Perfección
Queda curvo el firmamento,
Compacto azul, sobre el día.
Es el redondeamiento
Del esplendor: mediodía.
Todo es cúpula. Reposa,
Central sin querer, la rosa,
A un sol en cenit sujeta.
Y tanto se da el presente
Que el pie caminante siente
La integridad del planeta.
Guillén y el mediodía: la perfección de todo lo creado.
Esta composición constituye un claro ejemplo de la afirmación de Guillén acerca de que lo que hace poético un texto es la capacidad lingüística del escritor: “No partamos de poesía -dice Guillén-, término indefinible. Digamos poema, como diríamos cuadro, estatua. Todos ellos poseen una cualidad que comienza por tranquilizarnos: son objetos, y objetos que están aquí y ahora, ante nuestras manos, nuestros oídos, nuestros ojos. En realidad, todo es espíritu, aunque indivisible de su cuerpo. Y así, poema es lenguaje. No nos convencería esta proposición al revés. Si el valor estético es inherente a todo lenguaje, no siempre el lenguaje se organiza como poema”. “No existe un lenguaje poético a priori: ninguna palabra está de antemano excluida: cualquier giro puede configurar la frase. Todo depende, en resumen, del contexto. Sólo importa la situación de cada componente dentro del conjunto, y este valor funcional es el decisivo”.
Más aún -añadimos nosotros-: la expresividad de la acentuación tiene especial relevancia en el significado. Porque los efectos de intensidad afectan a la acentuación -ya sea prosódica o métrica- que determina el ritmo de los versos. En el conjunto de palabras que integran un verso, los acentos ayudan a realzar el significado de algunas de ellas, que quedan, así, en una posición de relevancia expresiva. Y este poema -una de las 44 décimas que componen la parte I de la sección 3, “El pájaro en la mano”, de Cántico- de Guillén -diez versos octosílabos que conforman una décima- es una buena muestra; aunque la estructura de esta décima no sea la tradicional (dos redondillas con rima abrazada -abba, cddc-, unidas por dos versos de enlace que repiten las rimas última y primera de cada redondilla -a, c-). Este es el esquema de la décima empleada por Guillén: ababccdede (es decir, una cuarteta (/-énto/-ía/-énto/-ía/) + un pareado (/-osa/ósa) + una redondilla (/-eta/-énte/éte/-éta/). Guillén prefiere, pues, la rima consonante y las estrofas más difíciles -tal es el caso de la décima-, en busca de la perfección formal del poema. Y adviértase cómo ciertos elementos fónicos (número de silabas, acentos, pausas, encabalgamientos, rimas, etc.), distribuidos artificialmente y repartidos con un determinado orden a lo largo de la estrofa, engendran determinados efectos rítmicos.
Fiel a su concepto de poesía, Guillén nos transmite en estos sencillos versos su entusiasta concepción del Universo: tras la presentación impresionista de un panorama en el que todo es perfección presente (primera parte), el poeta domina el Universo y se realiza en toda su plenitud (segunda parte). El mediodía se convierte en el momento de mayor perfección ambiental, precisamente cuando las cosas están inmersas en la plenitud de su existencia; perfección que preside el mundo y liga armónicamente todo lo creado; y de ahí la palabra que da titulo al poema.
El concepto de “perfección” queda simbolizado por la línea curva, razón por la cual el poeta ha seleccionado vocablos que aluden a “lo esférico”: curvo, firmamento (= bóveda celeste) -verso 1-, redondeamiento -verso 3-, cúpula (= bóveda en forma de una media esfera) -verso 5-, central -verso 6-. (Recordemos que la línea curva simbolizaba en el arte y en la filosofía griega dinamismo, vitalidad; frente a la linea recta, que simbolizaba estatismo. Es más, la “proporción áurea” representaba el ideal de belleza en la naturaleza). Repárese, por otra parte, en el predominio de sustantivos sobre adjetivos, de acuerdo con el carácter esencial de la lírica de Guillén.
