EL RINCÓN DE LA POESÍA

Gerardo Diego: Un poeta versátil y vanguardista del siglo XX

Gerardo Diego, catedrático del Instituto de Madrid “Beatriz Galindo”

Nuestro poema de cada día

Fernando Carratalá | Sábado 27 de septiembre de 2025
La figura humana y la obra literaria de Gerardo Diego son extraordinariamente versátiles: poeta, profesor, critico literario, articulista en la prensa diaria, musicólogo, pianista, pintor...; y autor de cuarenta libros poéticos originales que le convierten en una de las figuras más destacadas de la poesía del siglo XX.


Romance del Duero

Río Duero, río Duero,

nadie a acompañarte baja,

nadie se detiene a oír

tu eterna estrofa de agua.

Indiferente o cobarde,

la ciudad vuelve la espalda.

No quiere ver en tu espejo

su muralla desdentada.

Tú, viejo Duero, sonríes

entre tus barbas de plata,

moliendo con tus romances

las cosechas mal logradas.

Y entre los santos de piedra

y los álamos de magia

pasas llevando en tus ondas

palabras de amor, palabras.

Quién pudiera como tú,

a la vez quieto y en marcha,

cantar siempre el mismo verso

pero con distinta agua.

Río Duero, río Duero,

nadie a estar contigo baja,

ya nadie quiere atender

tu eterna estrofa olvidada,

sino los enamorados

que preguntan por sus almas

y siembran en tus espumas

palabras de amor, palabras.

Gerardo Diego: Soria. Galería de estampas y efusiones. Valladolid, Imprenta y Librería de la viuda de Montero, 1923.

La figura humana y la obra literaria de Gerardo Diego son extraordinariamente versátiles: poeta, profesor, critico literario, articulista en la prensa diaria, musicólogo, pianista, pintor...; y autor de cuarenta libros poéticos originales que le convierten en una de las figuras más destacadas de la poesía del siglo XX. En 1932 apareció su famosa antología Poesía española, obra de capital importancia en la historia de la poesía española anterior a la Guerra Civil, y en la que se recogen composiciones -y testimonios acerca del concepto de poesía- de los poetas de la Generación del 27, de la que Diego forma parte. En 1947 ingresó en la Real Academia Española. Son numerosos los premios que ha recibido; entre ellos, el Nacional de Literatura -en 1925, por Versos humanos; premio que comparte con Rafael Alberti y su Marinero en tierra-, y el Cervantes, en 1979.

La versatilidad de Diego le ha permitido simultanear la poesía de vanguardia -Diego es el máximo representante español del Creacionismo- y la poesía clásica o tradicional; y en ambas direcciones poéticas se advierte una cualidad constante: el dominio absoluto de la forma, cualquiera que sea el tipo de verso elegido.

Diego se inicia en el mundo de la poesía con tres libros de gran sencillez y grata musicalidad: Iniciales (de 1918, publicado en 1944), El Romancero de la novia (1920), y Nocturnos de Chopin (publicado en 1963; libro este último que revela la capacidad del poeta para relacionar música y poesía). El espíritu vanguardista del poeta está presente en varios libros: Evasión (escrito entre 1918 y 1919, y publicado en 1958; libro considerado ultraísta); Imagen. Poemas (1918-1921, publicado 1922) y Manual de espumas (1924). Son libros adscritos al Creacionismo, de poesía originalísima, al margen de toda lógica y de cualquier referencia a la realidad inmediata. A este tipo de poesía alude el poeta cuando afirma: “Creer lo que no vimos dicen que es la Fe; crear lo que nunca veremos, esto es la Poesía” [1]; Fábula de Equis y Zeda (obra escrita entre 1926 y 1929, en pleno fervor gongorino, y publicada en 1932; sucesión de imágenes disparatadas, en sextetos de gran musicalidad-); y Poemas adrede (1932), en donde se hace patente la influencia del surrealismo; intento de aunar la expresión tradicional con la vanguardista-; surrealismo que alcanza también a algunos de los poemas de Ángeles de Compostela (1940; la nueva versión completa se publica en 1961).

