“Hubo un caso real –la historia de Alexia González-Barros- que inspiró la película. Ahora la película ha inspirado Los días de colores”, señaló Fesser en la presentación a los medios de comunicación de la novela el mismo día que se ponía a la venta. Según el director cinematográfico tenían dos posibilidades. La primera, una novelización del guión cinematográfico; otra, hacer una novela en serio, que es por la que optaron y para eso necesitaba la ayuda del guionista, publicista y locutor de radio Claro García.
Trabajando a medias, a cuatro manos, que ahora está tan de moda, vieron todos los huecos que había dejado la película y que podían ser rellenados. “Crear un mundo basado en la película, pero que no se correspondía con la película”, dijo Claro García en relación con lo que pretende desarrollar la novela, al querer ir un poco más allá. Fesser le dio la razón y puntualizó “Claro me hizo ver cosas de la película que ni siquiera yo había visto”.
Y es esa posibilidad de desarrollar algo que no estaba en la película lo que les unió en interminables conversaciones para escribir la novela. Como les gusta decir, “el cine es de ciencia. La novela es de letras”. El cine es más visual, la novela es más literaria, los autores se meten en las cabezas y los corazones de los protagonistas antes de que ocurran los hechos, esa es la diferencia, lo que en la película se retrata, en la novela se profundiza y se desarrolla, sobre todo en personajes que en aquella se trataban de modo más superficial o de pasada.
Evidentemente, “no es una novela sobre el Opus Dei, sino una novela sobre el amor de una niña que va descubriendo el mundo”, y también el amor a un adolescente, Jesús, que es un paralelismo con el otro Jesús, al que ama por su religión. Amor que a veces se confunde. “Es nuestro cuento de una princesa atrapada”, puntualiza Fesser.
Para Claro García, “los hechos de la novela y la película son los mismos, pero se abordan desde distintos puntos de vista, del padre, de la madre, de la niña”, lo que hace que la novela avance por caminos que complementan a la película y hay que tener en cuenta que el arranque es distinto, “empieza la novela, donde acaba la película”, dicen. Es pues una historia circular que probablemente una y otra, película y novela, se complementen formando un todo.
“En el libro se habla del amor, de la muerte, de la amistad, de la libertad. De los grandes temas de la vida desde un forma muy cotidiana”, apunta Claro García y después de dos años de duro trabajo el resultado es un libro en el que hay “algo extraño y pegajoso, pero muy seductor”, continuó diciendo. Un trabajo que ha ido convirtiendo a todos los personajes en personas, vistos desde diferentes puntos de vista, lo que ha hecho que la energía de la novela sea cada día más grande.
Si el guión fue un trabajo cerrado en cuanto a su elaboración, para la novela han seguido consultando fuentes: “no hemos querido meter la pata”, dicen casi a unísono, para ello han seguido recogiendo testimonios de personas que han pertenecido al Opus Dei, numerarios o personas que han estado muy cercanas a la institución. Que, por otro lado, “es una institución que se siente muy incómoda cuando es retratada”, apunta Fesser. Pero lo que han querido hacer es un “retrato, lo más cercano posible a la realidad. “No es una novela sobre el Opus, sino sobre unos niños”, repiten para que no haya equívocos.
Como en la película, el acontecimiento que da pié a la novela es real. La enfermedad de Camino se convierte en un calvario de hospitales, pero ella se muestra entera. Ilumina a todos lo que la rodean. La Obra planea un ascenso a los altares de la niña, por su calma infinita, por su belleza y su inocencia. Hay unas manos invisibles que la empujan para que alcance la beatificación. Esta exposición de esos hechos hizo que la película fuese cuestionada por el Opus Dei, pero, primero la película y, luego, el libro, han procurado que sea lo más objetiva posible.
Para ello, han confeccionado un libro sugerente, documentado y bien escrito, con el que no han pretendido herir susceptibilidades, sino dar a conocer una historia que merece ser contada, con la rigurosidad de unos investigadores, pero con el corazón de unos narradores que quieren dar a conocer una realidad que quizá no sea de todos pero que es la realidad que ellos ven con sus cuatro ojos. Por eso, les ha salido un libro voluminoso, “un ladrillo, ¡como nos dijeron que el dinero está en la construcción…!”, dicen entre risas para finalizar.
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