EL RINCÓN DE LA POESÍA

"Alma" de Manuel Machado: Un recorrido por la estética modernista y el simbolismo en la poesía

Manuel Machado retratado por su hermano, José Machado Ruiz. Hacia 1940

Nuestro poema de cada día

Fernando Carratalá | Miércoles 17 de septiembre de 2025
Manuel Machado incorpora a su poesía elementos procedentes de las artes plásticas, lo cual es algo propio del Modernismo (admiración parnasiana por la belleza plástica y concepción unitaria, propiamente simbolista, de las diversas artes). Y así lo vemos en libros como Alma, de 1902, una de cuyas secciones -de las siete que componen la obra- se llama “Museo”, y tiene como subtítulo “Retratos de época” (En 1907 Gregorio Pueyo edita en Madrid Alma. Museo. Los cantares. En esta edición, la segunda de Alma, Museo cuenta con 19 poemas; en la de 1902 solo tenía 3; y el dibujo de la portada es de Juan Gris); y Apolo. Teatro pictórico, de 1911 (Madrid, V. Prieto y Compañía, Editores). De la sección “Museo” -de la primera edición de Alma- traemos aquí el poema “Felipe IV”, elaborado a partir de uno de los retratos que Velázquez efectuó al monarca.


Felipe IV

Nadie más cortesano ni pulido

que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,

siempre de negro hasta los pies vestido.

Es pálida su tez como la tarde,

cansado el oro de su pelo undoso,

y de sus ojos, el azul, cobarde.

Sobre su augusto pecho generoso,

ni joyeles perturban ni cadenas

el negro terciopelo silencioso.

Y, en vez de cetro real, sostiene apenas

con desmayo galán un guante de ante

la blanca mano de azuladas venas.

Manuel Machado: Alma. Madrid, Editorial Cátedra, 1999. Colección Letras Hispánicas,
núm. 283. [Incluye Ars moriendi]. Edición de Pablo del Barco.

Apoyo léxico y notas culturales.

Cortesano. Cortés, educado, atento, con la elegancia y distinción del que vive en la corte. Pulido. Pulcro, acicalado, aseado en su aspecto. Felipe IV. Fue rey de España desde el 31 de marzo de 1621 hasta su muerte, el 17 de septiembre de 1665. Tez pálida. Disminuida en su color natural. Pelo undoso. Que tiene ondas, rizado. Cobarde. Pusilánime, medroso. Augusto. Majestuoso, digno de gran respeto y veneración por su excelencia. Joyel. Joya pequeña. Desmayo. Desánimo, desaliento. Galán. Gentil, apuesto. La blanca mano de azuladas venas. En la sangre azul transparentada por la piel (verso 12), así como en la palidez de la tez (verso 4) se ha querido ver un símbolo de la decadencia de los Austrias. En este sentido, los adjetivos “pálida”, “blanca” y“azuladas” -de enorme plasticidad en el conjunto del poema- poseen connotaciones que trascienden su significado puramente cromático.

El poema está dedicado a su amigo, poeta modernista de origen granadino, Antonio Zayas (1871-1945), autor de Retratos antiguos, obra publicada en 1902. También Zayas dedicó unos versos -un soneto- a Felipe IV, tomando como modelo uno de los cuadros pintados por Velázquez.

Y antes de “entrar” en el poema de Manuel Machado, conviene hacer una aclaración: ¿confunde el poeta uno de los retratos de Felipe IV con otro de su hermano, el infante don Carlos, cuadros pintados por Velázquez? Si se compara el texto con ambos cuadros, queda de manifiesto que quien sostiene “un guante de ante” (terceto cuarto, verso 13), no es Felipe IV, sino don Carlos (y en este guante concentra Velázquez toda la luz del cuadro, ya que la otra mano enguantada y el resto del infante están bastante oscurecidos). ¿No parece extraño que una persona artísticamente culta como Manuel Machado incurriera en dicha confusión? Díez de Revenga- nos da la respuesta a ambas preguntas: “El simbolismo, y sobre todo el parnasianismo de Manuel Machado nos legaron la figura de un rey, visto en el famoso retrato de 1624, abúlico y decadente, incapaz de tener en su mano el documento con el que le retrató el pintor, que Machado, en gesto genuinamente parnasiano, lo convirtió en el guante de ante que el hermano del rey, el infante don Carlos, ostenta en su propio retrato también de Velázquez (1626)”.

