Gonzalo Garrido con su fina pluma disecciona Bilbao y sus habitantes de manera cruda y expeditiva. No queda ningún sector libre de su crítica, pero lo que más ataca es la hipocresía de un mundo financiero que solo se mueve por intereses económicos pasando por encima de personas y sentimientos. Ante ese mundo desolado, en que se hacen negocios gracias a la miseria de la guerra, un protagonista, solitario, perdedor y honrado, lucha contra la oligarquía industrial para esclarecer un crimen donde la crueldad y el fechitismo se dan la mano.
Su obra se encuentra a medio camino entre la novela negra y la crítica social, ¿en qué género situaría usted "Las flores de Baudelaire"?
No sabría catalogarla. Hay gente que también la describe como novela histórica. Creo que tiene un poco de todo, pero en concreto diría que es una novela sicológica. Por eso suelo definirla como una novela de intriga, ambientada en la primera guerra mundial, en la que la psicología de los personajes juega un papel fundamental en la historia.
¿Cree que tiene más elementos de novela policíaca o de crítica social?
Si tengo que elegir, más de crítica social porque es lo que me más me interesa. La parte policíaca me sirve para poder llevar al lector por aquellos caminos que me parecen importantes y provocarle una reacción.
El protagonista, Alfredo Maldonado, es un fotógrafo aficionado a los sucesos y a la investigación. ¿Cómo se le ocurrió este nuevo tipo de detective?
Quería un personaje que no fuera profesional porque así no me tenía que sujetar a parámetros estrictos en la investigación. Además, deseaba que tuviera libertad de movimientos para salir y entrar a su aire. Y, sobre todo, me pareció una buena voz narrativa.
¿Por qué escogió que fuese fotógrafo?
Por ser una profesión nueva en aquella época y porque facilitaba el contacto con mucha gente. Los fotógrafos son buenos observadores de la realidad.
¿Cree que ha sido un acierto que el protagonista no fuese meramente un investigador al uso?
Si, claro, porque le ha diferenciado de otros detectives y le da mayor credibilidad.
El protagonista está alejado de ser un héroe, es casi un perdedor y desarraigado, ¿por qué le ha hecho tan humano y tan alejado de los clichés actuales?
No me gustan los personajes perfectos, ni planos. Quiero personajes que tengan su parte oscura, sus miserias, como todos nosotros.
¿Se ha fijado en algún detective en especial para escribir la novela?
No. Maldonado ha salido de mi imaginación sin tener un modelo previo.
¿Qué escritores le han influido en la novela? ¿Y cuáles son sus favoritos?
Muchos. Depende de la época, pero me han gustado mucho desde franceses (Voltaire, Balzac, Stendhal, Flaubert, Camus o Modiano) hasta rusos (Dostoievsky, Tolstoi o Chejov), pasando por norteamericanos (Scott Fitzgerald, Hemingway, Miller o Roth) o españoles como Pérez Galdós, Pío Baroja, Unamuno, Cela o Mendoza. Creo que hay muchos libros para disfrutar. Es una suerte.
Tiene también su novela mucho de saga familiar, ¿se ha servido de la familia Kruger para hacer un retrato de Bilbao?
Sí, totalmente. Bilbao es un personaje más de la novela y he utilizado a un conjunto de individuos para poder visualizarlo de una manera atractiva narrativamente hablando. De los más importantes son los Krüger porque representan el poder.
Se muestra crítico con la alta burguesía bilbaína y los empresarios de aquel tiempo, ¿no se salvaba nadie en aquel tiempo?
Había gente buena y comprometida, como siempre, pero yo he preferido enfocar la historia por la parte negativa de la ciudad, por la parte más cercana al mal, a la cobardía, al egoísmo. No es una novela costumbrista donde todo brilla, sino lo contrario.
En ocasiones, refleja un ambiente provinciano y muy cerrado de Bilbao, ¿continúa siendo así o ha variado?
Bilbao era bastante abierto en aquella época si se compara con otras ciudades. Sin embargo, tenía el provincianismo derivado de la complacencia, de la autosatisfacción, de la prepotencia, algo muy típico de la ciudad de antes y de ahora.
También critica el papel corrupto de los políticos y empresarios, ¿hemos cambiado tan poco en este último siglo?
Por lo que parece, sí. No hay más que leer la prensa todos los días. Creo que es un tema educativo y cultural. No somos capaces de aprender de los errores y eso se nota. Repetimos el modelo, no avanzamos. Y encima con demasiada impunidad.
¿Cómo calificaría el papel de España en la Primera Guerra Mundial?
España desde hace tiempo juega un papel secundario en todo lo que se relaciona con la política internacional. En aquella época su peso era poco relevante porque estaba viviendo los últimos coletazos de la descolonización y tenía problemas internos graves. Así que se quedó, más por parálisis que por decisión, en una frágil neutralidad.
¿Hubo, como cuenta, tantas situaciones de espionaje entre los contendientes?
Muchas. De hecho lo modernos servicios secretos nacen de esa época. Algunos de los casos contados en la novela son reales, aunque yo he exagerado un poco.
Los británicos, ¿ganaron la batalla del espionaje?
Pienso que sí, aunque no soy un experto. Siempre han tenido una gran tradición de espías, quizá porque su supervivencia como isla dependía de ello. Hasta se dice que Shakespeare lo fue.
¿En qué tendencia literaria se encuentra su obra?
Con Las flores de Baudelaire quise escribir una novela tradicional. Mi idea era aprender el oficio desde abajo para después poder evolucionar narrativamente.
¿La considera experimental?
No, ni mucho menos.
¿Hacía dónde va a continuar su literatura?
Creo que las siguientes obras serán más rompedoras, buscarán nuevos caminos expresivos. Ya veremos.
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