LOS IMPRESCINDIBLES - Álvaro Bermejo

"LARGA VIDA AL REY"

Carlos III de Gran Bretaña y de la Commonwealth
Álvaro Bermejo | Viernes 12 de mayo de 2023

Una vez más, incluso TVE, el ente que ha hecho de la memoria histórica republicana un dogma de fe, se ha sumado a la pandemia por glorificar la monarquía británica con motivo de la coronación de Carlos III. Periodistas presuntamente progresistas ensalzado un episodio políticamente banal, históricamente anacrónico, a la manera de un cuento de hadas.



La cretinización multimedia avanza enmascarada de espectáculo. Es la gran victoria de los Windsor, amos y señores de una telerrealidad universal en la que se funden una magistral gestión de los viejos mitos y el marketing disruptivo de folletines como 'The Crown'.

Jung sostenía que el arquetipo del rey sabio, justo y benéfico, está profundamente anclado en el inconsciente colectivo. Prevalece la interpretación freudiana: primero Isabel II, emblema de la madre perfecta, incluso de la nación. Ahora su primogénito, el perverso polimorfo redimido por el aura de la corona.

¿Qué cataliza el concepto de dinastía? Persistencia, resistencia, duración. En un mundo donde todo parece derrumbarse, Brexit incluido, ellos resisten, se perpetúan, nos hipnotizan. Hasta nos doman, para recordarnos que el homínido del siglo XXI sigue siendo un animal jerárquico.

Sumemos su condición como jefe del culto anglicano. ¿Podemos imaginar a un líder espiritual de cualquier credo confesando a su amante extraconyugal, la actual reina Camila, que sueña con ser su compresa? Este es el Carlos III a quien ungió el arzobispo de Canterbury, validando la sacralización de la monarquía según Kantorowicz.

En 'Los dos cuerpos del rey' cuenta cómo estas ceremonias coronan a dos reyes en uno: su cuerpo político, que es eterno, y su cuerpo físico, el mortal. Hasta que se inventó la telerrealidad y su imbatible fórmula de éxito: fusionar lo sagrado y lo profano, las debilidades de la regia familia y sus histriónicas desavenencias. ¿Para qué? Para reforzar esa identificación ilusoria entre el populacho y sus señores.

En tiempos no tan lejanos, pensábamos que esta fascinación por las familias reales se limitaba a la generación provecta. Hoy es pasto incluso de la next generation. ¿A qué se debe? A la acelerada huida de las reflexiones complejas, en beneficio justamente de eso. Del mito, del cuento de hadas, de las figuras simples y emblemáticas que activan los mecanismos psicosociales de la cultura popular.

En tiempos no tan lejanos, la democracia también era una idea compleja. Debe ser por eso que cada día se parece más a la demagogia.

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