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Carmen Torres Ripa
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Carmen Torres Ripa

Entrevista a Carmen Torres Ripa, autora de “La dama del cisne”

“La Madonna de Leonardo del Museo del Louvre es una copia y el gobierno francés lo sabe”

Por Javier Velasco Oliaga
lunes 03 de noviembre de 2014, 08:16h
Carmen Torres Ripa, si hubiera tenido oportunidad de elegir una época en la que nacer, habría elegido con casi total seguridad el Renacimiento. Florencia es para ella la ciudad más bonita del mundo y sobre Florencia ha escrito mucho. “La dama del cisne” comenzó a escribirla como un homenaje a esa época y a Leonardo da Vinci, pero algo no cuadraba y decidió añadir una trama de intriga para confeccionar su última novela.
  • Carmen Torres Ripa

    Carmen Torres Ripa

  • Con "La dama del cisne"

    Con "La dama del cisne"

 (Fotos: Javier Velasco)
(Fotos: Javier Velasco)
Su pasión por la ciudad de la Toscana es evidente. Su primera novela, La mujer de las nueve Lunas, que tenía como protagonista a Hildegard de Bingen, transcurre en esa ciudad. Una ciudad repleta de arte y majestuosidad por los cuatro costados. En Florencia hubo alguno de los mejores talleres de arte del mundo, muchos de ellos financiados por la familia de los Médici. Allí se ubicaba el taller de Verrochio, donde un joven Leonardo hacia sus primeros pinitos artísticos.

Precisamente en ese momento histórico es donde comienza la trama del libro. “En un principio pensé en escribir una novela histórica sobre Leda, la modelo de Leonardo da Vinci y el propio artista, sin embargo me di cuenta de que algo no funcionaba y decidí añadir la trama del periodista de investigación sobre el enigma de un cuadro destruido”, explica con sentimiento la escritora de Baracaldo. “Necesitaba un periodista” para escribir la novela, de ahí que irrumpiese Bernard Mistral en la trama.

El libro tiene dos tramas diferenciadas, una histórica y la otra actual. Ambas se complementan y dan un sentido completo al desarrollo de la misma. Para llegar a escribir como lo hace Carmen Torres Ripa se necesita “oficio”, mucho oficio: “cuanto más escribes, mejor lo haces. Al final, lo que domina es el oficio”, explica la escritora en la conversación que mantuvimos en un hotel capitalino.

Ese “oficio” la conduce, cada vez más, a escribir obras de menor volumen. “Cuanto más pequeño es un libro, más difícil es escribirlo. Tienes que resumir escenas, buscar la esencia de la trama”, desvela la autora. Pero para ella lo más importante de una obra es “coger a los lectores, agarrarlos con una trama que tenga intriga, inventar algo que al lector le apetezca leer”, dice con seguridad.

Las dos partes de la novela, que van discurriendo en paralelo, están escritas de forma diferente. La parte histórica, de Leda, en primera persona. “Es la parte como realmente escribo yo, con un estilo muy intimista, muy de sentimiento, muy de mí misma. Como escribo mis artículos en el diario Deia”, describe con efectividad. La parte de la trama actual está escrita en tercera persona por un narrador omnisciente.

La parte histórica es la casi una continuación de La mujer de las nueve Lunas. “Casi no sé donde acaba uno y dónde empieza el otro. Después de escribir sobre Hildegard de Bingen y de Leda me di cuenta de que ambas eran mujeres del Renacimiento y mi cabeza se iba hacia Leonardo. Me encontré buscando todos los sitios en donde había vivido, descubriendo lo mágica que es Florencia”, describe precisa.

Como señalábamos con anterioridad, lo más importante “es sujetar al lector a la trama”, de ahí que haya escogido el formato de thriller para la parte de la investigación. “Para sacar adelante esta trama necesitaba un ladrón o un falsificador. Me metí en Internet a buscar y me encontré con Erik el Belga, que había sido las dos cosas. Además, dio la casualidad de que vive en Málaga y como tengo un hermano que vive allí, me fue fácil desplazarme para conocerle”, recuerda Carmen Torres Ripa.

Erik el Belga sale como tal en la novela. Permitió a la autora utilizar su nombre y con todo lo que aprendió con él en dos días extenuantes, con la información que le dio y ha puesto en el libro, puede hacer temblar los pilares del arte. “Es un tipo fantástico, con una imagen muy bohemia; con el pelo blanco hasta el hombro, calvo por detrás, fumador y bebedor empedernido, que pasa totalmente desapercibido en Málaga e, incluso, en el barrio en el que vive”, relata la periodista.

“La Madonna de Leonardo del Museo del Louvre es una copia y el gobierno francés lo sabe”, afirma Carmen Torres que le dijo Erik el Belga, que le enseñó dos copias perfectas de la Madonna que había pintado él mismo. También le contó que hizo, al menos, cinco copias de El grito de Edvard Munch; si es verdad no sabremos si las cuatro copias que se conservan de ese famoso cuadro fueron pintadas por Munch o por El Belga.

“En los museos hay, actualmente, muchísimas falsificaciones”

Carmen Torres Ripa reconoce que lo que aprendió en esos dos días le ha dado mucho juego en la novela. “Muchas veces me decía: ¿sabe cómo robé ese cuadro? Robar es muy fácil, sólo hay que saber sobornar a los encargados de la seguridad.”, recuerda y añade con ironía “yo que vivo en Portugalete lo sé muy bien. Cuando entran los cargamentos ilegales da la casualidad de que los responsables de la seguridad se han ido al baño”.

“En los museos hay muchísimas falsificaciones”, apunta. Éste es un tema que ya hemos tratado en nuestras páginas. Basta recordar el libro Ángelus de Jorge Iglesias Manzano donde relata una posible, y ahora parece más real, falsificación de los más famosos cuadros del Museo del Prado. Así, no nos extraña cuando la autora sostiene que “los grandes cuadros están en las colecciones privadas de los multimillonarios”. Realmente estremecedor. ¿En manos de quién está la cultura en este mundo? Casi imposible de responder.

Al final de la charla nos da las claves de La dama del cisne. “Estuve dos años documentando la obra. La parte de Leda decidí escribirla como un diario. La parte actual se le ocurrió a mi hermano Pablo, que me dijo que rompiese el cuadro en cuatro. Con la parte de Erik el Belga me lo pasé muy bien. Estaba haciendo una ficción de algo real”, explica con detenimiento y finaliza diciendo “lo que más me cuesta es unir todos los cabos, que todo quede en su sitio y quede creíble”. Desde luego que le ha quedado así. El problema es que si todo lo relatado es verdad, los grandes museos nos están tomando el pelo, lo cual es verdad, dado el alto precio que nos están cobrando por admirar obras originales que no son tales.

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