FIRMA INVITADA

IMPRESCINDIBLES DESCONOCIDAS: LAS ESCRITORAS DE NARRATIVA PARAGUAYAS

Escritoras y personajes femeninos en relación
Pilar Iglesias Aparicio | Miércoles 15 de junio de 2022

El pasado lunes 13 de junio, pronuncié una conferencia en la Sociedad Económica de Málaga, espacio de referencia cultural y de pensamiento crítico de la ciudad, con el mismo título de este artículo.



¿Por qué “imprescindibles” y “desconocidas”?

Comienzo por el segundo término. Afortunadamente, hoy en día es relativamente fácil acceder en España a las obras de numerosas autoras de diferentes países latinoamericanos. Nombres como Mónica Ojeda, Fernanda Ampuero, Lina Meruane, Samanta Schweblin, Diamela Eltit, Wendy Guerra, Lucía Lijtmaer, Elena Poniatowska, Cristina Rivera Garza, y tantos otros, han venido a unirse a aquellas autoras que ya nos acompañaban hace años, como Cristina Peri Rossi, Gioconda Belli, Isabel Allende, Ángeles Mastretta o Laura Esquivel. Aún autoras del prestigio internacional de la argentina Luisa Valenzuela, resultan poco conocidas, fuera de ámbitos académicos, salvo por la reciente reedición de su novela El mañana. Pero los nombres de Renée Ferrer, Milia Gayoso, Raquel Saguier, Lucía Scoscería, Sara Karlik, Mabel Pedrozo o Melissa Ballach y otras tantas autoras paraguayas permanecen en el mayor anonimato.

Ni siquiera en las librerías especializadas en literatura latinoamericana, es tarea fácil conseguir obras de escritoras paraguayas. Y ello por una serie de cuestiones que han afectado históricamente a la producción literaria en el Paraguay. La historia, marcada por los gobiernos dictatoriales del siglo XIX y XX, incluida la dictadura de Alfredo Stroessner desde 1954 a 1989, la más larga dictadura latinoamericana del siglo XX; numerosas revueltas y golpes de estado civiles y militares durante las décadas liberales de entre siglos y las dos grandes guerras: la de la Triple Alianza (1862-1870), contra Argentina, Brasil y Uruguay, en la que la población paraguaya quedó reducida a un tercio, la mayoría mujeres, niñas y niños y personas ancianas, y la Guerra del Chaco (1932-1935) contra Bolivia, junto con la guerra civil de 1947, “devoró a la literatura” en palabras de Josefina Plá.

Estas situaciones históricas provocaron, además del desastre demográfico, un estancamiento económico, cultural y político; el auge de la oligarquía propietaria de la tierra, aliada del imperialismo y el neoliberalismo, causantes de pobreza, corrupción y desigualdad social que afecta gravemente a las mujeres; y la creación y exaltación de la “identidad paraguaya”, que refuerza el aislamiento del país, favorecido por los propios líderes políticos (algo común a todas las dictaduras), con el consecuente desconocimiento de su producción cultural en el exterior. Se crea un modelo de masculinidad basado en la imagen del héroe-soldado, mientras las mujeres son identificadas con la maternidad, el sacrificio y el patriotismo, reduciéndolas a seres al servicio del hombre, la prole y la nación. Es decir, elementos todos que refuerzan la construcción de una sociedad patriarcal, machista, religiosa y cerrada sobre sí misma. A lo que hay que sumar, la repetida persecución de intelectuales, disidentes políticos y líderes campesinos, que provoca un doble exilio: el exterior en el que publicaron algunos de los autores más conocidos como Gabriel Casaccia o Augusto Roa Bastos, y el oscuro y durísimo insilio, en el que producen sus obras la mayoría de las escritoras, con escasez de tejido editorial y falta de apoyo institucional a la cultura. En este marco, es tardía la narrativa que rompe el molde oficial de la narración histórica, ya que la primera novela publicada en Paraguay es Ignacia, de José Rodríguez Alcalá, en 1905; y aún más tardía será la narrativa escrita por mujeres.

Ahora bien, es preciso visibilizar la disidencia política e intelectual presente desde el gobierno despótico de José Gaspar Rodríguez de Francia (1814-1840), hasta el fin de la dictadura de Stroessner; el movimiento campesino, incluida la Organización de Mujeres Campesinas e Indígenas; el movimiento feminista, capaz de crear en 1920 el Centro Feminista Paraguayo, adherido al Congreso de la Alianza Mundial para el Sufragio Femenino y celebrar en 1987, a dos años del fin de la dictadura, el Primer Encuentro Nacional de Mujeres por la Igualdad ante la Ley.

