Se presenta en el Ateneo "Historia clara de la España reciente"
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Ayer se presentó en el Ateneo de Madrid el último libro de Enrique de Diego titulado Historia clara de la España reciente, ante un numeroso público que escuchó con interés la exposición que hizo el autor segoviano sobre su libro. La conferencia llevaba el título de MÁS SOCIEDAD CIVIL, MENOS ESTADO, POR LA REGENERACIÓN DE LA LIBERTAD.
En los momentos de extrema gravedad que viven nuestra Patria y nuestra sociedad es importante tener una conciencia clara de por qué hemos llegado hasta aquí. Ese es el objetivo de ‘Historia clara de la España reciente’. Podemos racionalizar y comprender la acumulación de errores sistémicos que nos han situado en una encrucijada tremenda en la que está en juego la supervivencia de Epaña como sociedad abierta e incluso, en sentido estricto, la de una parte de la población. Me quedo con la opinión de una de las mejores cabezas de España, el catedrático Dalmacio Negro para quien ‘Historia clara de la España reciente’ es una “síntesis estupenda”. Decía el Premio Nobel de Economía, James Buchanan, que “el pastor que defiende los intereses de su grey merece el respaldo de ésta”. Es lo que pretendo y hago con mi libro. Es momento para que la gente deje de perder el tiempo con libros sobre adelgazamiento o con meras recopilaciones de artículos de famosos o de presuntos gurúes mediáticos. Ésta es una lucha decisiva que se da en las mentes y que precisa la recuperación urgente de un sentido personal de la dignidad ilustrada. Comprender la historia con sus porqués se mueve en la línea de las soluciones.
Hacia donde se mire el panorama resulta desolador y descorazonador. Como esos grandes cetáceos, reyes de los amplios mares, que por extraños errores en sus sistemas de orientación se varan en las arenas de las playas y mueren asfixiados en largas agonías, incapaces de retornar a las aguas salvadoras, nuestra sociedad ha perdido el rumbo, lo perdió hace tiempo, y ha ido acumulando errores que la tienen desorientada y atenazada, aunque cada vez más consciente de los peligros y más confusa respecto a la salida. La solución es el horizonte abierto de la libertad, las aguas de la sociedad abierta marina, no las arenas cenagosas de la esclavitud.
Nosotros no somos conservadores, no estamos por conservar lo que no funciona y nos lastra llevándonos al desastre. Nosotros no concedemos un valor positivo al término estabilidad, porque es falsa estabilidad la que nos mantiene varados mientras nos va faltando el aire. Nosotros estamos por el cambio y la regeneración, por la libertad.
Es importante tener claro el diagnóstico de nuestros males, del cáncer terminal que con extendida metástasis corroe al cuerpo social. Padecemos, somos víctimas del fracaso del socialismo, de la opresión del Estado sobre la sociedad al servicio de una casta parasitaria de políticos profesionales, que depreda a las clases medias en un letal genocidio económico. Casta parasitaria política que ha degradado la democracia mediante una concentración de poderes que incluye la francachela y el dominio sobre el poder financiero y mediático y que añade al sindical y a una falacia de sociedad civil degradada hacia la que se reparten prebendas y migajas a través de la cultura de la subvención. Todo ese sistema opresivo, de privilegios y corrupción, ha hecho quiebra y amenaza con arrastrar a la sociedad entera.
Como toda crisis del socialismo, funciona consumiendo tejido productivo y humano que va siendo expulsado del sistema hacia la indigencia y los comedores sociales. Y, como si se tratara de un agujero negro, va subiendo por la escala social. Nadie puede sustraerse, mediante el esfuerzo individual, a lo que es un fallo general de todos los órganos del sistema y, por tanto, es el sistema el que, en un esfuerzo común de vitalidad personal y social, ha de ser corregido y desmantelado, mediante el criterio de menos Estado y más sociedad civil.
No voy a detenerme demasiado en indicar que no es una crisis del capitalismo. Lo que necesitamos es capitalismo, es libertad, es esfuerzo, es trabajo. El capitalismo parece funcionar de manera muy simple, mediante un conjunto de continuas decisiones libres que denominamos con mayor o menor fortuna la ley de la oferta y la demanda, pero es muy complejo y tocar, condicionar, intervenir en esos mecanismos es de una gravedad completa, de una irresponsabilidad suicida, porque sólo el capitalismo asegura el mantenimiento de los niveles de población alcanzados. Y la disyuntiva es bien sencilla: o capitalismo o hambre.
