LOS IMPRESCINDIBLES - Álvaro Bermejo

“LOS DESNUDOS Y LOS MUERTOS”

Juan Luis Goeneaga (Foto: Isabel Azkárate).
Álvaro Bermejo | Viernes 09 de febrero de 2024

Una fotografía frontal de Juan Luis Goenaga a la manera de una figura de Giacometti, hierático y en pie, el torso desnudo, junto a su amigo invisible o su gemelo fantasma, un esqueleto en la misma postura, tal vez el antediluviano hombre de Alkiza, capta toda mi atención. A su lado, el cuerpo sumario de Juan Luis Goenaga casi parece el de Hércules Poirot. Un paso más y me atrapa un Jorge Oteiza que mira de frente muy enfadado, no sabes muy bien si a quien le ha puesto esa camisa limpia, o quizá a la selecta concurrencia que me acompaña en esta presentación privada de la última muestra de Isabel Azkarate en San Telmo.



“Arte y Parte”. Isabel ojo de pez, gran angular. Una mirada, un código visual. Del fotoperiodismo a la intensificación de lo real. Del documento gráfico al espejo negro. Todos somos parte de este arte, parece decirnos.

Segunda serie disruptiva: un happening de cuerpos desnudos firmando por Charles Ray entre los que orbita una dispersa fauna de espectadores vestidos. Cuatro instantáneas de representaciones femeninas hiperrealistas perfectamente ajenas a la mirada que las contempla. La última sugiere la Venus de Velázquez. Genera ante su público la misma exquisita indolencia que la atroz recreación de ‘Los desastres de la guerra’, según los hermanos Chapman.

Los desastrados somos nosotros, los que deambulamos igual que ellos entre las fotografías de Isabel, creyéndonos a salvo. Hasta que nos adentramos en el sancta sanctorum de la muestra: ‘Almacenados’, bustos en yeso de amerindios y afroamericanos, retirados del Museo Americano de Historia Natural. Historia prohibida, incorrección de la mirada.

Pienso en el no menos incorrecto Helmuth Newton, el que puso las joyas de un catálogo de Bulgari en las manos de una mujer destripando un pollo. Carne cruda, luz cruda. Luz que hace irradiar a esa carne una luminosidad ausente en la decrepitud de quienes la contemplan.

Los desnudos y los muertos, que diría Norman Mailer. ¿Pero quiénes son los muertos? Tal vez ese friso de observadores observados por la mirada panóptica de Isabel. Víctimas expiatorias atrapadas en un juego del rol. Tu disfraz de ciudadano respetable no te exime de esta confrontación entre la carnalidad y su descarnación. Entre la desnudez del alma y sus delicuescencias.

Escenas de caza en la baja Bohemia. Cuidado, dispara Isabel. No cabe escapatoria posible. A partir de un negativo, una eclosión de belleza. Una revelación de la otra parte, donde habita la ausencia.

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