"Alabanza" se presenta como una historia de amor –que lo es- en un mundo sin literatura –que también-, pero en su fondo encontramos la construcción de identidad de un escritor que, en realidad, creó una identidad falsa y acabó vendiéndose y busca resarcirse de esa situación.
Considero que, como toda novela con ambiciones desbordadas, Alabanza aspira a tratar muchos temas, algunos de los cuales pueden haberse escapado incluso a mis propias intenciones. La identidad, obviamente, es uno de ellos; pero más considerada desde una perspectiva de desclasamiento, de individuo enfrentado al sistema, que desde el punto de vista del entorno literario.
Es posible que muchos lectores –sobre todo aquellos pertenecientes al mundillo literario- se entretengan jugando al quién es quién en algunos pasajes de la novela. Sin embargo, lo importante, creo, no es tanto quién está detrás de algunos personajes como lo que representan o han, para bien o para mal, ocasionado para el estado actual de la literatura de nuestro país.
No soy nada amigo de que los escritores escriban sobre escritores y pongan como protagonista a un escritor. No pude evitarlo en esta novela porque la flexibilidad que otorga a un relato el carácter creativo, digamos, de un personaje que escribe me permitía alcanzar los resultados que buscaba. Con todo, me divertía entremeter de vez en cuando alguna referencia al, así llamado, mundillo literario. Lo más jugoso que puedo contestarte, al cabo, es que pensaba escribir toda una secuencia sobre el ecosistema editorial, y enseguida me di cuenta de que eso rebajaba la novela, la volvía sectorial y quasi-privada. De modo que, como bien has notado, el asunto del crítico, el editor y este o aquel autor citado en el libro no guardan una relación directa con nadie real y operan en realidad como entes simbólicos.
"Ejército enemigo" presentaba una politización más abierta que "Alabanza", pero ésta en muchos aspectos es también una novela política. Que no panfletaria.
Se dice que todo es política y, claro, que todo libro es político. Lamentaré ver esto como titular, pero creo que la política no le está haciendo ningún bien a la literatura de nuestro tiempo, pues se publican novelas malísimas con buenísimas intenciones sociales. Un error recurrente en nuestras letras, por otro lado. Creo que hay más política, y más verdad, en una buena novela sin subrayados ideológicos que en determinadas novelas militantes. Algo que también pensaba Juan Ramón Jiménez, nada menos.
Estructuras de manera externa la novela en tres partes construidas de manera estilística de manera diferente aunque siguiendo una clara linealidad narrativa. Esos cambios en la forma estructural se entienden bien en relación con lo narrado, ¿cómo concebiste cada parte?
Me alegra que hayas notado ese esfuerzo arquitectónico. Creo que la novela española, a día de hoy, adolece de una infausta pereza estructural. Todo vale, todo es novela; todo es acumulación heterogénea de materiales. Me gusta construir novelas, que la obra se hable siempre a sí misma, que haya diálogo entre la página 34 y la página 300. En mi práctica de la novela, he notado que uno no debe programar su forma, pero sí estar muy atento al estrechamiento que se produce según vas escribiendo, que te obliga a ser coherente con lo escrito anteriormente y a ir alcanzando una cierta armonía. Toda mi novela, como puedes comprobar, surge, estructuralmente, de una de las primeras frases del propio libro. Como dijo García Márquez en relación a Cien años de soledad, la novela me fue enseñando cómo escribirla.
Llegados a este punto, Alabanza parece una respuesta muy personal hacia una situación generalizada en la literatura y en la sociedad, algo que la hermana en algunos aspectos con Ejército enemigo, ¿cuál, o cuáles, son los detonantes para escribir la novela?
Tengo claro que escribo mis novelas en contra de las novelas mías anteriores, con criterios quizá difíciles de encajar por el analista externo. Cosas como: si escribí sobre una mujer, escribo sobre un hombre; si la anterior era larga, ahora corta. En Alabanza estos factores antagónicos me llevaron a variables como: campo, sin tecnología, sin palabrotas, sin política explícita; entre otros. Por otro lado, soy de un pueblo de Segovia, y todo ese caudal narrativo llevaba tiempo esperando su oportunidad para asomar en una novela. Vi llegado el momento. También quise hacer una novela más larga de lo habitual, pues me di cuenta de que, con casi cuarenta años, y con los desánimos encima propios de la edad, la vida adulta y el insufrible mundillo literario, debía ponerme con ello antes de que se me hiciera tarde.
