Se presentan las novelas “El Maestro de Jarcia” y “Rojo amanecer en Lepanto”
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Por Javier Velasco Oliaga
Ayer se presentaron en Madrid, en el mítico Café Comercial de la plaza de Bilbao, dos nuevas novelas de la editorial madrileña De Librum Tremens, Rojo amanecer en Lepanto del escritor aragonés Luis Zueco y El Maestro de Jarcia del barcelonés afincado en Sevilla Manuel Díaz Ordóñez.
Dos sólidas e interesantes novelas históricas centradas, en la batalla del Lepanto y en el siglo XVI la primera, y la segunda en Barcelona y en el siglo XVIII. Ambas con un tema en común, aunque no único, la Armada Española y las gestas y el día a día que la hacen especial. Pese al olvido en que se encuentra, la editorial hace un esfuerzo para dar a conocer pasajes, de nuestra historia, injustamente ignorados y de los cuales tendríamos que estar muy orgullosos.
Presentó el acto el director de la editorial, Alberto Pertejo-Barrena, escritor de reconocidas novelas históricas sobre las cruzadas. Señaló el esfuerzo que está haciendo la editorial para editar novelas sobre nuestra historia olvidada y dijo que los dos escritores que se presentan hoy, - éstas son sus primeras obras -, son dos sólidos autores, de los que no parece que éstas sean sus primeras novelas, por su madurez narrativa, su claridad expositiva y sus tramas.
Luis Zueco tomó la palabra para explicar su obra y Lepanto. “La parte central de libro es la batalla de Lepanto, pero la novela va mucho más allá, comienza en 1560 y termina después de la muerte de don Juan de Austria”, señaló el autor. Es pues, un recorrido histórico por toda la mitad del siglo XVI, injustamente tratado en comparación al siglo XVII, mucho más conocido y tratado por la historiografía.
El narrador del libro es Alejandro de Farnesio un personaje un tanto desconocido pero fundamental para la historia española de ese siglo. Italiano, duque de Parma, educado en Alcalá de Henares junto a Juan de Austria y el heredero de la corona el príncipe Carlos, muerto en extrañas circunstancias. Para Zueco, Farnesio era “un personaje más pragmático que Juan de Austria, más reflexivo, un gran político y un gran militar”.
“La batalla de Lepanto fue un hecho decisivo que cambió la historia. Desde ese momento los turcos ya no llevaron la iniciativa en el Mediterráneo y se convirtieron en una flota más defensiva”, señaló Zueco. También habló de los personajes que pasan por su novela, de los marinos Álvaro de Bazán y Andrea Doria que participaron en Lepanto de manera decisiva. El primero, desde la retaguardia, supo cubrir los huecos que se produjeron en la batalla, sobre todo en el flanco izquierdo pegado a tierra y Andrea Doria en el flanco derecho supo impedir que flanqueasen a la Armada de la Santa Liga.
De Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, de Miguel de Cervantes, amigo de los protagonista desde los tiempos de Alcalá de Henares y, por supuesto, de Lepanto, de la princesa de Éboli, tan intrigante en la corte como hermosa, del rey Felipe II, sólo interesado en la construcción del Monasterio del Escorial. Zueco hace un magnífico retrato de los personajes de deambulan por la novela, pero también de las batallas, como la de las Alpujarras o las de Flandes.
Después tomó la palabra Manuel Díaz Ordóñez, que agradeció al editor la publicación de la obra y comenzó hablando de por qué hizo la novela y no de la propia novela en sí. Reconoció haber tenido dificultades para tratar según qué temas a lo largo de sus estudios de doctorado cuando se enamoró de la Armada Española y de la jarcia en la Universidad de Barcelona, “con un proyecto sobre la Armada que es como un poco políticamente incorrecto en Cataluña”, afirmó el autor de El Maestro de Jarcia.
Reconoció un “interés malsano por la Armada y por la jarcia” y quizá de todo esto tuvo la culpa su director de tesis, el catedrático Carlos Martínez Shaw, que dirigió sus pasos hacia la Armada en vez de hacia la historia de la infantería que era su primera opción. “El tema de la infantería está muy visto, vete a la Armada”, le dijo y gracias a hacerle caso y a comenzar a escribir sobre el tema de la construcción de buques en el siglo XVIII, pudo escribir esta novela.
“El tema de la construcción de buques está tratado sobre todo en la madera, pero de la jarcia y de la lona se ha escrito muy poco en comparación con la madera”, señalo Díaz Ordóñez. Hay que señalar que la jarcia son las cuerdas que sujetan y mueven el velamen de los barcos o más concretamente, como dijo un asistente al acto, los cabos de las velas. Sin embargo, el autor prefiere hablar de cuerdas para que le entienda todo el mundo, aunque la novela está trufada de términos marítimos que nos harán consultar el diccionario en numerosas ocasiones.
Manuel Díaz dijo querer “recuperar con la novela esa Cataluña que sigue existiendo, de gente que no tiene la cabeza en otra cosa que seguir trabajando cada día”, y que da de lado cuestiones políticas. Explicó que el protagonista de la novela es el guarda marina Hunn, pero realmente los protagonistas son los hombres y mujeres que se embarcaban en los barcos de aquella época para recorrer el camino de la emigración durante meses a América o Filipinas.
No dejó pasar la ocasión para reflejar el esfuerzo que hizo en aquel tiempo la Armada. De tres o cuatro buques desastrosos comprados a la Rusia zarista, se pasó a una Armada de ciento y pico buques que, como señala en una entrevista que recientemente hemos publicado, dice que “tenemos que desterrar la idea de una España vencida en los mares que nos ha legado la historiografía anglosajona y el cine de Hollywood. Si tan buenos eran los ingleses, y tan malos los españoles, ¿cómo mantuvimos casi intacto el imperio hasta las primeras décadas del Diecinueve? Y si no que se lo pregunten a Vernon que con más de 180 buques de guerra y 23.000 hombres salió derrotado en Cartagena de Indias por 6 buques españoles y poco más de 3.000 hombres gracias a la sagacidad y valentía de otro marino español: Blas de Lezo.
La historia española está llena de grandes personas que supieron sacrificar su vida por un país que, lamentablemente, no sabe valorar a sus héroes. Ambas novelas tratan de paliar esa injusticia contando hechos históricos rigurosos mezclados con una ficción de una calidad que no encontramos otros libros de mayor difusión.
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