FIRMA INVITADA

MI SUEÑO, MI PESADILLA

Clara Campoamor en pleno mitín
María Pérez Herrero | Miércoles 30 de septiembre de 2020
El 1 de octubre se conmemora el 89ª aniversario del voto femenino en España. Clara Campoamor fue la más ferviente defensora de dicho voto que hasta el resto de las mujeres del Congreso de los Diputados votaron en contra. Ese día, 1 de octubre de 1931, fue un hito para todas las mujeres y la democracia en España. Publicamos como homenaje el artículo de María Pérez Herrero "Mi sueño, mi pesadilla".


"MI SUEÑO, MI PESADILLA"

Sueño una y otra vez lo mismo; la ilusión y la pesadilla. Es 1 septiembre 1931: la primera vez que una mujer toma la palabra en el Congreso de los diputados. Yo Clara Campoamor diputada por el partido Radical hablo. Estoy en la comisión de redacción de la Constitución. Y sé lo que tengo que defender. Incluso por encima de mi propio partido defenderé el derecho del voto de la mujer. Mi sueño, mi ilusión.

Pero dicen que su voto iría a las derechas, que las mujeres votarían lo que le aconsejara el confesor, o su propio marido. Mi sueño es mi pesadilla.

“En otras partes está el peligro del cura, y de la reacción, no en la mujer”, contesto.

Oigo que las mujeres tenemos “limitaciones impuestas a su albedrío por su naturaleza”, o que “la mujer es eso: histerismo”. Oigo, oigo, incluso chistes…

Pasan los días, es 1 de octubre y el ambiente es tenso. Sudo, me despierto. Hace tanto tiempo de ello, pero lo recuerdo actual; el artículo 34. En duermevela me cruzo con Victoria Kent, compañera de profesión, tertuliana en muchas conferencias, defensora de la mujer, pero es aún más defensora de su partido, de la República, ella dice: “creo que el voto femenino debe aplazarse… que no es el momento de otorgar el voto a la mujer española: lo dice una mujer que, en el momento de decirlo, renuncia a un ideal”… Yo me pregunto… ¿qué mujer se opone a un avance de la mujer?, dice que “para más adelante cuando la mujer esté preparada”… No lo comparto, pero lejos yo de denunciarla, comprendo la tortura de su espíritu negando la capacidad de la mujer.

Risas, sí, eco de risas, la Cámara nos mira… hay risas, somos solo tres mujeres las elegidas en las urnas hace unos meses, en junio de 1931: Victoria Kent, Margarita Nelken y yo, Clara Campoamor, y estamos en desacuerdo… más risas… Me revuelvo en mi lecho.

Tengo que contenerme, imponerme: “Yo ruego a la cámara que me escuche en silencio… ; no es con agresiones y no es con ironías como vais a vencer mi fortaleza…”

“Es un problema de ética, reconocer a la mujer, ser humano, todos sus derechos, sólo aquél que no considera a la mujer ser humano es capaz de afirmar que todos los derechos del hombre y el ciudadano no deben ser los mismo para la mujer que para el hombre”.

Sigue el debate y los discursos contra la igualdad de la mujer. Incluso mi propio compañero de partido, Guerra del Rio, se opone al voto de la mujer. ¿Qué hago? “Resolved lo que queráis, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad del género humano en la política, para que la política sea cosa de dos, porque sólo hay una cosa hace un sexo sólo: alumbrar…”

Hablan unos y otros, incluso intentan conceder el voto a la mujer que tenga más de cuarenta y cinco años pues dicen que antes la mujer latina no tiene capacidad…. Recuerdo bien ese día 1 de octubre, Victoria Kent, del partido Radical Socialista, ha pedido que se aplace el voto de la mujer. “Señores diputados, no es cuestión de capacidad, es cuestión de oportunidad para a República, por eso pido el aplazamiento del voto femenino”, dijo. Margarita Nelken, también está en contra. Votamos, pero… ¿y ese murmullo?, ¿ese ruido?, son diputados saliendo del hemiciclo, pues ¿cómo acallar la conciencia?, ¿votar en contra?, NO, no estar, así es fácil adormecer la conciencia: La abstención. Hay un 40% de abstenciones. Indalecio Prieto ha salido diciendo “…una puñalada trapera para la República”. Mis propios colegas de partido votan en contra. Se aprueba otorgar el voto a la mujer por 161 votos a favor contra 121 en contra... Respiro.

Sí, mi sueño se ha cumplido: “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años, tendrán los mismos derechos electorales”. Vuelvo a dormir tranquila.

Pero pasan los días y de nuevo me asalta la pesadilla; no se dieron por vencidos. El 1 de diciembre se presenta la enmienda del señor Peñalva, de Acción Republicana, al artículo del voto, otra zancadilla más, propone que la mujer tendría etapas en su derecho para que la mujer solo pueda votar en las elecciones municipales.

No señores. NO. Me rebelo.

Tengo que ordenar mis ideas, tengo que responder, ir al centro de la cuestión: “No señores, el artículo 34 no concede derecho a la mujer, REGULA los derechos electorales de uno y otro sexo en las mismas condiciones”. “No voy a defender el voto, lo que estoy defendiendo es la Constitución. Lo que el Parlamento ha votado tiene que ser respetado. Es que vamos a hacer una serie de artículos adicionales que deshagan lo que antes se votó? Condicionáis el voto de la mujer por miedo a que no os vote a vosotros” Así lo dije: “Qué sucio es ese contenido”. Repetí.

Volvemos a votar. La enmienda se rechaza por sólo 4 votos. La abstención supera el 45%. Somos tres mujeres; Yo he votado en contra de la enmienda, Victoria a favor, Margarita se ausenta…

Despierto de mi pesadilla, sí mi feliz sueño se ha cumplido. Ahora sí, el 9 de diciembre de 1931 se aprobó la Constitución por 368 votos. No hubo votos en contra. Mi sueño: ¡las mujeres somos ya parte de la sociedad!.

En 1933 contemplo colas largas de mujeres. Ellas son la savia de este país… pero yo… no he salido elegida. Pierdo mi acta de diputada. Ha triunfado la coalición de derechas la CEDA, y para todos yo soy la culpable. Mi pesadilla empieza de nuevo. Me otorgan la dirección de Beneficencia. ¡Creo que todavía puedo hacer tantas cosas! Gestión económica para erradicar la mendicidad, para abolir la prostitución… para… La ilusión se vuelve a empañar, no estoy respaldada, no tengo presupuesto, estoy atada de manos y mientras tanto ocurre la Revolución de Asturias. Intentona de partidos de izquierda de alzarse con el poder. La dura represión del Gobierno, muertos y más muertos. No puedo estar de acuerdo, dimito y abandono el Partido Radical.

De nuevo sombras… sombras en todos los partidos republicanos que no me ven. Yo que defendí a la mujer como un ser completo social y político, ahora solo soy la mitad. Se inicia 1936 y habrá elecciones. No me admiten en el partido de Izquierda Republicana, soy rechazada. Tampoco mi organización Unión Femenina Republicana queda inscrita en el Frente Popular, la coalición que se presenta unida de todas las izquierdas. Estoy totalmente apartada. Defender el voto de la mujer ha sido mi pecado mortal. Mi sueño, mi ilusión y mi pesadilla van unidos. Pero no me arrepentiré nunca. “Sin dolor, sin melancolía, sin resentimiento, digo adiós”.

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