En la anterior entrega de esta serie, La marca del meridiano, con la que ganó el Premio Planeta de Novela, se imaginaba a sí mismo como un guardia civil jubilado que cada tanto recibe a su ex segunda de a bordo, que acude en busca de consejo profesional.
En cuanto a la joven (aunque ya cerca de los cuarenta) sargento Chamorro, es la primera vez que su determinación y su fortaleza parecieran flaquear por algo que, de momento, prefiere no confiarle a su jefe y amigo. También ella, aunque intente sonreír, teme a la soledad.
Esta nave de irónica melancolía en la que navegan estos dos investigadores será abandonada de forma repentina: Se llamaba Karen Ortí Hansen, era joven, decidida y con ganas. Era la joven alcaldesa de un pueblo de la costa levantina, y ahora es un cadáver abandonado a la intemperie.
¿Quién y por qué querría eliminar a esta joven que había entrado en política con vocación verdadera y voluntad firme? La constelación de personajes a los que Bevilacqua y Chamorro tienen ahora que interrogar es variada e inquietante. No se trata —y por si eso fuera poco— de una simple investigación de asesinato. Hay muchos otros crímenes —que tienen que ver con el ladrillo— que desde hace tiempo en esa comunidad permanecen impunes.
Impone la figura del gran jefe del partido de Karen, y la ambigüedad del concejal de urbanismo, o la trágica máscara de miedo y ansiedad de quien fue jefa de prensa de la alcaldesa. Y el ex alcalde, antigua figura que califica a la difunta de «arribista lunática», por el simple hecho de que aquella chica le despojó de su sistema de privilegios que, como muchos en esta novela —y en este país—, consideraba vitalicio.
Cada uno de ellos habla y a la vez esconde. Desde el funcionario de carrera al dueño del puticlub que Karen combatió con firmeza. Pero sólo Bevilacqua y unos pocos saben que esta investigación de homicidio tiene por detrás otra no menos grave, paralela y anterior al asesinato. Hace tiempo que en la Guardia Civil, en delitos económicos, se sigue el recorrido de un dinero negro cuyo rastro se pierde allí, en el mismo lugar en donde cada vez es más delicado avanzar (y en donde había planes de construir un casino): La investigación de asesinato no puede alertar a sospechosos que, con la misma habilidad que roban —y nos roban—, borrarían pruebas.
La complejidad entre la vida privada y pública se pone aquí al trasluz. ¿Qué es realmente importante en el talante de un político, la transparencia de su gestión o su vida sexual? ¿Importa que un gobernante tenga relaciones extramatrimoniales, tanto como para ser chantajeado? ¿O importa que llene —o no— sus bolsillos?
Entre mentiras cruzadas, destaca el temple extraordinario de un juez fuera de lo común. Y el de dos investigadores —Bevilacqua y Chamorro—, observados con lupa por los suyos, acechados por los otros, incansables y constantes. El territorio por donde avanzan es un campo minado. Pero ellos saben andar con buen pie. Y señalan y explican al lector el mecanismo del enriquecimiento ilícito.
Una obra pública, un proyecto grandioso que dará para que muchos llenen sus bolsillos (y sus cuentas secretas). He aquí el paisaje creado por quienes desde antiguo, como un mal endémico, sostienen la idea de un pueblo o ciudad o país como coto de caza y explotación privado.
Esta historia habla del crimen internacional alojado cómodamente gracias a la codicia de unos cuantos. Desde la camorra napolitana a la antesala de un político ilustre. Una red de testaferros y funcionarios a sueldo. Y habla de la posibilidad —o la imposibilidad— de salir a flote y limpio del fango de las miserias ocultas bajos trajes de marca.
Lorenzo Silva (Madrid, 1966) ha escrito, entre otras, las novelas La flaqueza del bolchevique (finalista del Premio Nadal 1997), Noviembre sin violetas, La sustancia interior, El urinario, El ángel oculto, El nombre de los nuestros, Carta blanca (Premio Primavera 2004), Niños feroces y la Trilogía de Getafe, compuesta por Algún día, cuando pueda llevarte a Varsovia, El cazador del desierto y La lluvia de París. Es autor de los libros de relatos El déspota adolescente y El hombre que destruía las ilusiones de los niños y del libro de viajes Del Rif al Yebala. Viaje al sueño y la pesadilla de Marruecos. En 2006 publicó junto a Luis Miguel Francisco Y al final, la guerra, un libro-reportaje sobre la intervención de las tropas españolas en Irak (reeditado en 2014), en 2008 un ensayo sobre El Derecho en la obra de Kafka y en 2010 Sereno en el peligro. La aventura histórica de la Guardia Civil (Premio Algaba de Ensayo). Además, es autor de la serie policíaca protagonizada por los investigadores Bevilacqua y Chamorro, iniciada con El lejano país de los estanques (Premio Ojo Crítico 1998) y a la que siguieron El alquimista impaciente (Premio Nadal 2000), La niebla y la doncella, Nadie vale más que otro, La reina sin espejo, La estrategia del agua y La marca del meridiano (Premio Planeta 2012).
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