razones que nos llevan a concluir que tal amenaza es real y que en absoluto se trata de una de esas fantasmagorías apocalípticas tan frecuentes en la historia, Gates nos informa sobre los artilugios y las técnicas para resolver tan devastador como colosal peligro; sean las puestas ya en marcha, o sean aquellas otras que todavía continúan experimentándose o, incluso, los muy variados ámbitos de nuestra actividad productiva y social que ineludiblemente deberán trocarse, en un inmediato porvenir, por otros menos lesivos para la temperatura planetaria y a cuya permuta la comunidad científica mundial debería conducir sus investigaciones para causarnos el menor quebranto posible. Pues, aunque suene a cándido —y, sin embargo, no por ello menos encomiable—, lo novedoso en toda esta detallada enumeración de remedios técnicos es que Bill Gates nos los propone sin el menor resabio coercitivo, matiz sustancial y original de su pensamiento, habida cuenta que, a lo largo de toda la Historia, cuantos credos o llamamientos se han proclamado para la salvación de una cultura —fueran espirituales o como urgente socorro ante una catástrofe—, han traído aparejado siempre su rimero de sacrificios y de renuncios. Nada de esto figura en el ensayo de Gates, donde la amonestación no cabe; sin duda persuadido de que el único modo para que la especie humana emprenda convencida el progreso limpio o, al menos, inocuo para la Naturaleza, será el acompañado —cuando no, identificado— con la mejora continua del bienestar, y que ello depende sustancialmente de la más amplia distribución de la energía como el verdadero y sólido fomento del desarrollo general a la par que de la satisfacción de las aspiraciones individuales; es más, cualquier otra solución que no contemple esta difusión ecuménica de la fuente del bienestar, Gates está convencido —y servidor, también— de que fracasará.

Asunto distinto pero muy vinculado al propósito del libro —salvar el planeta y, con él, la Humanidad— es la circunstancia en que se publica: la pandemia; tanto es así que la pregunta sobre la misma se ha convertido en recurrente en cuantas entrevistas le he leído o escuchado. Pero he aquí que Bill Gates acudía a todas estas citas bastante bien pertrechado, pues desde hace, al menos, un lustro venía advirtiendo sobre el brote de una posible plaga, dado que el “cambio climático” en sí y sus efectos disturbantes sobre la naturaleza, más el crecimiento desmesurado de la población, sumado a la acumulación de residuos nocivos, constituían una combinación propicia para el germen y la veloz propagación de infecciones con morbosidades desconocidas. Y consecuente con ese pensamiento, no solo traía sus propias y sencillas fórmulas para la contención, sino que ha invertido varios cientos de millones de dólares para agilizar el remedio médico de la epidemia. Sin embargo y aun admitiendo que la covid está ocasionando una auténtica catástrofe en nuestras sociedades, Gates insiste en cada una de sus entrevistas en que supone una filfa ante las aterradoras consecuencias del “cambio climático”, a menos, claro, que los gobiernos del mundo se predispongan a frenarlo —y si fuera posible, a revertirlo— con toda severidad.

Por todas estas graves razones, considero que deberían echarle a este título, al menos, un vistazo.

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