https://studiaaurea.com/article/download/v8-diez/138-pdf-es

A partir del modelo pictórico, el poema es una hábil combinación de ritmo, hipérbaton y adjetivación, puesta al servicio de obtener la imagen de un rey abúlico e indolente. Lo componen 12 versos endecasílabos agrupados en cuatro tercetos encadenados (con rimas consonantes ABA-BCB-CDC-DED, y sin añadir otro endecasílabo que convirtiera el último terceto en un serventesio). Y el ritmo acentual de los endecasílabos es de lo más variado: los hay de tipo enfático (versos 1 y 4), heroico (verso 9), melódico (versos 8 y 11), sáfico (versos 3, 5, 6 y 12), e incluso con todas las sílabas pares acentuadas (verso 10). Pero para lograr el ritmo requerido -y la rima adoptada- es necesario recurrir al hipérbaton, frecuente a lo largo del poema. Así sucede en los siguientes versos:

Verso 3:siempre de negro hasta los pies vestido” -acentos en las sílabas 1 [antirritmico], 4, 8 y 10, y “vestido” rima con “pulido”, en el verso 1-; en lugar de “siempre vestido de negro hasta los pies”, y de esta manera, el ritmo destaca el adverbio “siempre”, el adjetivo “negro” y el nombre “pies”, para caracterizar el color de la continua vestimenta del rey, de arriba abajo).

Verso 4:Es pálida su tez como la tarde” -acentos en las sílabas 1 [antirrítmico], 2, 6, 10, y “tarde” rima con “guarde”, en el verso 2-; en lugar de “Su tez es pálida, como la tarde,” y así, el efecto antirrítico producido por la combinación de verbo+adjetivo esdrújulo (“Es pálida”) y la acentuación en sexta sílaba del monosílabo “tez”, hacen más expresivo el símil mediante el cual se compara la palidez del rostro del rey con el color mortecino en que se enmarca el atardecer (“como la tarde”).

Verso 6:y de sus ojos, el azul, cobarde” -acentos en las sílabas 4, 8, 10, y “cobarde” rima con “tarde”, en el verso 4-; en lugar de “y el azul cobarde de sus ojos.”, y de esta forma se incide con mayor eficacia en el hecho de que los ojos azules del rey traslucen su carácter pusilánime, al encontrarse el adjetivo “cobarde” en una posición de relevancia expresiva, subrayada por la puntuación ortográfica.

Versos 8 y 9:ni joyeles perturban ni cadenas / el negro terciopelo silencioso” -acentos en las sílabas 3 6 10 (verso 8, en el que “cadenas” rima con “apenas”, del verso 10) y 2, 6 10 (verso 9, en el que “silencioso” rima con “generoso”, del verso 7)-; en lugar de “el negro terciopelo silencioso / no perturban ni joyeles ni cadenas”, y así la forma verbal “perturban” rompe la secuencia “ni joyeles ni cadenas” -que es el sujeto de la oración- y, por otra parte, en el verso 9 los adjetivos “negro” y “silencioso” flanquean el nombre “terciopelo”, y destacan el carácter taciturno del rey, además de insistir en el color “negro” de su vestimenta, ya aludido en el verso 3, y presentada ahora con la metonimia “terciopelo”.

