EL RINCÓN DE LA POESÍA

A modo de recapitulación: el tema del “carpe diem” (tempus fugit) del Renacimiento (Garcilaso de la Vega y Fernando de Herrera) al Barroco (Luis de Góngora)

Retrato de Garcilaso de la Vega publicado en El Semanario Pintoresco Español, 1850. Imagen cedida por cortesía del Archivo Municipal de Toledo al CVC.

Nuestro poema de cada día

Fernando Carratalá | Viernes 21 de noviembre de 2025

Circula por Internet un trabajo sin firma titulado “El carpe diem en tres sonetos: Renacimiento, Manierismo y Barroco”. Sabemos que tiene su origen en el CEPA (Centro Público de Educación de Personas Adultas) de Paracuellos del Jarama (dependiente de la Comunidad de Madrid, y que cuenta con la colaboración del Ayuntamiento).

https://paracuellosmayores25grado.files.wordpress.com/2013/11/el-carpe-diem-en-tres-sonetos.pdf



Creemos hacer justicia a su anónimo autor si recopilamos textualmente algunas de sus observaciones -de profundo calado didáctico- emanadas de la comparación de tres sonetos sobre el tema del “carpe diem” compuestos, respectivamente, por Garcilaso de la Vega, Fernando de Herrera y Luis de Góngora. Hemos organizado la información -tomada de aquí y de allá -pues el trabajo consta de 17 páginas- en la forma que hemos creído conveniente, eliminando intencionadamente los comentarios estilístico-lingüisticos, que dejamos para el lector.

En tanto que de rosa y d' açucena

se muestra la color en vuestro gesto,

y que vuestro mirar ardiente, honesto,

con clara luz la tempestad serena;

y en tanto qu' el cabello, qu' en la

/vena

del oro s' escogió, con buelo presto

por el hermoso cuello blanco,

/enhiesto,

el viento mueve, esparce y desordena:

coged de vuestra alegre primavera

el dulce fruto antes qu' el tiempo

/ayrado

cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento elado,

todo lo mudará la edad ligera

por no hacer mudança en su

/costumbre.

Garcilaso sintetiza las cualidades físicas del prototipo de la mujer renacentista representada por Isabel Freyre y refleja la mentalidad del llamado primer Renacimiento español: la serenidad, la reflexión que inspira imitar a los clásicos, la idealización neoplatónica de la belleza y dualidades del tipo “rosa-azucena”, “ardiente/honesto” y “enciende-refrena”, reflejan equili- brio, armonía, suave balanceo, perfección, luminosidad y sentido pagano de la vida. Se pone de manifiesto un mundo agradable bajo la amenaza del rápido fluir del tiempo.

En este soneto estamos ante una prosopografía (descripción de los rasgos físicos de una persona) muy idealizada de una dama, de la que se resalta su hermosura juvenil, a la vez que se le exhorta a que la disfrute y viva intensamente la juventud antes de que le llegue la vejez.

Fernando de Herrera

Las hebras d'oro puro, que la frente

cercan en ricas bueltas, do el tirano

señor texe los lazos con su mano,

Í arde'n la dulce luz

/resplandeciente,

cuando el ivierno frío se presente,

vencedor de las flores d'(e)l verano,

el purpúreo color tornando vano,

en plata bolverán su lustre

/ardiente,

I no por esso Amor mudará el puesto,

qu'el valor lo assegura i cortesía,

el ingenio i del'alma la nobleza.

Es mi cadena i fuego el pecho onesto,

i virtud generosa, Lumbre mía,

de vuestra eterna, angélica belleza.

Fernando de Herrera se centra en lo artístico. Usa los mismos recursos que Garcilaso pero de una forma más profusa y recargada. El “cabello de oro” pasa a ser “hebras de oro” y “el tiempo airado” se convierte en “tirano señor”. No hay una experiencia de vida sino de cultura y ello hace que primen la sutileza, el refinamiento, el intelectualismo y la complicación ornamental. Estamos ante un soneto manierista porque el foco de interés se centra en el arte por el arte.

Frente al soneto de Garcilaso, en el de Fernando de Herrera el “carpe diem” tiene la particularidad de que el amor y otras cualidades humanas como la virtud, la inteligencia o la nobleza perduran pese al paso del tiempo y el deterioro físico que se experimenta con el mismo. A dichas cualidades les falta sentimiento. Es un soneto manierista, porque en la forma utiliza los mismos recursos del Renacimiento y del Barroco (metáforas, epítetos, hipérbatos, encabalgamientos, hipérboles, antítesis y demás elementos ornamentales), pero no se denotan ni el equilibrio del primero ni las inquietudes anímicas del segundo. Predomina lo artístico.

FERNANDO DE HERRERA

Luis de Góngora

Mientras por competir con tu cabello,

oro bruñido al sol relumbra en vano;

mientras con menosprecio en medio

/el llano

mira tu blanca frente el lilio bello;

mientras a cada labio, por cogello

siguen más ojos que al clavel

/temprano;

y mientras triunfa con desdén lozano

del luciente cristal tu gentil cuello:

goza cuello, cabello, labio y frente,

antes que lo que fue en tu edad

/dorada

oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no solo en plata o vïola troncada

se vuelva, mas tú y ello juntamente

en tierra, en humo, en polvo, en

/sombra, en nada.

Góngora mantiene los mismos parámetros de Garcilaso y de Herrera en cuanto a la forma de expresión (el “cabello rubio”, por ejemplo se sigue identificando con una metáfora: “oro bruñido”). El equilibrio de Garcilaso que se iba desplazando en Herrera ahora da paso a la tensión, los contrastes y las inquietudes espirituales, vitales y anímicas. Son un hecho la lucha interior y la visión del mundo un tanto pesimista y ensombrecida, como bien muestra la enumeración gradativa “en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.”; palabras todas, que nos recuerdan la poesía metafísica de Quevedo y que nos centran de lleno en el Barroco.

En estos versos, al igual que en los anteriores se trata el tema del carpe diem, pero ahora se remoza de no pocas connotaciones pesimistas y fúnebres. De la alegría de Garcilaso dominada por la impronta pagana del Renacimiento que invita a gozar de la vida terrena antes de que se acabe, hemos pasado al Manierismo de Herrera, en el que la estética se impone al sentimiento; y hemos concluido con el soneto de Góngora en donde los goces de la vida, la belleza y la juventud apenas si valen porque se acaban.

LUIS DE GÓNGORA
Retrato pintado por Velázquez y conservado en el Museo
de Bellas Artes de Boston.

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