Nosotros no vamos a perder ni un minuto en defender a la casta parasitaria y a sus privilegios, porque son el problema, porque queremos desmantelarlos. Pero tampoco nos vamos a sumar a quienes, huérfanos del socialismo, productos de la mala educación hacia el biotipo del ignorante ilustrado, deambulan por las calles y plazas de España con propuestas ultraconservadoras de mantenimiento del sistema o de exigencia de dosis mayores del mal. No deja de ser un desafuero y un sarcasmo, por ejemplo, que se propugne la ‘banca pública’, cuando las cajas quebradas por los políticos han sido la manifestación ostentosa del fracaso de lo público. Nosotros no defendemos lo público, lo estatal, nosotros exigimos que nos permitan ser ciudadanos privados con toda su dignidad. Nosotros no nos vamos a sumar a los reaccionarios, que piden más burocratización, más intervención y, al final, comunismo, porque todo eso es lo que nos está hundiendo.
Constatamos, eso sí, que, a los males acumulados que están haciendo mella en el cuerpo enfermo y agonizante de la nación, se está sumando un deterioro del imperio de la Ley y una demolición vandálica de las ruinas de un Estado de Derecho que nunca ha estado a la altura de ese término y que siempre ha permancido genuflexo y al servicio de los privilegios de la casta parasitaria. Ese ataque del imperio de la Ley se perpetra en pinza desde arriba y desde abajo, desde el Gobierno, el Ministerio del Interior, con la comparsa de los coros y danzas de la casta. Un mal llamado Tribunal Constitucional, mera caja de resonancia del Gobierno, se pliega a los terroristas. Ayuntamientos e instituciones se niegan a que ondee la bandera nacional, en gravísimo reto que implica una declaración de hecho de la independencia. Gobiernos autonómicos rechazan cumplir sentencias del Tribunal Supremo que contradicen sus designios liberticidas. Y para rematar la faena se concede práctica impunidad a quienes se ha utilizado con histórica recurrencia para intentar amedrentar a los adversarios de un socialismo que ya ha sido erradicado por las urnas, coaccionando con un supuesto poder de la calle. Eso entraña un riesgo de argentinización, de piqueterismo, de chavismo, ante el que no vamos a cerrar los ojos, ni nos vamos a dejar confundir por el hecho de que, a título de mero camuflaje y como primeros compases de la música, para captar la atención antes de interpretar los horrendos sones totalitarios, utilicen nuestro discurso, lo que vengo, y venimos propugnando desde hace años. No hay salida al atolladero a través de una imposible regeneración hacia la esclavitud. Eso es un callejón cegado. La autopista de la salvación está en la regeneración por la libertad, que propugnamos y a la que pretende contribuir poderosamente ‘Historia clara de la España reciente’.
Es una estupidez colosal que un ministro del Interior que confunde la prudencia con la negligencia pretenda ser presidente del Gobierno cuando hace una completa dejación de sus funciones, cuando da muestras de una inutilidad completa.
Los partidos y los sindicatos deben financiarse de sus afiliados. Es preciso cortar las subvenciones a sus redes clientelares. No podemos sostener a la casta parasitaria y debe ser desmantelada. Necesitamos más empresas y menos chiringuitos revestidos de instituciones. Deben ser suprimidas las autonomías. No podemos mantener el parasitismo de diecisiete autonomías. Lo que por sí es inservible y oneroso no lo puede administrar bien nadie. No se trata de que las autonomías las gobierne el PP, sino de cerrarlas. Clausurar esos estúpidos parlamentos de los miniestados. Hay que cerrar las diputaciones y reabrirlas luego en dimensiones sostenibles. El alcalde ha de ser elegido de manera directa a doble vuelta, de forma que los ayuntamientos recuperen su sentido de ámbitos de gestión, acabando con la gravosa parlamentarización que los hace igualmente inviables.
Somos millones de patriotas españoles, orgullosos, además, del título de patriotas, orgullosos de España, que amamos la libertad, que estamos dispuestos a conquistarla cada día y de avanzar hacia la libertad, no de retroceder hacia la esclavitud.