Los mejores libros, dentro de la vertiente tradicional, son, sin duda, Versos humanos (1925, Premi0o Nacional de Literatura 1925-1925) y Alondra de verdad (1941); obras que incluyen sonetos de insuperable perfección técnica. En sus libros posteriores sigue manifestándose la aguda sensibilidad para la belleza y el sentido musical que ha presidido siempre el quehacer poético de Gerardo Diego. Dentro de los libros de "paisajes" destacan -además de Alondra de Verdad y Ángeles de Compostela-, Soria. Galería de estampas y efusiones (1923) del que hemos seleccionado el poema que comentamos-, Paisaje con figuras (1956, Premio Nacional de Literatura), y Mi Santander, mi cuna, mi palabra (1961). La lírica amorosa de Diego se concentra en libros como Amazona (1956), Amor solo (1958), Canciones a Violante (1959) y Sonetos a Violante (1962). La lírica religiosa está recogida en Versos divinos (1971), obra que incluye el libro juvenil Viacrucis (1931), donde hallamos décimas algo frías y demasiado elaboradas, pero llenas de esencias populares. La afición de Diego por la música origina una de sus grandes composiciones: Preludio, aria y coda a Gabriel Fauré (1967), en la que Diego ha sido capaz de transmitir con sus versos la fuerza expresiva de la música. Y de su pasión por los toros dan testimonio los libros La suerte o la muerte (1963) y El cordobés dilucidado y vuelta del peregrino (1966).

La extensa obra poética de Gerardo Diego ha oscilado siempre entre los temas y expresiones de raíz vanguardista y las estructuras más clásicas de nuestra poesía, que renueva con aportaciones insospechadas. Y, en efecto, analizada la trayectoria poética de Gerardo Diego en su conjunto, no deja de sorprender una intención innovadora en todos sus libros, un cierto sentido vanguardista que alcanza incluso a sus obras de temas y formas más tradicionales.

Una singular destreza verbal -que se manifiesta en el impecable dominio de la metáfora-, un hondo conocimiento de los recursos técnicos del verso -y en particular, de la estructura formal del soneto, con que se revisten los más audaces temas de la poesía moderna-, y un exquisito sentido musical -producto, sin duda, de la afición a la música- se revelan como una constante en la obra del poeta.

La poesía de Gerardo Diego es de una belleza incomparable; pero no se sumerge en las más hondas realidades de la vida. Y, en su conjunto, debe ser considerada como una extraordinaria obra de arte -a la que no le falta emoción y densidad expresiva- en la que el mundo, transfigurado por la magia de un renovado lenguaje poético, queda reducido a sus más puros valores estéticos.

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En los poemas de Soria. Galería de estampas y efusionesse recorren numerosos lugares de la geografía soriana; una obra que se amplía con el título Soria (1948), en la que se incluyen “Nuevo Cuaderno de Soria” (1923-1924), “Capital de provincia” (1929-1947”, “Cancionerillo de Salduero” (1941-1943), “Tierras de Soria” (1929-1947) y “El intruso” (1946), y que alcanza, así, 58 poemas. El “ciclo soriano” se completa con Soria Sucedida” (1977) y Soria sucesora (1981).

[Recordemos que Diego ocupó la Cátedra de Literatura del Instituto General y Técnico de Soria -en la actualidad, IES “Antonio Machado”- durante dos cursos escolares -entre el otoño de 1920 y el verano de 1922-; y pasó a continuación al Instituto “Jovellanos”, de Gijón, en el que permaneció hasta junio de 1931. Y en esos años de estancia en Soria se sintió profundamente atraído por la ciudad, por sus pueblos y, en especial, por el paisaje soriano; como le ocurrió años antes a Antonio Machado, que abandonó Soria para trasladarse a Baeza, a causa de la muerte de su mujer, Leonor Izquierdo, sin cuya compañía Soria ahogaba sus expectativas anímicas. Diego se jubiló en el IES “Beatriz Galindo” en diciembre de 1966].

