La santa de Ávila llegó a fundar 17 conventos de carmelitas descalzas, lo que le acarreó serios disgustos con la Inquisición. Y para animar la monotonía de sus largos viajes, y también para alegrar la vida conventual, cultivó, de manera ocasional, la poesía de carácter religioso, a la que confirió un estilo ardiente y apasionado, y en la que, no obstante, emplea un lenguaje espontáneo y sencillo, en razón de a quiénes va dirigida. Y dentro de esta escasa producción lírica de santa Teresa de Jesús se encuadran siete villancicos: cuatro en los que recrea escenas pastoriles en torno al misterio del nacimiento del Niño Dios, dos en torno a la Circuncisión, y uno dedicado a los Reyes.
Los 31 poemas de Santa Teresa de Jesús:
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El villancico “¡Ah, pastores que veláis...!” posee un significativo componente dialógico, y en él se recomienda a los pastores Gil y Sonzas que guarden al cordero, porque el lobo lo acecha. Obviamente, tras esta recomendación está implícito el sentido divino, porque el cordero que hay que preservar es el “Cordero / Hijo de Dios Soberano” (versos 3-4). Precisamente, y muy en la línea de la poética de santa Teresa, este verso, con ligeras variantes, cierra cada una de los cinco agrupamientos estróficos que integran el poema: “no ves que es Dios Soberano” (verso 12), “Cordero, / Hijo de Dios Soberano” (versos 19-20), “este Dios tan Soberano” (verso 28), “que muera Dios Soberano” (verso 36). Existe, pues, una identificación “Cordero/Hijo de Dios Soberano”.
Y dos son los interlocutores del texto, Gil y Sonzas: aquel le pide a este el cayado propio de pastor para proteger al Niño, y ambos manifiestan su aturdimiento por la muerte del Cordero-Jesús, lo que les llena de tristeza. Y más que a una simple exposición poética “a dos voces”, lo que asistimos es a una mutua interactuación en un ágil diálogo de preguntas y respuestas.
Ese doble plano “de gozo y de penas junto” (verso 14), ya desde el momento del Nacimiento de “un Cordero, / Hijo de Dios Soberano” (versos 3-4) que aturde a Sonzas en su ignorancia (verso 13) es una forma metafórica de presentar, por un lado, a quien está destinado “a guardar el rebaño” y a desterrar el pecado, pues “está todo el bien en su mano” (verso 26); y, por otro, precisamente por adoptar la naturaleza humana con vistas a su salvación (verso 17: “¡Oh, que es hombre también junto!”) de aludir al sacrificio del Calvario, aun cuando no se nombre de manera expresa: “Si es Dios el que hoy ha nacido, / ¿cómo puede ser difunto?” (versos 15-16). Y ese que “Viene [al mundo] pobre y despreciado” (verso 5) es el que “gana renombre / de pastor de gran rebaño” (versos 33-34), pues es el Cristo de la Redención. Y de ahí que el poema termine con estos elementales y, a la vez, sublimes versos: “—Con todo, es cosa muy fuerte / que muera Dios Soberano” (versos 35-36).
Y es que santa Teresa, con enorme sencillez, no solo ha explicado la naturaleza divina de Cristo, declarada en el Primer Concilio Ecuménico de Nicea (año 325: el Hijo de Dios es “engendrado, no creado, de la misma sustancia que el Padre”), sino también la unión hipostática del Verbo divino (el “Cordero / Hijo de Dios Soberano”, fundador del Cristianismo y nuestro Redentor, según doctrina emanada del Concilio Costantinopolitano II, celebrado en el año 553); y lo ha hecho apoyándose en la conversación de dos ingenuos pastores, y sin necesidad de exponer una lección de teología, por lo demás inaccesible para sus monjas.
No es de extrañar, por otra parte, que en el contexto de este ambiente rústico, Sonzas llegue a emplear la locución adverbial “—Mía fe” (verso 23) -un rusticismo relacionado con un estilo de vida simple- con el significado de “verdaderamente”; y también afirma, en los versos 9-10: “—Gil, dame acá aquel cayado / que no me saldrá de mano”; expresiones que ponen de manifiesto que Santa Teresa recoge de manera literal el habla popular.
Desde el punto de vista métrico, los 36 octosílabos están repartidos en cuatro estrofas: una cuarteta inicial, asonantada en los versos pares (con rima /á-o/), a la que siguen cuatro agrupamientos estróficos de ocho versos con dfistintos esquemas de rimas asonantes:
Versos 5-12. Rima /á-o/: versos 5, 8, 9, 10 y 12; rima aguda /á/: versos 6 y 7; verso 13, sin rima (/é-o/).
Versos 13-20. Rima /í-o/: versos 13 y 15; rima /ú-o/: versos 14, 16 y 17; rima /á-o/: versos 18 y 20; verso 19, sin rima (/é-o/).
Versos 21-18. Rima /é-a/: versos 22, 24, 25 y 27: rima /á-o/: versos 26 y 28; versos sin rima: 21 (/í-e/) y 23 (/á/).