La gloria del Estado elefantiásico no puede edificarse sobre la miseria de la sociedad. Por esa línea ni habrá sociedad ni habrá Estado. Son precisas correcciones profundas en nuestro sistema sanitario y de manera urgente, mediante el cheque escolar, en el educativo, cerrando muchas facultades que para nada sirven, salvo para egregar a gentes que no tienen salida en el mercado y cuya vagancia cuesta muy cara al contribuyente. Pero es obvio que antes que cerrar quirófanos es imprescindible, es de justicia mínima cerrar embajadas de las autonomías, bajarse de los coches oficiales –somos la nación del mundo con más gente viajando con cargo al contribuyente-, eliminar todos los privilegios abusivos de los que se han dotado los políticos, no pagar los pelotazos de los retiros de los expresidentes autonómicos, algunos tan nefastos como José Montilla o José María Barreda. Eliminar las ayudas al exterior concedidas a los amigotes y todo el entramado de subvenciones al parasitismo socialista y nacionalista. Mientras haya un español en un comedor social ni un euro debe ser desviado a la UGT. Ni a la falsa Fundación Pablo Iglesias ni a la tan falsa como ella Fundación FAES.
La lucha contra la corrupción ha de ser implacable. El sistema está podrido, hiede. La corrupción está generalizada, es el lubricante del sistema, el pesebre oscuro de la casta y los partidos respaldan a sus corruptos e incluyen a imputados en sus listas. La corrupción la pagan los contribuyentes de diferentes maneras y ha sido el alimento y el detonante de la burbuja inmobiliaria y la causa de la crisis de las cajas.
Peor aún, la gente percibe la evidencia de que la corrupción no se persigue en España, de que los corruptos campan a sus anchas, de que los sumarios abiertos se eternizan, de que con todo se hace negocio sucio incluso con los ERES, de que los comisionistas no ingresan en prisión, de que la sedición y al alta traición no son perseguidas, de que queda impune la colaboración con banda armada. De que en España no hay Justicia. Y no hay Justicia porque no hay división de poderes. La Justicia en España es la lacaya sumisa de los poderosos, de la casta parasitaria política. La Justicia está en primer tiempo de saludo ante sus mandos, los políticos profesionales. La Fiscalía no es otra cosa que la larga y sucia mano del Gobierno. Los jueces ascienden o se estancan no por su defensa del Derecho sino por el favor político, a través del prostíbulo de los politicastros que es el Consejo General del Poder Judicial. Con una Justicia independiente, real, con la única Justicia digna de ese nombre los males de España no hubieran llegado a este nivel de profundidad.
Esos males no han surgido ayer, se arrastran desde el inicio de la malhadada y nefasta transición. Esa violencia chantajista que aulla con desmerecida ferocidad gatuna por las plazas de España, ámbitos tradicionales de nuestra libertad, tomadas por los hombres de la esclavitud, no es de ahora, poque la transición no fue pacífica, porque se nos ha instalado en la mentira y se nos ha dado siempre gato por liebre, propaganda por información. Ha llegado la hora de la claridad y la afrontamos sin miedo que es un sentimiento abyecto que repudiamos con razón. Queremos cambios, queremos libertad, queremos regeneración, queremos España.
El culpable de nuestros males no es Zapatero, aunque en su incompetencia supina, en su sectarismo mostrenco, los ha agravado todos y por eso la reclamación urgente y unánime de la sociedad civil, de las clases medias es que deben abrirse ya, cuanto antes, de inmediato, las urnas, porque el Gobierno carece de legitimidad de ejercicio y es un desastre sin paliativos. Carece de legitimidad de ejercicio porque mintió en la campaña electoral, porque ganó con un programa inservible desde el día después, porque gobierna ahora al dictado de Europa con un programa completamente contrario al que presentó a los electores y porque el 22 de mayo de 2011 los españoles lo han plebiscitado de manera negativa, provocando la quiebra del PSOE y erradicando el socialismo de las instituciones. Constato que esos regeneradores de pacotilla, que esos falsos regeneradores de la esclavitud no piden elecciones anticipadas. Por algo será. Nosotros, los regeneradores de la libertad las exigimos.
