Andrés Calamaro parecía tener a finales del siglo pasado un futuro brillante y plácido como estrella de rock con éxito comercial y respeto crítico. Tras el éxito de
Alta suciedad, su primer disco en solitario tras Los Rodríguez, se esperaba de él otro álbum conciso y de lujoso sonido, pero las expectativas están para romperse y una serie de circunstancias (entre las que estuvo la separación de su mujer) le empujaron a un año de grabaciones kamikazes en diez estudios de tres países diferentes.
El resultado fue el álbum
Honestidad brutal, una desmesura no sólo por sus dimensiones (37 canciones) o por los palos musicales que tocaba, sino por la desnuda profundidad emocional de sus textos y lo turbulento de su gestación. Con este álbum, Calamaro ingresó de manera incontestable en el Olimpo del rock, especialmente en Argentina, cumpliendo con los mandamientos que vertebran la mitología del exceso y jugando con las leyes del reciclaje cultural y el homenaje (incluyendo una agridulce gira teloneando a su ídolo y gran influencia Bob Dylan). Obra sin parangón en el rock en castellano, Honestidad brutal supone el momento más álgido de la carrera de Andrés Calamaro y preludia excesos pantagruélicos como las 103 canciones de El salmón.
Darío Manrique (Burgos, 1977). Periodista musical desde finales de los años 90, ha trabajado en las redacciones de la edición española de Rolling Stone y de Loquesea.es. Desde 2006 colabora, entre otras publicaciones, en Rolling Stone, Esquire, El País, El Dominical, On Madrid o Viajar, y conduce el programa radiofónico Las calles del ritmo en GladysPalmera.com.
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