Versos 10-12:Y, en vez de cetro real, sostiene apenas / con desmayo galán un guante de ante / la blanca mano de azuladas venas” -acentos en todas las sílabas pares en el verso 10, ya que la palabra “real”, en sexta sílaba, contiene una sinéresis y es, por tanto monosílaba a efectos métricos, y “apenas” rima con “cadenas”, en el verso 8; en el verso 11 los acentos recaen en las sílabas 3, 6, 8 y 10, y existe además una rima en eco de sugestivos efectos auditivos (“guante de ante”); y en el verso 12 llevan acento las sílabas 2, 4, 8 y 10, y además la palabra “venas” rima con “apenas”, del verso 10, de forma que la estructura paralelística bimembre “adjetivo+nombre” (“blanca mano/azuladas venas”) concentra en el cromatismo desvaído de la mano del monarca toda la atención, una mano que no lleva el centro que representa la autoridad regia, sino un simple “guante de ante”: es la metáfora perfecta de quien ha dejado los asuntos de Estado en manos de un válido, el Conde-Duque de Olivares, aunque no se cite expresamente-; en lugar de “la blanca mano de azuladas venas sostiene apenas un guante de ante con desmayo galán, en vez de cetro real”. Sin duda, el adverbio “apenas” tiene su importancia significativa en el conjunto del terceto: la apatía del rey llega a tales extremos que casi no puede sostener no ya el centro real, sino un simple guante.

Pero es la abundancia y la colocación de los adjetivos, que ritmo y sintaxis exigen, unos adjetivos en ocasiones fuertemente connotativos, la que ayuda a construir la imagen del temperamento del monarca que el poema de Manuel Machado quiere transmitir y que Velázquez logró con sus pinceles: “cortesano”, “pulido” (verso 1: en elegancia, nadie gana al rey); “negro” en su vestimenta (versos 3 y 9); de tez “pálida” (verso 4); “cansado” (verso 5, un cansancio que incluso refleja su rizado pelo rubio: “el oro de su pelo undoso”); de ojos azules pero mirada “cobarde” (verso 6); taciturno (verso 9, un silencio el suyo que se hace más intenso por la negrura de su vestimenta: “el negro terciopelo silencioso”, construcción en la que un desplazamiento calificativo atribuye al terciopelo una cualidad propia del rey: que tiene el habito de callar, es decir, “silencioso”; repárese, por otra parte, en que la construcción “adjetivo+nombre+adjetivo” del verso 9 está también presente en el verso 7, el único en el que los adjetivos no tienen connotaciones de matices más o menos peyorativos: “augusto pecho generoso”); lánguido incluso en su galantería (verso 10: “con desmayo galán”); y de sangre regia (verso 12: “azuladas venas”), pero debilitada (verso 12: “blanca [pálida] mano”, incapaz de sostener el centro real, en posible alusión a la decadencia de la monarquía). Como bien señala Eloy Navarro Domínguez, “La La adjetivación contribuye a restar plasticidad a la descripción, confiriéndole una dimensión moral que a la larga acapara el sentido de todo el poema”.

http://institucional.us.es/revistas/philologia/9/art_2.pdf

Estamos, además, ante un estilo nominal, en el que se prescindido de los verbos, y los pocos que hay se encuentran en presente de indicativo (“es” -verso 4-, “perturban” -verso 8-, “sostiene -verso 10-; además del presente de subjuntivo que exige la oración desiderativa del verso 2, introducida por el relativo “que” cuyo antecedente es “Rey Felipe”: “que Dios guarde” -verso 2-). De esta manera, parece romperse la distancia histórica que separa al monarca de quien contempla el correspondiente cuadro de Velázquez, recreado por Manuel Machado en su poema. Tanto aquel como este han sabido captar la apatía majestuosa de Felipe IV.

Velázquez: Felipe IV (1623-1628. Óleo sobre lienzo, 198 x 101,5 cm. Ficha del Museo del Prado:

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/felipe-iv/d32048ac-2752-4248-a53a-45d9d58b1645

El infante don Carlos (1626-1627. Óleo sobre lienzo, 209 x 125 cm. Ficha del Museo del Prado:

https://www.museodelprado.es/coleccion/obra-de-arte/el-infante-don-carlos/b813eb73-28a8-463b-ade3-75de28fe231a

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