Versos 29-36. Rima /ó-e/: versos 30, 32 y 33; rima /á-o/: versos 34 y 36; versos sin rima: 29 (/é-a/), 31 (/é-o/) y 35 (/é-e/).
Así pues, estas son las diferentes rimas empleadas a lo largo de la composición: /á-o/ (presente en los versos 5, 8, 9, 10, 12, 19, 20, 26 y 20), /á/, /í-o/, /ú-o/, /é-a/, /ó-e/. Y aunque son varios los versos sin rima en sus correspondientes agrupaciones estróficas, algunas de estas rimas figuran en otros lugares, como es el caso de /á/, /é-o/ y /é-a/. En conclusión, esta preferencia por las vocales abiertas proporciona a la composición una fuerte sonoridad. Este exhaustivo análisis de timbre solo tiene por objeto demostrar cómo santa Teresa obtiene una grata musicalidad con sus rimas, algunas de las cuales repite para crear una cierta “ligazón” interna que vertebra aún más el contenido del diálogo entre pastores y pone de manifiesto su habilidad para ajustar la versificación a sus necesidades expresivas.
[Las dos últimas estrofas se conservan autógrafas en el Carmelo de Florencia (Italia)].
Recitación de Moisés de las Heras con fondo musical:
Interpretación de Juan Santamaría (fado):
[Los nombres de los pastores (Gil, Blas, Menga, Llorente) son los tradicionales en la poesía pastoril. Todo el poema se conserva autógrafo: los primeros once versos, en el carmelo de Florencia; los restantes en el carmelo de Savona (Italia)].
Recitación de Moisés de las Heras con fondo musical:
“Para Navidad” es un villancico escrito en versos hexasílabos y dividido en dos partes: un estribillo, que consta de cuatro versos en los que se recoge el mensaje de salvación que Dios trae al mundo en la figura de Cristo: “Pues el amor / nos ha dado Dios, / ya no hay que temer, / muramos los dos”; y una estrofa de ocho versos, llamada pie -en este caso, las estrofas diferentes son cinco-, cuyo el último o últimos versos han de rimar con la parte final del estribillo, que se va repitiendo a lo largo de toda la composición: “ya no hay que temer, / muramos los dos”. Y en esas cinco estrofas aparece una figura divina que viene al mundo “en pobre cortijo” (estrofa primera), “a padecer frío” (estrofa segunda), a abrazar la pobreza (estrofa tercera), a morir en la cruz -“le darán [...] / grandes azotes / con mucha crudeza”- (estrofa cuarta) para redimir al género humano (estrofa quinta). Y precisamente uno de los grandes aciertos del poema es la repetición del verso con que se cierra cada estrofa, y que ayuda a difundir por todo él un halo de profunda espiritualidad.
Interpretación de José Robledano Cabrera. Música, coros y arreglos: César García-Rincón de Castro:
“En la festividad de los Santos Reyes” es el único villancico que Santa Teresa dedica a los Reyes. Arranca con un estribillo de cuatro versos (“Pues la estrella / es ya llegada, / vaya con los Reyes / la mi manada”, seguido por tres estrofas de ocho versos -que conforman el pie- y que se cierran con la repetición de los dos últimos versos del estribillo: “vaya con los Reyes / la mi manada”; estribillo que es el eje sobre el que se asienta el texto: una invitación de la santa a “sus monjas” -“la mi manada”- para celebrar la Epifanía, acompañando a los Reyes para llevarle al Mesías “dones / de gran valor”; y esa invitación incluye, además, a pastores, representados por Llorente, a quien exhorta a que le reciba en su corazón, reconociendo “que es Dios / aqueste garzón”.
Las aleatorias combinaciones de rimas -en unos versos fundamentalmente hexasílabos- confieren al poema una grata musicalidad, a la que coadyuvan las terminaciones agudas de los versos 2, 4 y 5 de las estrofas 2 (“valor/hervor/hoy”) y 3 (“razón/garzón/corazón”), así como los versos finales del estribillo: la construcción arcaica “la mi manada”, precedida de la forma exhortativa “vaya” (con los Reyes).
Por lo demás, el villancico ofrece una serie de elementos que quedan ligados a la liturgia de la Epifanía: la estrella que ilumina el portal de Belén y a la que han seguido los Reyes Magos (versos 1-2); el cumplimiento de las profecías que auguraban el nacimiento del Mesías y la llegada de los Reyes Magos a Belén (estrofa 1); el ofrecimiento de todo tipo de dádivas al recién nacido (estrofa 2); y la apertura del corazón de las gentes humildes para recibir al Salvador (estrofa 3). Precisamente en esta estrofa 3 se introduce la forma dialógica, al dirigirse la santa al pastor Llorente. Sencillez y candor son, una vez más, las bases compositivas de este villancico; pero también pretexto para exhibir una depurada maestría técnica.
En la voz del barítono Luis Santana:
Con música de Amparo García-Otero:
Obras completas de Santa Teresa de Jesús. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2012, 9.ª edición. Colección BAC, núm. 212. Efrén de la Madre de Dios y Otger Steggink, editores literarios. [Esta obra sustituye a los núms. 74 (1951), 120 (1954) y 189 (1959): Obras completas de Santa Teresa (3 volúmenes)].