En definitiva, es precisamente en los cuatro primeros versos (con rimas consonantes /abab/, en lugar de /abba/- donde Guillén concentra, en su visión del mediodía, la luminosidad, presente en cielo y tierra, que ayuda a subrayar que todo cuanto existe es hermoso: la creación es perfecta, y la hora del mediodía revela la perfección de las cosas existentes.
[Adviértase la eficacia expresiva del encabalgamiento que se produce entre los versos 3 y 4; la pausa interna en la que concluye dicho encabalgamiento, antes de introducir el vocablo “mediodía” (verso 4); así como la “esencialidad” -digámoslo así- del verso 5, ubicado precisamente en el centro del poema. Todo es perfección presente coincidiendo con el medio día; y las palabras están milimétricamente situadas en el seno del verso donde mayor es su relevancia significativa].
**********
De “Cántico a “Homenaje”: Dos poemas en elogio del mediodía.
Vamos a establecer una comparación entre los dos poemas reproducidos a continuación -“Las doce en el reloj” (Cántico 5 -“Pleno ser”, II-) y “Plausible conjetura” (Homenaje)-, seleccionados entre los muchos en los que Guillén contempla fascinado la Naturaleza, en la hora del mediodía, que para él es símbolo de plenitud -frente a la noche o a la mañana-. Y de esta forma podremos percibir algunos de los rasgos esenciales que caracterizan su estilo: frases convertidas en brevísimas afirmaciones, que, sin embargo, sugieren imágenes de gran riqueza y reflexiones sutiles y profundas; clímax conseguido en los últimos versos; precisión y concisión del léxico empleado, etc., etc.
En el poema “Las doce en el reloj” -compuesto por veinte versos heptasílabos con asonancia en los pares-, el poeta fija su atención en diferentes elementos de la Naturaleza -el álamo sensitivo, el sol que todo lo reviste de luminosidad, el pájaro cantor y la flor crecida en el trigal-; y subraya la armonía cósmica que liga todo lo creado, precisamente coincidiendo con el mediodía -“¡Las doce en el reloj!” (verso 20)-, que es el momento de mayor plenitud ambiental. El propio ser del poeta se siente participe -y a la vez centro- de esos instantes en los que sensitivamente se percibe el orden que preside el universo y, exultante de júbilo, alcanza su propia plenitud existencial (versos 14-18). Los versos 1 -“Dije: ¡Todo ya pleno!”- y 19 -“Dije: todo completo.”- expresan, precisamente la alegría del poeta ante la perfección de la realidad exterior, justamente cuando las cosas están inmersas en la plenitud de su existencia; y, de esta manera, la estructura circular del poema -que empieza como termina- le sirve al poeta para realizarse en plenitud; un poeta que domina el mundo (“[...] Era yo, / Centro en aquel instante / De tanto alrededor, / Quien lo veía todo / Completo para un dios.” -versos 14/18-, con plena conciencia de la perfección de las cosas que le rodean.
Apoyo léxico. Plausible. Digno de aplauso, elogiable, admisible.
Emilio Alarcos Llorach, en “La lengua de Jorge Guillén” (cf. Ensayos y estudios literarios. Gijón, Ediciones Júcar, 1976. Colección Sindéresis, núm. 6; págs. 168-171), comparando los dos poemas, afirma “El suceso, en ambos poemas, es el mismo en principio: la perfección del círculo del mundo, la alegría de los elementos que la constituyen, el júbilo del poeta ante ella (“pleno, vibró, amor, sol, mediodía, adoración, altas, tanto alrededor” en el primero; “círculo, planicie, estío, voluntad de ser, impulso erguido, atrayente, azul, admiro, fascinado” en el segundo.”), pág. 170. Sin duda, la selección léxica que Guillén lleva a cabo le sirve para situar en el mediodía ese estado de plenitud en que se produce la perfecta adecuación entre el hombre y el Universo.
**********
En esta misma publicación digital hemos abordado el comentario de otros tres poemas de Jorge Guillén, todos ellos pertenecientes a Cántico:
19 de septiembre de 2025: “Muerte a lo lejos”. Véase en el enlace:
8 de noviembre de 2025: “Más allá (IV) y “Plaza Mayor”. Véanse en el enlace:
4 de diciembre de 2025: “La afirmación humana”. Véanse en el enlace: