FIRMA INVITADA

GATSBY, EL AMERICANO ROMÁNTICO

Francis Scott Fitzgerald
Antonio Costa Gómez | Martes 02 de diciembre de 2025

Se cumplen cien años de “El gran Gatsby”, la novela más significativa de Francis Scott Fitzgerald. La que retrata lo mejor de América, cuando era el sueño americano, cuando era esperanzas y sueños. Y apertura y dinamismo.



Cuando regresan del campo a Nueva York, en una gasolinera el coche mata a una persona. Gatsby no conducía ese coche. Pero dijo que sí para exonerar a su amada. Igual que montaba fiestas fastuosas en la casa de al lado solo para deslumbrarla. Y ella solo se deja querer. Pocas veces el dinero es tan romántico.

En el Hotel Plaza en la Quinta Avenida hay un festival de sinceridades , se sueltan todas las verdades. Tom le dice a Gatsby que es un criminal. Gatsby le dice a Daisy que no ama a Tom. Pero Daisy suelta que no va a romper con Tom, que le Tom le da mejor vida. Que se dejó querer por Gatsby , pero que no lo quiere. Es la desolación y es el saberlo todo, en ese hotel visionario de la Quinta Avenida.

Fueron allí desde el campo todos para pasar aquella tarde calurosa, y la habitación acaba siendo febril.

Al volver al campo Gatsby deja que Daisy conduzca su coche para complacerla. Y al parar en una gasolinera matan a la amante secreta de Tom, que vive allí. Los persigue la policía, pero Gatsby declara que conducía él. Se sacrifica por ella, lo da todo por ella.

Y el marido de la muerta al final lo mata a él. Era un caso tan raro en la sociedad capitalista descarnada. Donde solo parecía valer el dinero.

“Tú vales mucho más que ellos”, le dice a Gatsby su amigo Nick. Gatsby era un advenedizo, alguien que surgió como un meteoro de la nada. Pero en eso consistía también aquella sociedad americana, donde todo podía ocurrir.

Gatsby solo quería hacer fiestas sorprendentes en la casa vecina a Daisy para deslumbrarla.

Solo le interesaban los millones para poder gastarlos en fuegos artificiales y en locuras. No para ahorrarlos como los calvinistas capitalistas. Igual que los protagonistas de “Hermosos y malditos”. Pelean y pelean para al final ser ricos y hacer fuegos artificiales.

A Fitzgerald le fascinaban los ricos, creía que eran seres de otra especie. Mientras Hemingway decía que eran personas como los demás, solo que tenían más dinero. Pero le fascinaban sobre todo si quemaban su riqueza como un fósforo para alumbrar con fantasías.

Pero en aquel hotel Plaza de la Quinta Avenida todos se lo dicen todo. Es un festival de sinceridad romántica furiosa. Y Gatsby descubre desolado que toda su ilusión es solo ilusión.

Pero se sacrifica aún más y entrega su vida para a salvar a su amada, que es como una mariposa que necesita a su rico Tom.

Fitzgerald en realidad era un romántico. Un romántico y un fracasado. Un trágico y un vencido. Fue el escritor más romántico de la literatura norteamericana.

Gatsby no conducía ese coche. Pero dijo que sí para sacrificar su vida por la vida de su amada. Que era solo un espejismo, como su propia riqueza efímera.

Y con imágenes prodigiosas describía una sociedad llena de prodigios. Donde todo podía ocurrir. Donde aparecían las muchachas más bellas y los lugares más deslumbrantes. No como la América de la cancelación y de la rigidez y de las duchas frías a los turistas.

Y en el hotel Plaza de Nueva York todos se lo dicen todo. Es la hora fugaz y prodigiosa de la sinceridad. No sirve de nada porque todos fracasan. Pero antes de fracasar vivieron espectáculos deslumbrantes. E incluso después de fracasar volvieron a hacerlo.

Porque el mismo Fitzgerald se retrató a sí mismo fracasado en la Costa Azul, tomado un verso de John Keats, en “Suave es la noche”. Todo lo deslumbrante es fugaz. “Nada dorado puede permanecer”, escribió Robert Frost.

Pero Fitzgerald renació de las cenizas del alcoholismo y el fracaso y tuvo un último gran éxito “El último nabab”. Y llevaron esa historia al cine en Hollywood. Después de fracasar, como antes de fracasar los personajes vivieron y brillaron. Y tal vez eso valía la pena.

En “El gran Gatsby”, como el francés Alain Fournier en “El gran Meaulnes”, nos presentó a un ser extraordinario y misterioso. Que estimulaba a los demás con su espíritu solitario y los hacía vivir. T en eso, en “hazte a ti mismo”, sin cortapisas, hay un cierto romanticismo de los comienzos de América. El mismo que apuntaba en Walt Whitman.

Puede comprar el libro en:

TEMAS RELACIONADOS: