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"Archipiélago": notas de viaje

Nina Melero (Foto: cortesía de la autora).
Nina Melero | Miércoles 19 de enero de 2022

La idea de escribir Archipiélago surgió cuando vine a vivir al Sudeste Asiático. Llevo seis años aquí, y todo lo que he aprendido y vivido desde entonces me ha servido de base para la novela. Muchas de las cosas que encontré al llegar me causaron un impacto tremendo. Por ejemplo, la presencia constante de la selva (y su terrorífica belleza), los paisajes marítimos rodeados de manglares y la pervivencia de formas de vida tradicionales ligadas al mar.



Además, ésta es una región con una historia apasionante (y, por tanto, una mina de historias): leyendas sobre el último tigre de Singapur, cartas náuticas que hablan de la existencia de una olvidada Ruta de la Seda Marítima, cuchillos en cuya presencia hay que bajar la voz, viejos hoteles coloniales surgiendo entre la vegetación… Todo eso es parte de la realidad aquí, y ha pasado a dar forma al libro. Pero la trama en sí surgió de un lugar muy concreto.

La «Sala de los Naufragios»

En el museo etnográfico de Singapur hay una sala muy especial. En ella están expuestos los restos de un barco que naufragó en el siglo IX en el Mar de Java, muy lejos de la ruta que debería haber seguido y con una carga inusual. Su historia y la de su descubrimiento fue lo que dio origen al libro.

Poco después me enteré de que parte del equipo que había realizado la operación de rescate del pecio y su estudio posterior se encontraba en la universidad donde trabajo. En el edificio de al lado, de hecho… Una suerte poder preguntarles cosas e investigar a fondo sobre eso. Eso sí, sospecho que ahora cuando me ven por la facultad corren en dirección contraria… (¡Es broma! Siempre estaban dispuestos a echarme una mano y han tenido una paciencia increíble conmigo).

Aprender para compartir

Cuando escribo, la labor de documentación es muy importante para mí. Aunque los personajes y sus peripecias sean ficción, la información sobre la historia y los grupos étnicos de esta región sí es real. También son auténticas todas las leyendas del folclore local que aparecen en Archipiélago.

Por respeto al lector, siempre doy lo mejor de mí para asegurarme de que no aparece información incorrecta. Si eso implica pasarse noches leyendo sobre arqueología subacuática, informarse a fondo sobre el combate tradicional a cuchillo, o comprobar uno por uno que los términos originales en malayo están bien escritos… Pues se hace. El lector se merece ese esfuerzo, y más. Cualquier libro es un puente a otros libros: si yo hago bien las cosas, el lector podrá tirar de esos hilos en caso de que quiera seguir explorando luego por su cuenta.

Documentarse es una tarea a veces complicada y laboriosa, pero también interesante, porque es una forma diferente de aprender. No es aprender para uno mismo, sino aprender para poder escribir: aprender para compartir.

Navegación tradicional

Por supuesto, el trabajo de documentación no consiste solo en rastreos bibliográficos o consultas con especialistas. Como he hecho con otros libros, siempre me busco la vida para acercarme lo más posible a lo que van a vivir los personajes.

En el caso de Archipiélago fue fácil, por mis propios intereses. Ya había participado en varias expediciones por Indonesia, pero la que lo cambió todo fue la del Balangay 2018. Ese año me uní a un proyecto del Ateneo de Manila y la Fundación Kaya ng Pinoy. Consistía en una expedición a través del archipiélago filipino a bordo de un barco tradicional, construido con técnicas que llevan usándose desde el siglo IV. El barco, aunque muy pequeño, era espectacular... Tenía las velas de colores, al estilo de esta región; y el casco estaba simplemente cosido con cordajes de palma y calafateado con resinas y leche de coco. Las personas que habían ayudado a construirlo formaban parte de la tripulación: varios hombres sama-bajau, una etnia de «nómadas del mar» que pasan la mayor parte de su vida en el agua.

Vivir a bordo de ese barco (durmiendo en cubierta todos juntos, sin baño, sin electricidad, a altas temperaturas...) durante tantas semanas no fue fácil, pero surgió una gran camaradería a bordo y pude aprender mucho de la gente a mi alrededor. Además, por las características del barco (y de las zonas que recorrimos), tuvo que escoltarnos la guardia costera filipina: fue también interesante ver su trabajo de cerca.

Si no hubiera hecho ese viaje, probablemente Archipiélago no existiría. Las personas que ya hayan leído el libro seguramente entenderán por qué: en la novela aparecen descritas algunas embarcaciones tradicionales del Sudeste Asiático, como el phinisi; y uno de los protagonistas pertenece a un grupo de «nómadas del mar» con los que estuve en contacto en ese viaje y otros sucesivos.

Vente conmigo

Mi objetivo principal es invitar a los lectores a pasárselo muy bien viviendo las experiencias de los personajes y explorando mentalmente esta parte del mundo. Supongo que al terminar un libro todos nos guardamos dentro cosas distintas, cada uno lo que quiere (o lo que necesita, quizás). Me gustaría mucho que la persona que termina Archipiélago tuviera la sensación de haber pasado muy buenos ratos con la novela. En realidad, mi mayor deseo es que se lo haya pasado tan bien leyéndolo como yo mientras lo escribía. Ojalá, además, que le sirva para animarse a emprender sus propios viajes; o incluso a escribirlos, quién sabe… Igual que me pasó a mí con los libros que amo.

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