Lástima que el portal estadístico de la CE no opere con sus milagrosos indicadores. Para Eurostat el riesgo de pobreza sólo ha mermado una décima con respecto a 2018. Lo que se traduce en cerca del 25% de la población española. Por más galáctico que se predique el mantra presidencial, “España va como un cohete”, doce millones de conciudadanos no sólo no vuelan: van cuesta abajo.
Los datos resultan sangrantes si nos centramos en la tasa de pobreza infantil y adolescente. También vamos como un cohete, a la cabeza de la indigencia europea. Si la media se sitúa en el 19,3% España escala hasta el 29,2%. Veintisiete puntos por encima de la despiadada América neoliberal de Trump, en un país que se presume tan progresista.
Miremos hacia otro lado, o hacia atrás. Nada que objetar a la memoria histórica. Medio siglo recordando aquel 20/N que puso fin a la Dictadura. Pero hoy tenemos otros perdedores, víctimas de otra guerra. Una guerra callada y acallada. La de todos los que van cuesta abajo. Cada vez más pobres, más desiguales, menos protegidos, más precarios. Ocultarlos es una manera bien perversa de silenciar el desprecio a los perdedores. ¿Y debajo de ese desprecio, qué? Un fracaso colectivo.
De entrada, entre los poderes públicos. Allá por los tiempos de Zapatero, su vicepresidente, Alfredo Rubalcaba, propuso un gran pacto de partidos y agentes sociales contra la pobreza, una “emergencia nacional”. Entonces la tasa de pobreza estaba en el 19,8. Hoy, en el 25,8. Nadie asume responsabilidades.
El filósofo Claude Lefort anteponía unas condiciones mínimas de igualdad a cualquier sistema que se pretendiera democrático. ¿Se puede hablar de democracia ante una cartografía social marcada por estos niveles de desigualdad?
La pregunta la resolvió diez años antes un economista, Rudi Dombusch. En su ‘Bye, bye, middle class’ vaticinó el regreso a tiempos anteriores al modelo de bienestar. El mundo en el que estamos. La vieja clase media convertida en la nueva clase baja, mientras se ensancha la brecha social. No hay puntos de sutura. Los cohetes acarician las estrellas.