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Piet Mondrian y De Stijl en el Museo Reina Sofía de Madrid: la verdad del color y la línea

Piet Mondrian y De Stijl
Ángel Silvelo Gabriel | Martes 29 de diciembre de 2020
Hay viajes hacia el futuro que son tan sorprendentes como insospechados. Viajes marcados por la virtud de la esencia. De aquello que se convierte en fundamental cuando apenas somos capaces de adivinarlo o percibirlo. Viajes, donde lo inédito, remarca el espacio, la luz y las dos dimensiones de una forma nueva, única e intransferible. La esencia, una vez más, es sobrevivir a esa gota apenas imperceptible que, de pronto, se convierte en cascada con el paso del tiempo.


Líneas negras (finas, gordas) y colores neutros que cada vez se hacen más familiares y universales: moda, publicidad, arquitectura y un inclasificable y eterno estilo reconocible nada más verlo. Si un artista tiende a esa esencia del reconocimiento ajeno, podemos decir Mondrian lo ha conseguido con creces con su abstracto geometrismo, quizá, porque en su obra hubo un momento en el que buscó con ansia la verdad del color y la línea. Una verdad que siempre obligó al artista a posicionarse más allá de cualquier movimiento.

La exposición Modrian y De Stijl nos muestra ese camino que se inicia con sus primeros cuadros de ámbito y temática clásicas con retratos y bodegones, para pasar por esos magníficos paisajes donde las pinceladas largas de colores bien definidos y expuestos en bandas horizontales, a buen seguro serán el gran descubrimiento de esta exposición para los admiradores del pintor holandés. En esos paisajes de tonos ocres ya se pueden adivinar la estratificación de espacios, que no de colores, de sus futuros cuadros abstractos de líneas negras y colores neutros. Ese es un camino que podríamos denominar como el que va de las dos dimensiones al azul unidimensional.

Piet Mondrian también hace escala en alguno de los ismos de principios del s. XX como el puntillismo o el cubismo que lo sitúan en el espacio-tiempo junto al resto de grandes artistas de la época. En ese término del cubismo es donde ya podemos augurar sus trabajos posteriores, a los que dotará de la búsqueda de la belleza universal; una belleza que vendrá marcada por la sencillez y la universalidad de su lenguaje pictórico. Un lenguaje anclado en la unidimensionalidad de los colores neutros: azules, rojos, amarillos, negros, verdes…, sobre un fondo blanco; un blanco roto por la especificad de aquello que representa el esquematismo y la simplicidad de lo esencial. Esa búsqueda inasequible de la belleza le llevó hasta Nueva York, donde, en su particular estudio de la estructura de la línea y el espacio, proporcionó un nuevo protagonismo al resto de los colores sobre el negro, creando una multiplicidad de líneas y espacios que transforman a sus cuadros en bidimensionales, en los que un primer plano vendría marcado por la líneas de colores, y un segundo por las líneas negras que los sustentan. La intersección de unas y otras crean de nuevo cuadros estéticamente más apacibles, y teóricamente áreas que fijan más las estructuras y las formas que éstas crean, dando un nuevo lenguaje a su esquematismo abstracto y geométrico.

Junto a Mondrian también podremos contemplar maquetas de edificios estructurados de una forma muy parecida a sus cuadros, donde los niveles de funcionalidad son planos, como planas son las dimensiones y espacios que crean en una búsqueda de una funcionalidad geométrica y cuadrangular. En ese recorrido que se nos muestra de la corriente De Stijl también podemos ver a los diferentes pintores de un movimiento, que Mondrian, abandonó para seguir su propio camino y alejarse, por ejemplo, del elementarismo de Van Doesburg.

Piet Mondrian y De Stijl en el Museo Reina Sofía de Madrid, es una magnífica ocasión para revisar la carrera pictórica de uno de los autores más universales del s. XX. Una oportunidad de revisitar la verdad del color la línea.

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