No queda más lustroso y cristalino (A1)
por altas sierras el arroyo helado,
ni está más negro el ébano labrado (B1)
ni más azul la flor del blanco lino; (C1)
más rubio el oro que de Oriente vino (D1)
ni más puro, lascivo y regalado
espira olor el ámbar estimado, (E1)
ni está en la concha el carmesí más fino, (F1)
que frente, cejas, ojos y cabellos, (A2, B2, C2, D2)
aliento y boca de mi ninfa bella (E2, F2)
angélica figura en vista humana;
que puesto que ella se parece a ellos
vivos están allí, muertos sin ella,
cristal (A1), ébano (B1), lino (C1), oro (D1), ámbar (E1), grana (F1).
[Dámaso Alonso ha analizado detalladamente este soneto en Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos, obra ahora reeditada por Gredos en la Nueva Biblioteca Románica Hispánica (2008)].
El término correlación se emplea para designar la ordenación de varios “conjuntos semejantes” de acuerdo con el siguiente esquema, en el que cada línea horizontal recibe el nombre de pluralidad de correlación:
En el soneto reproducido, Lope de Vega recurre a la correlación, con la que varios elementos se corresponden los unos con los otros, de acuerdo con la fórmula siguiente:
A1, B1, C1, D1, E1, F1
A2, B2, C2, D2, E2, F2.
Incluido en el libro I de La Arcadia (1598) -la obra pastoril de Lope Vega más reimpresa en el siglo XVII-, el soneto es recitado por Olimpio ante Isabella y Menalca. Lope de Vega describe a la amada comparándola, a través de sus rasgos más característicos (frente, cejas, ojos, cabellos, aliento y boca) con otros tantos elementos de la naturaleza que sugieren pureza (cristal, ébano, lino, oro, ámbar, púrpura/grana, respectivamente), de acuerdo con el ideal de belleza femenina comúnmente recogido por la tradición petrarquista; y se vale, pues, de la correlación para montar la compleja arquitectura del poema.
En este otro soneto, Lope de Vega emplea una correlación diseminativa recolectiva. El poeta pretende zaherir la deslealtad y volubilidad de la mujer, de acuerdo con el tópico clásico.
El humo [A1] que formó cuerpo fingido,
que cuando está más denso para en nada [B1];
el viento [C1] que pasó con fuerza airada
y que no pudo ser en red cogido;
el polvo [D1] en la región desvanecido
de la primera nube dilatada;
la sombra [E1] que, la forma al cuerpo hurtada,
dejó de ser, habiéndose partido,
son las palabras de mujer. Si viene
cualquiera novedad, tanto le asombra,
que ni lealtad ni amor ni fe mantiene.
Mudanza ya, que no mujer, se nombra,
pues cuando más segura, quien la tiene,
tiene polvo [D2], humo [A2], nada [B2],
/viento[C2] y sombra [E2].
Adviértase que la primera pluralidad de los elementos repetidos está diseminada a lo largo de los cuartetos (humo -verso 1-, nada -verso 2-, viento -verso 3-, polvo -verso 5-, sombra -verso 7-); y que la segunda figura reunida en el último verso del poema, aunque el orden no sea el mismo: “tiene polvo, humo, nada, viento y sombra”.
[Este soneto está comentado por Dámaso Alonso en su obra Poesía española. Ensayo de métodos y límites estilísticos. Op. cit.].
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También Luis de Góngora ha desarrollado con gran complejidad las construcciones correlativas, lo que, por otra parte, está en consonancia con su concepción del quehacer poético como resultado de una reflexiva elaboración intelectual, y tan falto de espontaneidad como de apasionamiento (Estas construcciones correlativas han sido estudiadas en sus diversas variantes (reiterativa, progresiva, diseminativa recolectiva, etc.) por Dámaso Alonso y Carlos Bousoño en su libro Seis calas en la expresión literaria española [Prosa-poesía-teatro. Madrid, editorial Gredos, 1980, 4.ª edición. Biblioteca Románica Hispánica. II. Estudios y ensayos, 3). Como ejemplo de esta técnica se analizan a continuación dos poema exclusivamente desde esta perspectiva estilística.
Ni en este monte [A1], este aire [A2], ni este río [A3]
corre fiera [B1], vuela ave [B2], pece nada [B3],
de quien con atención no sea escuchada
la triste voz del triste llanto mío;
y aunque en la fuerza sea del estío
al viento mi querella encomendada,
cuando a cada cual de ellos más le agrada
fresca cueva [C1], árbol verde [C2], arroyo frío [C3],
a compasión movidos de mi llanto,
dejan la sombra [D1], el ramo [D2] y la hondura [D3],
cual ya por escuchar el dulce canto
de aquel que, de Strimón en la espesura,
los suspendía cien mil veces. ¡Tanto
puede mi mal, y pudo su dulzura!
Apoyo léxico.
Verso 12. Alusión a Orfeo, cuyo llanto por la pérdida de Eurídice, en las riberas de Estrimón (río que divide Macedonia y Tracia), conmovió a las fieras, las plantas y las peñas que le oían.
En los versos anteriores (1-10), los términos seguidos de una misma letra -en cada línea horizontal- forman, pues, una pluralidad de correlación (la A, la B, la C y la D); y cada una de estas pluralidades tiene un número de miembros -tres-, indicado por los subíndices empleados. Estas son, por lo tanto, las cuatro pluralidades trimembres:
Pluralidad 1: monte ..... aire ..... río
Pluralidad 2: corre fiera ..... vuela ave ..... pece nada
Pluralidad 3: cueva ..... árbol ..... arroyo
Pluralidad 4: sombra ..... ramo ..... hondura
La comprensión del texto implica la unión correlativa de todos los términos con igual subíndice; es decir:
monte ..... corre fiera ..... cueva ..... sombra
aire ..... vuela ave ..… árbol ..… ramo
río ..... pece nada ..... arroyo ..... hondura
A la memoria de la muerte y del infierno
Urnas plebeyas, túmulos reales
penetrad sin temor, memorias mías ,
por donde ya el verdugo de los días
con igual pie dio pasos desiguales.
Revolved tantas señas de mortales,
desnudos huesos y cenizas frías,
a pesar de las vanas, si no pías,
caras preservaciones orientales.
Bajad luego al abismo, en cuyos senos
blasfeman almas, y en su prisión fuerte
hierros se escuchan siempre, y llanto eterno,
si queréis, oh memorias, por lo menos
con la muerte libraros de la muerte,
y el infierno vencer con el infierno. [34]
El soneto, escrito en 1612, es una meditación filosófica sobre la muerte, que alcanza su clímax en el último terceto: el poeta, considerados los horrores de la condenación eterna, dialoga con sus pensamientos -“oh, memorias”-, en plan exhortativo, para poder evitar la muerte espiritual del alma. Repárese en la perfecta construcción arquitectónica del poema: urnas/cenizas // túmulos/huesos (cuartetos); almas/llanto // prisión / hierros (primer terceto).
[Giulia Poggi comenta brevemente este soneto en: “Un soneto de Góngora y su fuente italiana (Urnas plebeyas, túmulos reales)”. Actas del Segundo Congreso de la Asociación Internacional Siglo de Oro (AISO). Salamanca-Valladolid, 1990. Universidad de Salamanca, 1993, págs. 787-7893.
https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=3439719]