El dolor de Antonio Machado tras la pérdida de Leonor IzquierdoEl llanto poético por la esposa perdida. (I) Antonio Machado obtuvo en 1907 la cátedra de Francés en el Instituto de Soria, ciudad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al Instituto de Baeza.
El “milagro que no se produce”
A un olmo seco
Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo. algunas hojas nuevas le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas,
Antes que te derribe, olmo del Duero. con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campaña. lanza de carro o yugo de carreta: antes que rojo en el hogar, mañana. ardas de alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino. y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. Antonio Machado: Campos de Castilla (1912).Este poema está fechado el 4 de mayo de 1912. El milagro que ha hecho brotar “algunas hojas nuevas” -verso 4-, una “rama verdecida” -verso 27- en un “olmo viejo, hendido por el rayo / y en su mitad podrido” -versos 1 y 2-, ese renacer de la vida que se asocia a toda primavera, es el deseo que embarga a Machado, y que quisiera trasladar a la situación de su mujer, gravemente enferma (“Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida, / otro milagro de la primavera” -versos 28/30-). Pero el milagro que tanto ansía Machado no se produce, y Leonor Izquierdo fallecía de tuberculosis el 1 de agosto de 1912 (está enterrada en el cementerio de El Espino), dejando sumido al poeta en la más absoluta desolación, hasta tales extremos que pronto abandonará Soria -que no concibe sin la presencia de su mujer- para trasladarse a tierras andaluzas, en concreto a Baeza. Desde el punto de vista métrico, el poema ofrece varias singularidades. Comienza con un soneto atípico, ya que el segundo verso es un heptasílabo y los trece restantes son endecasílabos. Por otra parte, los cuartetos han sido sustituidos por serventesios y estos no repiten la misma rima: AbAB/CDCD. Y en cuanto a los tercetos, sus rimas se alejan de las formas clásicas: EFE/FGG. La segunda parte del texto está formada por una agrupación de 16 verso (del 15 al 30), de los cuales tres son heptasílabos (los versos 21, 25 y 28) y el resto endecasílabos; y la siguiente distribución de rimas consonantes: HH (versos 15/16: rima gemela /-éro/); IJIJ (versos 17/19: rima /-áña/; versos 18/20: rima /-éta/); kK (versos 21/22: rima gemela /-íno/); L-l (versos 23/25: rima /áncas/; y el verso 22 queda libre: /-úje/, al tratarse de un verso blanco); MNmNM (versos 26/28/30: rima /éra/; versos 27/29: rima /-ida/). Esta profusión de rimas contribuye a la musicalidad del texto, a la que no es ajena algún esdrújulo (“mísera” -verso 21-) y la dureza fonética de ciertos verbos que resalta su carga semántica negativa (“derribe” -verso 15-, “descuaje” -verso 22-, “tronche” -verso 23-). La musicalidad se va haciendo más grata conforme avanza al poema y el contenido se vuelve más esperanzador: es ese renacer de la vida primaveral el que el poeta quisiera trasladar a la decaída salud de su mujer. Y el montaje de esta segunda parte del poema en forma de apóstrofe lírico -el poeta “dialoga” con el olmo, del que “quiero anotar en mi cartera / la gracia de tu rama verdecida”- le confiene una alta capacidad comunicativa.
Antonio Machado en Baeza.
Caminos
De la ciudad moruna tras las murallas viejas, yo contemplo la tarde silenciosa, a solas con mi sombra y con mi pena. El río va corriendo, entre sombrías huertas y grises olivares, por los alegres campos de Baeza. Tienen la vides pámpanos dorados sobre las rojas cepas. Guadalquivir, como un alfanje roto y disperso, reluce y espejea. Lejos, los montes duermen envueltos en la niebla, niebla de otoño, maternal; descansan las rudas moles de su ser de piedra en esta tibia tarde de noviembre, tarde piadosa, cárdena y violenta. El viento ha sacudido los mustios olmos de la carretera, levantando en rosados torbellinos el polvo de la tierra. La luna está subiendo amoratada, jadeante y llena. Los caminitos blancos se cruzan y se alejan, buscando los dispersos caseríos del valle de la sierra.
Caminos de los campos… ¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!.
[Noviembre, 1913]
Emotivo poema este en el que Machado lamenta la soledad en la que se encuentra, tras haber perdido a su esposa Leonor; y que se le hace más patente en una “tarde silenciosa” -verso 2- de otoño, caminando “a solas, con mi sombra y con mi pena” -verso 4-; una “tibia tarde de noviembre” -verso 17, de marcada intencionalidad sinestésica- que el poeta describe como “piadosa, cárdena y violenta” -verso 18, lleno de contrastes-. Y aunque los campos de Baeza por los que transcurre el río Guadalquivir -presentado con la original metáfora “alfanje roto” (en el verso 11)- sean “alegres” -verso 8-, Machado proyecta sobre la naturaleza circundante su abatimiento anímico: “sombrías huertas” -verso 6-, “grises olivares -verso 7-, “rudas moles” -verso 16- “mustios olmos” -verso 20- (en todos estos casos, el adjetivo epíteto antepuesto al nombre tiene un carácter marcadamente subjetivo). La descripción se completa con los montes “envueltos en la niebla” -verso 14-, el viento que levanta “en rosados torbellinos / el polvo de la tierra” -versos 21/22- y la luna que asciende en el firmamento “amoratada, jadeante y llena” -verso 24-. Tan solo los “pámpanos dorados / sobre las rojas cepas” -versos 9/10, que conforman un quiasmo de gran fuerza cromática motivada por la adjetivación-, así como “los caminitos blancos” -verso 25- que conducen a “dispersos caseríos” -verso 27-, podrían aportar alguna nota positiva; pero el verso 28, con toda su carga evocadora -“Caminos de los campos...” no hace sino aumentar, por vía de contraste, la tensión dramática que culmina en el último verso -el 29-: “¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!”; una referencia explícita a su mujer definitivamente ausente, y causa de la amargura del poeta. Y aun cuando Machado ha organizado el poema en seis aparentes conjuntos estróficos (tres de cuatro versos, seguidos de otros tres de seis), nos encontramos ante una nueva silva arromanzada, que mezcla versos heptasílabos -15 en total- con endecasílabos -en número de 14-, y rima asonante /é-a/ en los pares.
Edición empleada en la selección de poemas. Antonio Machado: Poesía completas. Madrid. Espasa Libros, 1988, 13.ª edición. Colección Austral, A-33. Manuel Alvar, editor literario. CXV. “A un olmo seco”, págs. 207-208. CXVIII. “Caminos”, págs. 211-212.
Del “Credo poético” de Antonio Machado ya nos ocupamos en un breve artículo publicado en esta revista el 01-09-2025. Puedes comprar sus libros:
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