LOS IMPRESCINDIBLES - Álvaro Bermejo

“LA CURVATURA DEL TIEMPO”

Claudio Magris
Álvaro Bermejo | Viernes 19 de agosto de 2022

Sean físicas o metafísicas, las únicas fronteras que me interesan son las permeables. Más de que de geopolítica, hablemos entonces de “geopoética”. Un día te pierdes por la Francia secreta y, de repente, en una pequeña librería, te encuentras con lo último de Claudio Magris. ¿Qué más puedes pedir?



Cinco relatos reunidos bajo el epígrafe ‘Temps courbe à Krems’. La curvatura del tiempo einsteniano como alegoría del vital. Los meandros de un río que también es todo tiempo -su Danubio-, a la manera de una corriente subterránea. La vieja ciudad alquímica, Trieste, paradigma del crepúsculo de su Mittereuropa, allá donde las melancolías nórdicas se cruzan con el moribundo esplendor meridional. La solapa del libro te advierte que estos cinco relatos versan sobre la vejez, y es cierto. Pero es más cierto que contienen una lección magistral de sabiduría para todas las edades.

Un poderoso empresario jubilado que elige convertirse en conserje de su propio inmueble, para observar la vida desde esa perspectiva, esperando que el cartero le traiga una carta de su mujer, fallecida mucho tiempo atrás. Un viejo profesor de violín que escucha, oculto entre el público, los ojos entrecerrados, el concierto de uno de sus primeros alumnos, hoy todo un maestro. Un escritor célebre, colmado de homenajes, cuyo rostro sólo se ilumina al ver pasar al fondo, como un fantasma, a una compañera de clase, en el tiempo de su juventud.

La vida pasa como el Danubio, un flujo incesante de su fuente a la desembocadura. Magris, a sus 83 años, se siente cerca del final. Poco le importa su rango como perpetuo candidato al Nobel. Si el tiempo no ha pasado en vano, si a esa edad además de viejo eres sabio, ya no estás para vanidades. Te quitas el traje y la máscara. Ves el mundo de otra manera, y el tiempo también. Este se curva, como el río mismo, para llevarte hasta territorios que ya no son pasado ni futuro. Territorios fuera del tiempo donde la geografía no abarca extensiones, sino más bien profundidades. Honduras del ser.

“Hoy, ayer, ahora y mañana. ¿Qué es el presente?”, se pregunta uno de sus personajes. No hay confusión. Al contrario, todos ellos han descubierto la libertad de la “verdadera vida”. Tampoco hay pesar por abandonarla, y esto es lo mejor de Magris, su sabia ironía: “Si después hubiera un buen albergue en vez de ángeles soplando sus trompetas entre las nubes, no estaría nada mal”. Tal vez al final baste con eso. Un infinito presente de infinitivo: descansar.

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