Las dos autoras del libro han convertido la vida de Marie Curie de una vida dedicada sólo al estudio a una vida que bien podríamos comparar con un apasionado cuento o incluso con una apasionada película, ya que está escrito de modo plástico a nivel tanto visual como emocional. Slodowska Curie: Una polaca en París podría resultar genial para una futura película.
A su vez, el modo en que se relata la vida de Curie no es sino una prolongación de la realidad, de cómo ella escribía realmente. Belén y Sonia logran reconstruir su estilo narrativo de un modo fidedigno, fruto del trabajo que han hecho leyendo los propios escritos de la ilustre científica.
Hay que destacar también que, cuando ellas se introdujeron en la vida de Marie Curie por mero interés, empezaron a investigar en museos y libros con la idea de escribir un libro en algún momento de su vida. Con el apoyo del hotel Palace, lo lograron llevar a cabo. De este modo, tenemos ante nosotros un libro basado en el sentimiento, en una mujer fuerte capaz de luchar contra todo lo que se le ponía por delante y que se sintió científica por encima de todo hasta conseguir un Nobel antes de obtener su doctorado. Ella hizo de su vida un sueño y de este sueño, una realidad.
En cuanto a la estructura de la obra, Slodowska Curie: Una polaca en París se divide en tres partes y un epílogo:
La primera parte del libro nos cuenta cómo fue su colonia natal y cómo fueron sus primeros años de vida. También habla de los lazos que la unían a su familia y a su tierra, los cuales son fundamentales para explicar toda su vida.
La segunda sección habla de París y de Francia como el país que la acoge y el país donde conocerá al compañero de su vida y donde logrará el primer Nobel que se concedió a una mujer, en 1903. A su vez, nos relata cómo, ya viuda, vuelve a ganar el Nobel, lo que la catapultó al estrellato científico.
La tercera parte nos habla de Marie Curie como ciudadana del mundo, ya no era polaca ni francesa, sino que era embajadora de la ciencia por todo el mundo, infundiendo vocación a muchos de los científicos que destacarían con posterioridad.
Finalmente, el epílogo nos narra sus tres estancias en España. La primera tuvo lugar en 1919, tras acabar la Gran Guerra, en la que gracias a ella la radiología tuvo importancia para localizar, mediante aparatos radiológicos, los proyectiles que impactaban en los soldados que estaban en el frente, lo que salvó por encima de un millón de vidas humanas. En esta primera estancia tuvo un significativo papel presidiendo el primer congreso científico que ha tenido lugar en España, siendo recibida con los máximos honores. Otra visita fue en 1931 para dar una conferencia en la Residencia de Estudiantes. La última fue en mayo del 33, un año antes de su muerte, como vicepresidenta de la Sociedad de Naciones, cargo que aceptó para promover la relación entre la sociedad y la ciencia. Dio una charla del porvenir de la cultura en la que destacó que no debemos tender a una especialización ni perder el contacto con artes, letras, ética y moral, punto en el que coincidió con otros grandes españoles como Unamuno o Gregorio Marañón.
En definitiva, estamos ante la historia de una gran mujer que logró todo lo que se propuso en su vida y consiguió ser una magnífica científica que ha escrito con tinta imborrable su nombre en la historia tanto de la ciencia como de la humanidad.
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