Todo aquello que vaticinó Orwell cuando hablaba de las neolenguas y sus eufemismos presentándolas como herramientas políticas para pervertir, no ya la realidad, sino las mentes de sus víctimas. Lo dice mejor Richard Rotry: “El concepto de poder delata una agenda que deja una mancha indeleble en cada palabra de nuestro lenguaje y en cada institución de nuestra sociedad”. Porque si el lenguaje siempre es político, la variante inclusiva que se pretende implantar desde la Izquierda mal llamada cultural, apunta a una higiene más social que verbal. No busca resolver un problema -por otra parte inexistente-, sino tensionar al cuerpo social, marcar distancias, abrir horizontes de confrontación.
Lo vaticinó Tony Judt poco antes de morir, en 2011: “la Izquierda cultural está más interesada en las implicaciones metafóricas del poder que en el propio poder”. Ciertamente, es más fácil cambiar el lenguaje que cambiar las ideas. Pero ya que las ideas son tercas, cambiemos la realidad. ¿Para qué? Para llenar la insondable vacuidad de sus programas solo con eso: con un irrisorio lenguaje inclusivo, con eufemismos criminales, con neologismos ridículos. Espejos todos ellos de las mentes “marronas” que pretenden gobernarnos, a su “imbécile” manera.
La escritora Lola Montalvo, autora de obras tan significativas como "La Fosa" o "Historia de una enfermera" es muy clara en su razonamiento:
"Considero un error reescribir cualquier obra, de niños o de adultos, para adaptar su texto a un lenguaje inclusivo. Cuando una obra se publica suele ser el reflejo de un instante, de un momento histórico concreto y de la sociedad en la que vivía o vive la persona que lo ideó y redactó. No podemos negar que el mundo evoluciona y que nos preceden tiempos en los que la mitad de la gente moraba (aunque todavía queda mucho por lograr) a la sombra y bajo el yugo de la otra mitad. Conocer de dónde venimos es lo que nos permite ser conscientes de lo logrado y entender todo lo que nos falta por conseguir. Reescribir ciertas obras lo veo tan ridículo como los «braguetoni» que el papa Pío V obligó a colocar sobre las desnudeces de las pinturas de la Capilla Sixtina. Evitemos caer en la misma pacatería y seamos prudentes, no son necesarios los «braguetoni literarios»: a los lectores debemos dejarles el lenguaje desnudo, que sean críticos por sí mismos y disciernan los aciertos y los errores del pasado".
Nuestro colaborador Gastón Segura, autor de novelas tan brillantes como "Los invertebrados" o "Las calicatas de la Santa Librada", con su afilada pluma nos señala que:
"Considero un error reescribir cualquier obra, de niños o de adultos, para adaptar su texto a un lenguaje inclusivo. Cuando una obra se publica suele ser el reflejo de un instante, de un momento histórico concreto y de la sociedad en la que vivía o vive la persona que lo ideó y redactó. No podemos negar que el mundo evoluciona y que nos preceden tiempos en los que la mitad de la gente moraba (aunque todavía queda mucho por lograr) a la sombra y bajo el yugo de la otra mitad. Conocer de dónde venimos es lo que nos permite ser conscientes de lo logrado y entender todo lo que nos falta por conseguir. Reinterpretar ciertas obras lo veo tan ridículo como los «braguetoni» que el papa Pío V obligó a colocar sobre las desnudeces de las pinturas de la Capilla Sixtina. Evitemos caer en la misma pacatería y seamos prudentes, no son necesarios los «braguetoni literarios»: a los lectores debemos dejarles el lenguaje desnudo, que sean críticos por sí mismos y disciernan los aciertos y los errores del pasado".
La profesora universitaria y escritora Pilar Úcar Ventura, autora de "Retratos femeninos: vida y obra de mujeres especiales" o "Sé por lo que estás pasando" opina con su fino humor que:
"Yo nunca uso el lenguaje inclusivo: por dos razones, por economía de tiempo; no puedo emplear ni líneas ni tiempo en desdoblar o incluir masculino y femenino; además, tal y como marca la ideología actual, hay que superar el binarismo y por lo tanto deberíamos expresar algo así, chicos, chicas y chiques o bien optar únicamente por la terminación -es (muy similar fonéticamente al asturiano).