Alejas a los personajes del mundo urbano y los aíslas. La ausencia de internet se convierte en un contexto para ellos.
Como digo, fue un planteamiento refractario con Ejército enemigo, un modo de detonar la inspiración.
Ubicas la novela en un pueblo con pocos habitantes que al final posee una lógica narrativa, ¿tenías ganas de alejarte, en el terreno de la ficción, de la ciudad?
En realidad, me apetecía aprovechar todo el anecdotario y el saber rural que atesoro. Cuando empiezo una novela, amén de una trama más o menos definida, pienso en términos de, digamos, “grandes asuntos”, grandes asuntos que me interesan y de los que tengo algo que decir.
Hay una historia tras Sebastian que se revela al final, una historia muy rural introducida en un marco que no parece el suyo, es un muy buen contraste.
Bueno, tenía esta historia oída en mi pueblo, y que he manipulado bastante en el libro, y me parecía realmente potente. Así que, atendiendo a los consejos de Stephen King (nada menos), entendí que debía dejarla para el final.
Sebastian quiere escribir un libro de relatos sobre sus antiguas amantes. Y en su recuerdo lo que acaba haciendo es escribirse a él mismo.
Fue un recurso que utilicé porque lo usual me parecía muy simple. La idea es que el lector no lee los cuentos de Sebastian, sino los no-cuentos de Sebastian, sus intentonas y sus cambios de rumbo. Quería contar cosas -lo de las amantes- y hacérselo ver al lector desde un prisma extraño y muy deformado, que permitiera, justamente, diversas interpretaciones.
Literatura y sexo: la primera parte, en lo concerniente a Sebastian, creas un vínculo claro entre ambos que, en la tercera parte, toma una forma mucho más carnal.
La idea de que el protagonista sea escritor tiene que ver con la propuesta de la novela de que el amor es también una ficción; de que todo, en realidad, es una ficción. Para generar un mayor contraste, me pareció conveniente -irónico- que en la realidad de los personajes la literatura hubiera desaparecido del mundo, algo que tampoco es tan imaginativo, pues casi puede constatarse a día de hoy.
El sexo está presente en la novela como un elemento de construcción de identidad y no como un simple ornamento.
Aparte de porque es uno de los dos o tres asuntos que más me interesan de esta vida.
El pueblo también es un personaje extraño, fantasmagórico, con esas viudas apareciendo y desapareciendo.
Mientras lo escribía, consideré que le estaba añadiendo un 2% de realismo mágico al libro (siendo los demás porcentajes: 50% autobiografía, 10 % misterio; 30% Javier Marías y 8% narrativa minimalista: David Markson y Joe Brainard); creo que un 2% de realismo mágico es la dosis menos tóxica.
Alabanza es una novela sobre la literatura y sobre la creación literaria, pero también arroja una mirada certera sobre la sociedad actual, sobre la hipocresía y el postureo que anida en ella. Hay un inconformismo en Alabanza no presente en gran parte de la narrativa española actual, quizá por no herir sensibilidades o intereses…
La hipocresía es, a buen seguro, el espíritu de nuestro tiempo. Y, claro, los escritores no son ajenos a ella. Basta ver fotos de poetas “comprometidos” que se ponen bolsas de Loewe en la cabeza frente a hoteles de lujo para saber que está todo perdido en esta batalla.
Hay un rumor en la novela. Hoy en día se extienden ese tipo de rumores por internet y en ocasiones se manejan para satisfacer intereses.
He tenido bastante experiencia en el vapuleo digital, particularmente en blogs, y me apetecía incluir ese linchamiento moderno en el libro, sí.
La novela, como todas las anteriores, posee un muy elaborado trabajo estilístico que resulta extraordinario en su segunda parte, cuando narras un simple paseo físico que acaba siendo la narración de una vida mediante el recuerdo. Pero una memoria arbitraria, azarosa, sin estructurar cronológicamente, a diferencia de esas narraciones que relatan los recuerdos con pasmosa linealidad.
He escrito mucho y no puedo evitar al cabo sopesar mi obra en términos algo competitivos, por lo que me alegra que hayas visto con esos ojos la segunda parte del libro. Lo digo porque creo que es lo mejor que he escrito en mi vida.
Siguiendo con el trabajo estilístico, tenía la impresión, personal y posiblemente errónea, de que la propia escritura de la novela se presenta como una contestación hacia la propia literatura actual.
Bueno, nada merece más contestaciones que la literatura española actual, que es un completo desastre. