“Los ingleses lo han inventado todo, incluso la historia”. Entrevista a Jorge Daniel Villar
jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h
Por Alberto Pertejo-Barrena
Jorge Daniel Villar es un escritor malagueño enamorado del mar y de las historias navales. Acaba de publicar el segundo libro de la saga del Teniente de Navío Javier Serrano, una historia de la Armada Española del siglo XVIII titulada El Departamento de Cartagena, en la que da una versión apasionada y fiel a la historia de nuestra rica peripecia naval, huyendo de los estereotipos y falsedades a las que nos tienen acostumbrados los escritores británicos.
El autor es un erudito en el campo naval, se graduó como capitán de la Marina Mercante y durante 12 años trabajó en diversos buques; decidió dar el paso a la Armada Española donde es ahora capitán de Corbeta, ha servido en el portaeronaves Dédalo y en el buque hidrográfico Antares, entre otros. Está empeñado en que los lectores conozcan nuestra historia naval, para ello ha creado un héroe caballeresco, intrépido y aventurero con el que conoceremos pasajes olvidados de nuestra historia que merecen ser rescatados. Sus obras incluyen un diccionario náutico militar del siglo XVIII para que entendamos mejor sus obras y recuperemos palabras de una belleza indiscutible.
Para usted, son ¿los siglos XVIII y XIX los dorados de la navegación? El siglo XVIII es para mí el más interesante desde el punto de vista de la Armada Española. En él se plantean y se resuelven los temas navales más importantes y comienza nuestra decadencia como potencia mundial, que culmina a principios del XIX con la derrota de Trafalgar.
El protagonista, qué tiene de real y qué de imaginario. El protagonista es un antihéroe, por eso es casi real. Las situaciones, las pequeñas historias y los personajes están tomados de la realidad, existen actualmente y han sido trasportados al XVIII o han existido y resucitan para contar la historia, pero su forma de proceder dentro del ámbito de la armada está rigurosamente sacada de la realidad. Los diálogos son imaginarios, los personajes y las historias no.
¿Hay algo de usted en el protagonista? Si, algo, pero él es más afortunado por vivir en el XVIII.
¿Por qué los ingleses han sido los que han copado este tipo de narraciones y no los españoles, con una Historia Naval tan extensa y brillante como ellos? Inglaterra ha dependido del mar para su subsistencia. Sus “murallas de madera”, como llamaban en el XVIII a su armada, ha sido siempre de vital importancia para la nación, de ahí que su narrativa sea muy extensa. España ha vivido bastante ajena a la mar y a la Armada, pero lo inquietante es que las pocas estanterías dedicadas a la marina que hay en nuestras librerías estén mayoritariamente ocupadas por libros ingleses en los sitios más destacados y que, además, se permitan calumniar en ellos a la Armada española, mientras que los libros españoles permanecen semiocultos por los rincones. Quiero pensar que es solo debido a un problema de “soborno editorial”, aunque eso decepciona mucho al escritor.
¿La batalla de Trafalgar tiene algo que ver con esa especie de olvido de nuestro pasado de aquella época? Posiblemente sí. Esta batalla nos dejó sin buques de guerra y es muy doloroso su recuerdo, que se prefiere olvidar.
¿Por qué en España no hay una película tipo Master and Commander? Los ingleses lo han inventado todo, incluso la historia. Se atribuyen la invención de todo aunque solo le hayan puesto un nombre inglés a inventos usados por la humanidad 4.000 años A.C., como la penicilina, el fútbol etc… Del mismo modo inventan la historia, siempre a su favor, claro. En España eso no ocurre, somos bastante realistas y algo autodestructivos y esas “virtudes”, no sirven para hacer una película.
¿De dónde le viene esa afición por la temática naval, y especialmente por el siglo XVIII? De la consulta de cientos de documentos originales de la Armada española de esa época, que es la más documentada.
¿Cómo era la vida en los barcos en aquella época? Era una vida bastante inhumana, no solo en las galeras, que existieron a lo largo de todo el siglo XVIII, sino también en los buques de línea. Los marineros provenían de la leva y de los presidios, por lo que gozaban de pocos derechos a bordo. Las Reales Ordenanzas de la Armada eran muy estrictas, con castigos corporales como latigazos, atravesar la lengua con clavos ardiendo por blasfemar etc... La comida era escasa y el trabajo muy duro, con interminables maniobras colgados de las vergas a la intemperie y a cualquier hora del día y lo peor eran los combates con otro barco enemigo a cañonazos, con todo el interior lleno de astillas volando por el aire, el fuego de fusilería barriendo las cubiertas y los abordajes con luchas cuerpo a cuerpo como una cosa natural.
¿Estaba nuestra armada a la altura de la Royal Navy? Afortunadamente no: En sus buques iba más gente de leva y mercenarios de todas las nacionalidades, mientras que en los nuestros solo iban españoles. Nosotros llevábamos uniforme oficial en la armada desde 1.718 y ellos empezaron a usarlo en el 1.748. Nuestras presas eran para el Rey o la hacienda pública. Sépase que en la batalla de Trafalgar nuestras dotaciones llevaban más de un año sin recibir sus pagas, mientras ellos se repartían parte del botín entre los tripulantes. Sus buques solían ocultar el pabellón en la mar y sus dotaciones arrasaban ciudades costeras masacrando civiles y expoliando el oro de las iglesias etc… Sus dotaciones, solían amotinarse ante la extrema crueldad de sus oficiales etc… En resumen, en nuestro país había muchísima diferencia entre un buque de la armada y otro pirata.
¿Eran nuestros buques de calidad inferior a los británicos? Eran iguales o mejores. En el siglo XVIII se llegaron a construir hasta 229 navíos de línea y unos 300 entre fragatas, corbetas y buques menores, haciendo un total de 600 buques construidos ese siglo. En cuanto a calidad, nuestros buques fueron construidos por los mejores ingenieros de la época tales como Gaztañeta, Jorge Juan, Gautier y Romero Landa y con el mejor roble, bronce, cáñamo y lino de España y América. El mayor navío de línea de ese siglo, El “Santísima Trinidad”, era español, el único con cuatro cubiertas. Lástima no haber tenido más población España.
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