FIRMA INVITADA

Cabeza de Vaca, el primer indigenista

Álvar Núñez Cabeza de Vaca
Antonio Pérez Henares | Sábado 20 de junio de 2020
Quizás lo que diferencia a Cabeza de Vaca del resto de los protagonistas del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo fue su percepción del mundo indígena. Y ello a pesar de su personal peripecia o tal vez por ella, pues arribó a las costas de Florida como conquistador y concluyó en prisionero y esclavo, sufriendo inauditas penurias en sus manos, hasta que su liderazgo y carisma lo aupó a una posición semi-sagrada de sanador, hombre enviado y gran chamán de las tribus que poblaban el sur de los actuales EE.UU. y norte y centro de México.


Pudo haber reaccionado hacia ellos con sumo y generalizado odio pero pudo más su capacidad de observación y comprensión. No ahorra, sin embargo epítetos para señalar lo que a su juicio son aberraciones, maldades y atrocidades en sus hechos y costumbres pero tampoco esconde su admiración y respeto hacia ellos, diferenciando incluso entre tribus y desde luego con el matiz de contarlo, como humanamente no podía ser de otra manera, atendiendo a como le fue “la feria” entre cada una de ellas.

Todo ello, por supuesto, desde el pensamiento propio marcado por los valores de la época -no entremos en la absurda estupidez imperante ahora de juzgarlo por los preceptos de esta- y por el personal y pleno convencimiento de la razón y virtud de los que le impelían a él y a los castellanos conquista incluida e imposición del cristianismo en primer término como algo incuestionable a los ojos divinos (la palabra más repetida en naufragios es “Dios”, pues la época no puede entenderse sin esa presencia omnímoda y continua en las acciones humanas) y de su servicio a la corona de España.

Recoge en sus escritos los comportamientos terribles de sus captores y en especial en algunas de las primeras tribus que lo tuvieron prisioneros, pero no deja de observar tampoco sus virtudes. Si les llama ladrones, traidores, borrachos y se horroriza de su crueldad inhumana su capacidad de observación trasciende aquello e indaga en sus costumbres y actitud para con los suyos y así afirma algo que reitera en varias ocasiones, que no ha visto jamás quien quiera tanto y más haga por sus hijos y en general por los niños. Va incluso más allá intentando además desentrañar sus normas de comportamiento social y sus relaciones tanto internas como de relación con otros clanes así como las de emparejamiento, matrimonio y hasta divorcio. Su libro Naufragios bien debiera ser fuente de estudio para el análisis de aquellas sociedades primitivas.

Esa curiosidad y también la indudable necesidad le llevo a la proeza de aprender muy pronto la lengua de los signos, común para casi todos ellos, y acabar por hablar, según el mismo escribe, seis de sus lenguas y alcanzar a comprender otras tantas.

Como guerrero, que lo era, no deja de valorar el coraje y valentía de sus adversarios y da constancia de ello desde el comienzo de su aventura por los pantanales de Florida acosados por los guerreros semínolas. “Todos son flecheros y como son tan crecidos de cuerpo y andan desnudos desde lejos parecen gigantes. Es gente a maravilla bien dispuesta, muy enjutos y de grandes fuerzas y ligereza. Los arcos que usan son gruesos como el brazo, de once a doce palmos de largo, que flechan a doscientos pasos con tan gran tiento, que ninguna cosa yerran” .

Manifiesta también su admiración por otra tribu, que los posteriores estudios han identificado como los sioux, que encuentran por vez primera en la costa, ya al oeste del Mississippi, y a los que luego vuelve a reencontrar y hace referencia por su caza del búfalo (vaca corcovada) su dignidad y prestancia. Los valora en gran medida pues ya naufragados definitivamente, sin armas y desnudos, los lakota los socorrieron, ampararon y alimentaron cuando pudieron haberles masacrado sin defensa posible por su parte. Además de ellos también puede constatarse, aunque los nombres que a ellos y otras tribus otorga no concuerdan con las actuales denominaciones, su estancia durante casi un año entero a orillas del rio Grande con los comanches asi como su posterior con tribus apaches y taraumaras.

De su experiencia con todos ellos no duda en sacar en sacar conclusiones militares. ”Esta es la más presta gente para un arma (arco) de cuantas he visto ya en el mundo”. Elogia su capacidad de vela, emboscada, camuflaje y resistencia. Comprende que ante ellos los lentos arcabuces poco pueden hacer y llega a una conclusión definitiva y nada errada: Solo con los caballos es posible vencerlos: “Los caballos son los que los han de sojuzgar y lo que los indios universalmente temen”. Por entonces, solo los tenían los españoles pero no tardarían siouxy comanches en tenerlo. Tras la expedición y muerte de Hernando de Soto a orillas del Missisipi, a la que Álvar ya de regreso a España no quiso acompañarle, se escaparon yeguas y se soltó el caballo no castrado del gran jinete, el que había espantado a la guardia imperial de Atahulapa en los Baños del Inca, cerca de Cajamarca. El garañón de Soto pasa por ser el legendario padre de todos los mesteños de América.

Pero por encima de todas las tribus, Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, valora, señala y defiende es a los indios Pueblo. Su encuentro con ellos le gratifica sobremanera, sus casas, sus cultivos, regadíos y ciudades, pues las tuvieron aunque no llegaran a la magnificencia de las méxicas, mayas o tlaxaltecas, pero sobre todo por su disposición, costumbres, respeto a las mujeres, ”las más honestamente tratadas que en ninguna parte de las Indias hubiésemos visto” organización y pacifismo. Le conmueven y acaba apreciándolos sobremanera. Escribe con total convencimiento que de tratarlos bien y con cariño y no dureza y opresión “no habría en el mundo ni mejores cristianos ni mejores súbditos de su majestad”. De hecho en esa esperanza busca ya con decisión a los otros cristianos a los que ya sabe próximos. Pero va a ser en este encuentro cuando haya de tomar decisiones que le van a enfrentar con ellos al topar con los capitanes de Beltran de Guzmón que solo buscaba esclavizarlos.. Ahí va a emerger definitivamente el Cabeza de Vaca defensor de los indígenas. Y no solo allí sino ya como impronta de su acción como demostró después en un segundo a América,en el que descubrió las cataratas de Iguazu y su defensa de los guaraníes le costó el cargo de Adelantado y gobernador del Mar de la Plata y el ser encadenado por sus propios subordinados. Pero eso tal vez sea otra novela.

Antonio Pérez Henares

Autor de “Cabeza de Vaca

PD. En estos tiempos estultos y “estatuicidas” tropas de orcos cebones, incapaces de hacer historia ni aportar nada útil a su tiempo, juzgan con estúpida soberbia y efecto retroactivo a la humanidad entera y la condenan a la decapitación y el oprobio. Ya han caído entre otros Colon, Junípero Serra, la Reina Isabel y hasta Miguel de Cervantes. Puede que en nada, los yihhadistas de la nueva Teocracia Proge no tarden tan poco en dar con Cabeza de Vaca y condenarlo a la hoguera.

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