La aurora
La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.
La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.
Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.
La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.
Edición digital de Poeta en Nueva York:
https://www.reinodecordelia.es/wordpress/wp-content/uploads/2018/05/poeta.pdf
Y allí surge uno de los libros esenciales en la historia del surrealismo literario: Poeta en Nueva York; una obra -que ve la luz con este título cuatro años después de su muerte- en la que el lenguaje pierde todo atisbo de racionalidad, y el escritor deja fluir espontáneamente sus pensamientos y sentimientos a través de imágenes oníricas carentes de fundamento objetivo, pero de un innegable sentido estético, y de las que se vale para reflejar su profunda aversión hacia la sociedad norteamericana de la época, una sociedad deshumanizada donde se ha instalado la injusticia, la discriminación racial -su visita a Harlem le permitió conocer la amargura vital de las minorías étnicas norteamericanas-, el materialismo más desaforado que oprime a los más débiles... La obra es, en su conjunto, una dura denuncia de la situación de indigencia humana a la que conducen los excesos de una sociedad presidida por la miseria moral.
Decía Federico García Lorca en una conferencia pronunciada a su vuelta de Nueva York (en concreto, el 16 de diciembre de 1932 en el Hotel Ritz de Barcelona), que “los dos elementos que el viajero capta en la gran ciudad son: arquitectura extrahumana y ritmo furioso. Geometría y angustia. En una primera ojeada, el ritmo puede parecer alegría, pero cuando se observa el mecanismo de la vida social y la esclavitud dolorosa de hombre y máquina juntos, se comprende aquella trágica angustia vacía que hace perdonable por evasión hasta el crimen y el bandidaje”.
Y así expresaba García Lorca sus impresiones sobre la ciudad neoyorquina, en declaraciones a Luis Méndez Domínguez, en 1933: “Impresionante por frío y cruel... Espectáculo de suicidas, de gentes histéricas y grupos desmayados. Espectáculo terrible, pero sin grandeza. / Nadie puede darse idea de la soledad que siente allí un español, y más todavía un hombre del sur”. ((cf. Andrés Sorel: Yo, García Lorca. Tafalla -Navarra-, Editorial Txalaparta Argitaletxea, 1998; pág. 101. Colección Ravel).
Y si hay un poema en Poeta en Nueva York que mejor simboliza esa “geometría y angustia” con que García Lorca define el ambiente de la ciudad neoyorquina es, precisamente, el titulado “La aurora”; una ciudad cuyas gentes adoloridas provocan en el poeta una reacción de protesta ante la injusticia social en la que están sumidos; y la técnica surrealista, con apocalípticas imágenes oníricas, es la vía literaria que le sirve de cauce expresivo.
Los 35 poemas de Poeta en Nueva York figuran distribuidos en diez secciones. El poema “La aurora” cierra la tercera, “Calles y sueños”.
García Lorca se sirve de la aurora para evocar una ciudad donde impera la violencia y la suciedad (estrofa 1), la infelicidad y la angustia vital (estrofa 2), el dinero que todo lo corrompe (estrofa 3), la deshumanización del trabajo de la nueva sociedad industrial que destruye la dignidad humana (estrofas 4 y 5). La perfecta coherencia interna del poema logra, así, una eficaz progresión temática. Adviértase el clímax ascensional: La aurora tiene... -versículo 1-, gime.. -versículo 5-, llega y nadie la recibe -versículo 9-; la luz es sepultada... -versículo 17-).
La ciudad neoyorquina es concebida por García Lorca como símbolo de soledad, y la descripción del amanecer lo es también, en cierto modo, del estado de amarga desesperación en que se halla sumido el poeta, incapaz de dar rienda suelta a sus más íntimos anhelos en una ciudad que ha perdido su rostro humano. Estos sentimientos de frustración se perciben con nitidez en la estrofa tercera, donde el poeta dice textualmente que “allí no hay mañana si esperanza posible” -versículo 10-; y también en la quinta, en la que, recurriendo al lenguaje metafórico, el poeta insiste en que “no habrá paraíso ni amores deshojados” -versículos 14-).
La imaginería empleada por García Lorca es de corte surrealista, pero por insólitas que parezcan algunas de las escalofriantes imágenes empleadas, hay un cierto componente racional en su trasfondo. Así, el poeta, en el versículos 8, concibe Nueva York “geometría y angustia”; en los versículos 11-12 alude a la ternura de los niños, que hace más ruin el envilecimiento que provoca el dinero-; en el versículo 16 presenta la deshumanización del trabajo, que lo hace improductivo-; en el 17, ese fracaso de la “luz” recalca simbólicamente el de las personas anuladas por una industrialización que las esclaviza...
Aunque el poema está dividido en cinco agrupaciones estróficas, el poeta se ha servido del versículo heterométrico y sin rima.Sin duda, la eficacia que tiene la forma métrica elegida ayudar a crear ese terrible cuadro de Nueva York que García Lorca presenta y que la aurora descubre en toda su dramática intensidad.
Montajes en vídeo (con recitación y/o cante):
Luigi Maria Cosanico.
Enrique Morente.
[Poeta en Nueva York» es una de las obras más crípticas de Lorca, donde la dificultad interpretativa se une a un extremado problema textual. Su publicación póstuma en 1940, con dos primera ediciones, aparecidas con escasos días de diferencia y no totalmente coincidentes, convierten la fijación textual de este poemario en una labor ardua, intensificada por la pérdida de su manuscrito original. Estas especiales circunstancias son revisadas por María Clementa Millán, que combina la fijación textual con el análisis literario de los temas esenciales debatidos en la obra, la ciudad y el poeta. En esta edición, se siguen fielmente los que hoy parecen ser los últimos criterios del autor, publicándose por vez primera las dieciocho ilustraciones fotográficas que debían acompañar sus versos. Igualmente, se incluye una paráfrasis de sus diferentes secciones y poemas].