No nos vamos a parar ahí, porque luchamos por la supervivencia y por nuestra querida Patria, de nuevo el patriotismo racional y abierto del que extraemos fuerzas, y que aletea sin complejos en cada página de ‘Historia clara de la España reciente’. No, Zapatero no es la causa de nuestros maales, sino el efecto mediocre e insoportable de todos ellos. El culpable es Juan Carlos de Borbón y la monarquía de partidos que, mediante la generación de un régimen prebendario, hurtó a los españoles el necesario referéndum república-monarquía y el imprescindible proceso constituyente. Proclamo sin ambajes que el 22 de mayo de 2011 murieron, al tiempo, el socialismo y la monarquía, puesto que el PSOE se constituyó en el partido cortesano por excelencia, en la columna vertebral de este sistema corrupto y liberticida, esta falsa democracia con exageración de las apariencias.
Juan Carlos fue, con su chambelán osado y aventurero, Adolfo Suárez, el que montó la casta parasitaria y quien es su jefe. Él es la piedra angular de la corrupción –y de ello hay acumulación de datos en mi libro ‘La monarquía inútil’- y de la concentración de poderes. Ya decía Montesquieu que “no hay monarquía sin nobleza”, y aquí la aristocracia son los políticos profesionales y sus redes clientelares y prebendarias; demasido extensas, demasiado mediocres, demasiado crueles y, por completo, insostenibles. Ni tan siquiera ofrecen seguridad a sus súbditos como hacían las noblezas medievales.
Queremos ser ciudadanos y no súbditos. Y por ello una reivindicación nuclear, indeclinable es un referéndum monarquía-república, cuyo hurto estamos pagando muy caro. No puede, en ningún caso, producirse, y el devenir natural marca tal horizonte, nadie es eterno, la transmisión automática de la jefatura del Estado. Por de pronto, la mayoría de los españoles no votaron la Constitución de 1978 y, además, en ella se coló de rondón la monarquía en un menú cerrado, presentando un plebiscito sin opciones ni alternativas como un referéndum. No, Felipe y Letizia no pueden reinar sin ser pasados por las urnas. Felipe y Letizia no pueden vivir a costa del contribuyente en la cúpula de la pirámide parasitaria. Parafraseando al heredero forzoso de la dinastía borbónica, todos queremos nuestro minuto gloria, el de votar en un referéndum república-monarquía, en el que, por supuesto, votaré república, sin añoranzas (mi bandera es la rojigualda y mi escudo el actual sin castrante corona) de la segunda sovietizante –pedagógicamente explicada en sus derrumbes morales en ‘Historia clara de la España reciente’- sino mirando alegre hacia el futuro, hacia la República constitucional, presidencialista, hacia la República de la libertad y la dignidad, frente a la monarquía del servilismo y la lacayización de los espíritus.
Cuando, acompañado de los hombres y las mujeres de la regeneración y la libertad, me dirigí a la Puerta del Sol a entablar diálogo con los hombres y mujeres de la reacción y la esclavitud, medrosos a la claridad formaron una cadena humana como los esclavos del califa almohade en el palenque de Las Navas de Tolosa. En su defensa, en completa claudicación del Estado de Derecho, a las órdenes de esa vergüenza nacional, de esa supina mediocridad, que detenta el Ministerio del Interior, fue el Cuerpo Nacional de Policía el que me impidió transitar libremente por mi Patria. Pretendía transmitirles las propuestas salvadoras para la regeneración de nuestra democracia a fin de que abandonaran el gregarismo del rebaño y como individuos libres se sumaran al esfuerzo común. Hoy, ante vosotros, y para toda esta nación doliente y varada en la agonía absurda, pues hay solución, hay esperanza –el futuro siempre está abierto, depende de la responsabilidad personal de cada uno- las desgrano, con la convicción de que más pronto que tarde saldrán adelante:
1.- Elección del presidente del Gobierno en circunscripción única nacional.
2.- Representación directa del parlamentario mediante votación por distritos.
3.- Elección directa del alcalde, a doble vuelta.
4.- Limitación de mandatos para cualquier cargo a ocho años.
5.- Imposibilidad legal de inclusión en las listas de cualquier político imputado.
6.- Ley contra los privilegios abusivos que elimine las pensiones privilegiadas de los diputados y cualquier pensión a exministros o expresidentes autonómicos.
7.- Eliminación de las subvenciones a los partidos políticos.
8.- Eliminación de las subvenciones a los sindicatos y la patronal.
9.- División de poderes: reforma del Estatuto Fiscal y de la elección del Consejo General del Poder Judicial, sin intervención de los políticos.
10.- Referéndum monarquía-república.
Dios guarde a España
Madrid, 30 de junio de 2011.
Enrique de Diego
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