Diego, con sostenida emoción, evoca el río soriano en una serie de 28 versos octosílabos, sometidos a un ritmo cuaternario -que se marca tipográficamente-, y con rima asonante /á-a/ en los pares, que coadyuva a la grata musicalidad que recorre toda la composición; en la que encontramos, además, algunas marcadas aliteraciones de dentales: verso 3 (“nadie se detiene a oír), verso 4 (“tu eterna estrofa de agua”), verso 8 (“su muralla desdentada; verso, con asonancia interna /á-a/), verso 10 (“entre tus barbas de plata”; la asonancia interna /á-a/ se añade la aliteración de bilabiales); una leve aliteración del fonema /s/ (verso 12: “las cosechas mal logradas”); y hay, asimismo, alguna que otra asonancia interna (así, en los verso 1 y 21, a causa de la repetición léxica: “Río Duero, río Duero”; o en el verso 9: “Tú, viejo Duero, sonríes”). Y aun cuando son pocas las palabras agudas que hay en el poema, se encuentran situadas en lugares estratégicos de los correspondientes versos, lo que también ayuda a obtener esa musicalidad cantarina que simboliza el fluir del río: “nadie se detiene a oír” (verso 3), “no quiere ver en tu espejo” (verso 7), “las cosechas mal logradas” (verso 12), “palabras de amor, palabras” (versos 16 y 28), “Quién pudiera como ” (verso 17), “a la vez quieto y en marcha” (verso 18), “cantar siempre el mismo verso” (verso 19), “nadie a estar contigo baja” (verso 22), “ya nadie quiere atender” (verso 23). Nada de particular tiene, pues, la eufonía lograda, si se tiene en cuenta la sensibilidad musical del poeta.

Diego ha adoptado como forma discursiva del poema, el apóstrofe lírico: el poeta entabla un “aparente diálogo silencioso” con el río Duero a su paso por las tierras sorianas, frecuentado solo por los enamorados, que pasean por sus orillas intercambiándose sentimientos amorosos. Y esta estructura dialógica contribuye a acrecentar un clima emocional que se va haciendo más intenso conforme el poema va avanzando. Y así, figuran en el texto vocativos (versos 1 y 21: “Río Duero, río Duero”, nombre acompañado de aposición especificativa; verso 9: “Tú, viejo Duero, sonríes”, nombre que va precedido de un epíteto); y referencias al “interlocutor silencioso”, aludido ya mediante distintas formas del pronombres personal de segunda persona (verso 2: “acompañarte”; versos 9 y 17: “”; verso 22: “contigo”); ya mediante el determinante posesivo de segunda persona (versos 4 y 24: “tu eterna estrofa”; verso 7: “en tu espejo”; verso 11: “tus romances”; verso 15: “en tus ondas”; verso 27: “en tus espumas”); ya mediante verbos en segunda persona del singular del presente de indicativo: “sonríes” (verso 9), “pasas” (verso 15).

El ritmo sostenido del poema se logra, además, mediante repeticiones de toda índole, sabiamente repartidas a lo largo de la composición: el arranque del poema (“Río Duero, río Duero”) -que se reitera en el verso 21-, al que se suma el epíteto “ornamental del verso 9 (“Tú, viejo Duero, sonríes), y en el que tensión emocional del apóstrofe lítico aumenta; la anáfora de los versos 2-3 (“nadie a acompañarte baja, / nadie se detiene a oír”), una anáfora que subraya la sensación de soledad en la que se encuentra el río cuando bordea la ciudad soriana; y la anadiplosis de los versos 16 y 28: “palabras de amor, palabras” que, al repetirse cerrando el poema, logran un clímax emocional altamente poético. Por otra parte, los versos 5-8, con ligeras variantes, reaparecen casi al final del poema (versos 21-24).