El lector no es capaz de resistir un artículo en masculino y femenino o con la terminación-e/es. Dejaría de leerlo como pasa con las conferencias que se desvincula del contenido y no escucha.
Y dos: siempre me apoyo en la normativa de la academia, por muy jurásica que les parezca a muchos ignorantes. El género gramatical no marcado es el masculino, y punto.
Creo que me costaría mucho conferenciar y escribir desdoblando.
Si tú como director de la revista, me lo obligas, haré el esfuerzo".
Víctor Fernández Correas, autor de "Mülhberg", entre otras novelas históricas interesantísimas, nos hace llegar su ecuánime opinión sobre este tema:
"Igual que la historia es la que es, lo que está escrito así debe quedar. Cada obra es hija de su tiempo, de un momento concreto con sus circunstancias, su realidad y corrientes. Ahí reside su riqueza. Querer alterar esa visión para adaptarla al momento actual supone abrir una senda peligrosa. ¿Dónde está el límite de lo que se quiere cambiar o alterar? ¿Por qué? ¿Con qué intereses? Porque al igual que ahora se quieren revisar obras escritas con anterioridad, como ocurre con las de Roald Dahl, ¿quién es capaz de asegurar que lo que ahora se escriba no correrá la misma suerte pasados unos años porque así se quiera según las circunstancias del momento? Insisto en que reescribir obras para adaptarlas al lenguaje y circunstancias del momento abre un camino peligroso. Y puede que nos arrepintamos con el paso del tiempo. Hoy es el lenguaje inclusivo. Mañana, a saber".
Nuestra colaboradora e incisiva cuentista de los relatos más divertidos que podemos leer hoy en día Azucena del Valle apunta con su acidez y humor característico que:
"Confundir churras con merinas o lachas con borregos de Cuenca es tan absurdo como equivocar sexo con género o pastore con botije. Altera, equivoca y desordena el lenguaje de un idioma rico hablado por 500 millones de personas, según el Instituto Cervantes que, hasta ahora, servía para expresarnos de manera excelente. No podemos caer en censuras estúpidas que nos empobrecen y limitan cuando son el reflejo de una época de nuestra historia que evidencia un modo de vivir y una sociedad concreta que puede gustarnos o no, un suponer. ¿Qué palurdo se atreve a enmendar la plana a Cervantes? !Con Cela teníais que haber dado! a ver quién tenía cojones para cambiarle una coma. Perdón, ¿cojones o cojonas? porque tenían ambos... Dejad de mazorrear y que las obras descansen en paz según fueron creadas. Necesitamos gente abierta, no obtusa y palurda a la vez que inculta, mentecata y rencorosa. !Cabemos todos porque nos complementamos en la diferencia! Por cierto, estoy recordando esa canción que tarareaba cuando salía del despacho de mi jefe y me acababa de comunicar que le debía una mariscada por mandarme a Badajoz cuatro semanas dejando en Madrid a mi marido y a mi hijo de dos años... ¿Cómo era? Ahhh, sí, Bien pagá, me llaman la bien pagá... Mis amigas se partían el culo. Y es que cada vez me gusta más la copla... "
El crítico literario y escritor onubense Paco Huelva, autor de obras tan importantes como "Cordones pareados" opina que:
"Me parece una barbaridad. Las obras de arte, y la buena literatura lo es, están asociadas a un tiempo, a un lugar y a una forma de mirar determinadas. Por la misma razón, ahora, en estos momentos, escribir con un lenguaje inclusivo se hace necesario. Pero, "traducir" lo que el creador manifestó en su momento, es desvirtuar y manosear la Historia".
