1.- Yo no he podido decir que “el Rey y la clase política estaban de acuerdo en el golpe de Estado”. Porque eso es falso. Lo que estaban de acuerdo es en un golpe de timón, para sustituir a Suárez.
2.-Mi libro, publicado hace más de un mes, no coincide exactamente con la versión de Pilar Urbano de que fuera el rey, con Armada, el “muñidor” de un Gobierno de salvación nacional, que, por supuesto, desalojara a Suárez del poder, aunque es verdad que al Rey, en principio, no le pareció mal el plan preparado por un conocido constitucionalista y enviado por Armada a la Zarzuela, que abogaba por un Gobierno de concentración con un independiente al frente (presumiblemente el propio Armada). Eso es lo que sé y digo. Creo sinceramente que tanto el Rey como una parte considerable de la clase política de todas las tendencias y no pocos medios de comunicación tuvieron en los meses previos a la dimisión de Suárez y del golpe del 23-F comportamientos cuando menos imprudentes. Pero tengo el fundado convencimiento de que el Rey cuidó en todo momento de no traspasar los límites constitucionales y fue él el que evitó el golpe y salvó la democracia. Las cosas como son. No comparto historias falsas e interesadas de ciencia ficción.
3.-En cuanto al motivo inmediato de la dimisión de Suárez, el detonante de la misma, se ofrece en la entrevista una serie de datos, un tanto desordenados, seguramente porque yo me expliqué mal, sobre que “el golpe se fraguó en la División Acorazada”, que no lo creo, aunque es verdad que hubo entonces un fuerte brote de malestar por una noticia relacionada con ETA, y que una serie de jefes militares entraron por “la noche” en la Zarzuela “sin mediar petición”, detalles que no me constan. Lo que digo en el libro es que, en efecto, el Rey tuvo que suspender una cacería en “Lugar Nuevo” (sierra de Cazorla) el sábado 24 de enero, con doscientos invitados, y acudir urgentemente a la Zarzuela en helicóptero, a pesar de que era peligroso volar por el mal tiempo; por tanto el asunto era gravísimo; que Suárez recibió a Tindemans el día anterior por la tarde-noche, y no tenía intención alguna de dimitir ya; que justo el sábado 24 cambió de planes; que fue a visitar al cardenal Tarancón, según contó este, y le informó personalmente de una reunión con generales en la Zarzuela que le llegaron a poner la pistola (real o metafórica) encima de la mesa; que el Rey lo dejó solo con ellos, y que él consideró aquello una encerrona y creyó que había perdido la confianza del Rey. Eso es lo que digo. Hay que puntualizar, sin embargo, que tal reunión con altos militares, que habrían entrado sin haber sido convocados, “oficialmente” nunca existió, porque no consta en el libro de registro de la Casa del Rey, lo cual, dadas sus características, a mí no me parece extraño. El lugar del encuentro tampoco es un dato decisivo.
4.- Rechazo, en fin, que se utilicen informaciones mias veraces para deteriorar la imagen del Rey Juan Carlos, al que siempre he mostrado mi admiración y gratitud. El fue el impulsor y el defensor de la democracia, y, en todo momento, ha mantenido, en mi opinión, con independencia de errores personales, la lealtad constitucional y el servicio a España. Los que intrigan ahora organizadamente o como francotiradores en busca de su abdicación, que no cuenten conmigo.
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