Diego insiste de manera recurrente en la soledad en que se vive sumido el Duero, sumergiendo al lector en un estado anímico de nostálgica tristeza: la ciudad permanece ajena al río: “nadie a acompañarte baja” (verso 2), “nadie a estar contigo baja” (verso 22); nadie se acerca a él -salvo los enamorados- para contemplar sus bellezas: su cantarino fluir: “nadie se detiene a oír / tu eterna estrofa de agua” (versos 3/4); “ya nadie quiere atender / tu eterna estrofa olvidada” (versos 23/24), y contemplar la superficie planteada de sus aguas: “tus barbas de plata” (verso 10). Y tan grande es -a juicio de Diego- el abismo sentimental que separa a los sorianos del río Duero, que la ciudad entera es incapaz de saber apreciar el reflejo en sus aguas (“espejo”) de su castillo y murallas medio derruidas (“muralla desdentada”): “Indiferente o cobarde, / la ciudad vuelve la espalda. / No quiere ver en tu espejo / su muralla desdentada” (versos 5/8). [Aunque la intencionalidad del poema sea otra, Antonio Machado tiene una visión parecida a la de Gerardo Diego. En la parte VI del poema “Campos de Soria, incluida en Campos de Casstilla (1912), escribe el poeta sevillano en relación con Soria: “¡Soria fría, Soria pura, / cabeza de Extremadura, / con su castillo guerrero / arruinado, sobre el Duero; / con sus murallas roídas/ y sus casas denegridas!”].

Pero el río fluye satisfecho y sonriente, y lo que refleja en la superficie de sus aguas son los trabajos de los abnegados agricultores que arrancan a la tierra cosechas en duras condiciones (versos 11/12: “moliendo con tus romances / las cosechas mal logradas”), y las ermitas que flanquean su cauce (verso 13: “los santos de piedra”; y el encanto de los álamos de sus riberas (verso 14: “los álamos de magia”); y en sus ondas y espumas el Duero transporta las palabras de amor de los enamorados que dan rienda suelta a sus sentimientos (versos 15/16 y 27/28). [Repárese en que esos “santos de piedra” aluden, mediante metonimia, a los edificios religiosos que bordean el Duero a su paso por Soria, ambos situados en la margen izquierda (San Juan de Duero y San Saturio). Y otra vez la necesaria referencia a Antonio Machado y a “Campos de Soria”, ahora en el poema VIII: “He vuelto a ver los álamos dorados, / álamos del camino en la ribera / del Duero, entre San Polo y San Saturio, / tras las murallas viejas de Soria barbacana / hacia Aragón, en castellana tierra”. Ahí, junto a los álamos, están, también, los “santos de piedra” de Gerardo Diego. Y, por otra parte, en la nueva metonimia “los álamos de magia” se concentra toda una vegetación surgida a orillas del Duero y presidida por los álamos. Hay ciertas semejanzas en la forma de sentir los álamos sorianos Diego y Machado. Para Diego, tienen un carácter mágico, con todas las connotaciones que el adjetivo puede entrañar. Machado es más expresivo: “¡Álamos del amor que ayer tuvisteis / de ruiseñores vuestras ramas llenas; / álamos que seréis mañana liras / del viento perfumado en primavera; / álamos del amor cerca del agua / que corre y pasa y sueña, / álamos de las márgenes del Duero, […]”. Pero tanto en Machado como en Diego, los álamos junto al Duero recogen el testimonio de los enamorados: “Estos chopos del río, que acompañan / con el sonido de sus hojas secas / el son del agua, cuando el viento sopla, / tienen en sus cortezas / grabadas iniciales que son nombres de enamorados, / cifras que son fechas”. Porque junto a esos “álamos de magia”, los enamorados intercambian “palabras de amor, palabras”; como Antonio Machado y Leonor izquierdo].