La profesora y gran escritora Olalla García, autora de novelas históricas como "La buena esposa" o "El taller de los libros prohibidos" tiene la siguiente opiniñon:
"Estoy a favor de introducir el lenguaje inclusivo, pero solo cuando eso no traicione la lógica ni el espíritu del texto original. Hay que tener en cuenta que el espíritu de inclusividad es algo muy reciente, e impensable en la mayor parte de los autores y las obras de la historia de la literatura. Hace poco traduje un texto de un autor, escrito hace unas décadas, en que usaba, por ejemplo, "el hombre" con el significado de "el ser humano" o "la humanidad". En ese caso concreto, sí lo traduje usando estos últimos términos, porque, conociendo el posicionamiento del autor, no me cabe duda de que él habría usado ese lenguaje inclusivo de haber escrito el texto en nuestros días".
Jesús Maeso de la Torre, autor de fantásticas novelas históricas como "Comanche" o "La cúpula del mundo" nos manda su opinión al respecto:
"Creo que las palabras no son solo una interpretación del lenguaje que utilizamos, sino que constituyen una poderosa herramienta que puede cambiar la forma en la que nos comunicamos con nuestra escritura. Dado que en muchas ocasiones no existe una intencionalidad de discriminar cuando nos expresamos, con el lenguaje inclusivo se puede desmontar todo aquello que damos por habitual".El valiente escritor granadino Manuel Avilés Gómez, autor de libros tan interesantes como "De prisiones, putas y pistolas” o "El gato tuerto", no tiene pelos en la lengua y apunta que: "a batalla por el lenguaje, hoy, es feroz. Hay, como fruto del empoderamiento femenino, una lucha denodada por incluir en cada frase giros y muletillas, a mi entender, innecesarios e incluso gilipollescos. Yo respeto y quiero a las mujeres. Son seres imprescindibles, bellos, inteligentes y – salvo la resistencia física para pruebas deportivas y atléticas- muy superiores a los hombres en todos los terrenos. Ahora bien, esa tontería del lenguaje inclusivo por la que se pelea fieramente desde unos años para acá, me parece superflua y añade poco a la valoración suprema que la mujer debe tener".
Otro escritor, especialista en novelas históricas como "Banderizos. Más allá del odio" José Manuel Aparicio, opina que: "Creo que hay que respetar la obra de cada autor tal y como la concibió. No podemos valorar textos pasados con mentalidades presentes. Si el lenguaje inclusivo elimina o cambia palabras, entonces se convierte en lenguaje exclusivo. Toda una paradoja, vaya. ¿Cuál es el problema con la palabra "gordo"? ¿Por qué es mejor emplear "enorme"? Llegará un momento en que "enorme" también será interpretada como voz ofensiva. El problema no está en las palabras, está en el modo en el que las empleamos. No al adoctrinamiento de una generación de cristal a la que se le niega parte del idioma, sí a la educación en valores".
El escritor madrileño Mario Escobar, el autor español más leído en Polonia, es autor de bestseller publicados en medio mundo como "La casa de los niños" o "El espejo de las almas" nos dice que: "Podemos cambiar el lenguaje, pero es peligroso intentar cambiar el alma de las personas".
Terminamos con el escritor y colaborador de Todoliteratura Hermenegildo Verdugo, autor de diversas novelas negras como "Bebiendo en la Plaza del Pueblo a ritmo de rock and roll" o "Asesino entre las sábanas", su opinión se sale un poco de lo normal porque se toma la vida entre tragos de whiskey en todos los tugurios de Madrid, aún así mantiene la lucidez. Eso sí, cada vez tiene menos. "La literatura tiene que estar viva. Las novelas de Roald Dahl son infumables. ¿Quién se cree que una niña, Matilda, puede dar lecciones a unos padres intachables y cariñosos? ¿Quién se cree que Charlie tiene una fábrica de chocolate que le puede hacer rico? Si todos sabemos que el chocolate es malo para los dientes y además hace que estemos más obesos. Por supuesto, que se deben quitar expresiones como gordo o feo. Yo no estoy gordo, ni mucho menos, estoy un poco crecidito de barriga y tampoco soy feo, soy un poco antiestético o de belleza distraída. ¡Que bien hicieron en quemar los libros en Farenheit 451! Sobre todo los malos. Que son todos, menos los míos".