También en la literatura, y más concretamente, en la narrativa, las mujeres tomarán la palabra, siendo figuras precursoras imprescindibles, la española Josefina Plá (1909-1999), Ana Iris Chaves (1922-1993) y Ester de Izaguirre (1923-2016). La primera obra de narrativa publicada por una mujer es el tomo I de Tradiciones del hogar, de Teresa Lamas (1887-1976), de 1921, y contamos con escasas obras de autoría femenina hasta los ochenta. Es entonces cuando las mujeres irrumpen de manera decidida en la narrativa paraguaya, siendo 1983 un año clave, por coincidir la puesta en marcha del primer Taller de Cuento Breve, impulsado por Dirma Pardo e impartido por Hugo Rodríguez Alcalá, tras su regreso del exilio; la publicación de la primera novela paraguaya escrita desde la voz y la experiencia de una mujer, Golpe de luz, de Neida Bonnet (1933); la publicación del libro de relatos de Josefina Plá, La pierna de Severina, en que incluye varios que abordan la violencia sexual contra las mujeres y las niñas, y el nombramiento de Ana Iris Chaves como Presidenta de la Sociedad de Escritores Paraguayos. Todo ello junto con el avance del movimiento feminista y la disidencia contra la dictadura de Stroessner.

Las décadas posteriores hasta la actualidad ofrecen un cada vez más amplio plantel de escritoras de narrativa (así como de poesía y teatro), cuya calidad literaria, así como el cambio social respecto a la posición de las mujeres, quedan reflejados en el hecho de que cinco escritoras hayan obtenido el Premio Nacional de Literatura (bianual) desde 2011 hasta la actualidad, con la única excepción de 2013[1].

El título “imprescindibles” quedaría, por tanto, ya suficientemente justificado. Pero, lo es, especialmente, cuando nos situamos, como lo hago en este artículo, en la perspectiva de la crítica literaria feminista, entendiendo como tal aquella que, además de visibilizar y difundir la obra de escritoras, se centra en el análisis de la denominada literatura feminista. Es decir, aquellas obras escritas por mujeres que ofrecen la visión del mundo desde la experiencia de éstas, incluida la sexualidad y la corporalidad; incorporan temáticas y géneros que habían estado reservadas a los varones; y denuncian las múltiples situaciones de discriminación y violencia contra las mujeres, mostrando, asimismo, su capacidad de resistencia y empoderamiento, junto con alternativas a la injusticia de la sociedad patriarcal androcéntrica. Una escritura en la que las mujeres se constituyen como sujeto y, que, por su contenido y su forma, es en sí misma una herramienta de liberación para las mujeres.

La literatura feminista en América Latina tiene unas características bien definidas: denuncia el colonialismo y el neocolonialismo; subvierte la versión oficialista de la historia; practica la “literatura del testimonio” político, social y de la cotidianidad de las mujeres, incorporando temáticas y espacios considerados marginales como la casa y la cocina; deconstruye el mito patriarcal de la maternidad; utiliza el humor, la ironía, la hipérbole, la fantasía, la locura, el terror, la monstruosidad, lo grotesco, como símbolos de las injusticias y violencias presentes en la sociedad y muestran el paralelismo entre la violencia contra las mujeres en el sistema patriarcal y la crueldad sexual en las prácticas de tortura de las dictaduras.

Todas estas características las reúnen la mayoría de las obras de escritoras paraguayas publicadas desde los años ochenta hasta la actualidad, por lo que merecen un lugar relevante en la literatura feminista latinoamericana, junto a las autoras de otros países.

Además, suman algunas características específicas: la riqueza del bilingüismo, incorporando términos en guaraní en numerosos relatos y habiendo producido en 1989 una novela en yopará[2]: Ramona Quebranto, de Margot Ayala (1927-1919). Y la capacidad de puesta en marcha de estrategias de mutuo apoyo que les permiten fomentar la producción literaria escrita por mujeres. En este sentido cabe destacar el mantenimiento de la genealogía de escritoras, con reconocimiento a las figuras de las precursoras; la creación de los Talleres de Cuento Breve, algunos dirigidos por renombradas escritoras como la propia Dirma Pardo (1934-2020) o Renée Ferrer (1944); y la puesta en marcha, en 1997, de la asociación Escritoras Paraguayas Asociadas (EPA), que publica un volumen colectivo cada año, en el que, en una muestra de generosidad y pacto intergeneracional, aparecen relatos de autoras consagradas junto con otros de autoras noveles. A todo lo cual se une su compromiso de sororidad[3] con las mujeres paraguayas, al dar voz en sus obras a las diferentes formas de represión, discriminación y violencia, ofreciendo también múltiples modelos de resistencia y liberación.

Por todo ello, invito a leer, difundir, y reflexionar sobre los textos de las escritoras de narrativa paraguaya, que tienen la generosidad de ofrecer gran número de ellos en páginas de acceso legal y gratuito, como el Portal Guaraní de Arte y Cultura[4] y la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes[5].

NOTAS

[1] Renée Ferrer 2011; Maybell Lebrón 2015; Susy Delgado 2017; Maribel Barreto 2019; Susana Gertopán 2021.

[2] Habla coloquial, formada por la mezcla entre castellano y guaraní.

[3] Como estrategia política feminista de apoyo entre mujeres, para la transformación de la sociedad patriarcal y la defensa de los derechos humanos de las mujeres.

[4] http://www.portalguarani.com/letras_paraguay.php

[5] https://www.cervantesvirtual.com/

Remitido por José Antonio Sierra

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