Y el poeta quiere ser como el Duero: “a la vez quieto y en marcha” (verso 18), capaz de “cantar siempre el mismo verso / pero con distinta agua” (versos 19/20); es decir, avanzar pero no cambiar nunca, en una mezcla de permanencia -ese “eterno” río, testigo de la vida de las personas- y transitoriedad -el continuo fluir de sus cambiantes aguas que, solitarias, siguen su curso idénticas a sí mismas, acompañadas solo por los requiebros verbales de los enamorados. [[Entrando en consideraciones filosóficas, nos encontramos con el concepto del “Panta rei” (Πάντα ῥεῖ; “Τodo fluye”, que Platón atribuye al filósofo presocrático Heráclito de Éfeso: todo está en cambio continuo. Ese flujo perpetuo está vinculado con el célebre apotegma “Todo se mueve y nada permanece y en el mismo río no nos bañamos dos veces” (atribución de Platón, por boca de Sócrates, a Heráclito en el diálogo Crátilo)].

Y no podemos cerrar el comentario sin hacer referencia a lo expresivo de la adjetivación empleada por Diego, capaz por sí misma de sugerir imágenes capaces de suscitar las más variadas emociones anímicas y estéticas; ya sea mediante el calificativo propiamente dicho (en función de adjunto al nombre o de predicativo), ya seas mediante la construcción “de+nombre”, acompañando a un nombre y con valor adjetival:

tu eterna estrofa de agua” (verso 4); “eterna estrofa olvidada” (verso 24). Es el permanente fluir del agua, con su armonioso sonido, como si de una rítmica estrofa poética se tratara.

Indiferente o cobarde / la ciudad vuelve la espalda” (versos 5-6). La ciudad, ya por indiferencia o por pusilanimidad, se desentiende el Duero, adoptando una actitud de desprecio (concepto este el de “dar/volver la espalda” ya atestiguado por Julio César en sus escritos como referencia a la actitud cobarde del enemigo). Aquí, los adjetivos cumplen una función predicativa.

su muralla desdentada” (verso 8): desportillada y con sus almenas medio derruidas.

Tú, viejo Duero, sonríes” (9). La vejez, acompañada de sonrisa, no se asocia con los achaques, sino con todo lo contrario: es experiencia, magnificencia. Este es un caso claro de epitheton ornans.

las cosechas mal logradas” (= “malogradas”): (verso 12). Es la impotencia del agricultor ante la nula rentabilidad de sus esfuerzos laborales: las cosechas están arruinadas, desaprovechadas.

a la vez quieto y en marcha” (verso 18). En referencia al Duero, el adjetivo funciona como predicativo. La aparente contradicción entre “quietud y movilidad”, más allá de un juego de palabras, es uno de los apoyos temáticos del texto.

pero con distinta agua” (verso 20), adecuado complemento del verso anterior: “cantar siempre el mismo verso”. Es decir, el agua el distinta, pero el verso es el mismo: nuevamente la movilidad frente a la permanencia: la del río y la del poeta.

En los versos 10 (“entre tus barbas de plata”), 13 (“y entre los santos de piedra”) y 14 (“y los álamos de magia”), el poeta ha preferido el complemento nominal al adjetivo morfológico: “plateados”, “pétreos”, “mágicos”, quizá en busca de la mejor eufonía y ritmo acentual de los respectivos versos, y al margen de la imposición de la rima /á-a/ en los versos 10 y 14.

Quizá resulte conveniente recordar que Gerardo Diego solo tenía 26 años cuando escribió este poema, en el que la sencillez es solo aparente, y tras ella se esconde una perfecta elaboración formal.

[FERNANDO CARRATALÁ]

Recitación del romance por el Grupo Retablo. Voz: Mayte Domínguez. Piano: Pablo Bethancourt.

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RNE. La “Poesía completa” de Gerardo Diego. Programa “La hora azul”.

San Lallana, Pedro: “Gerardo Diego: In memoriam (2002).

http://www.soria-goig.org/senderos/autores/gerardod.htm

Web de la Fundación Gerardo Diego:

http://www.fundaciongerardodiego.com/

Autobiografía.

http://www.fundaciongerardodiego.com/gerardodiego/autobiografia

Cronología:

http://www.fundaciongerardodiego.com/gerardodiego/cronologia

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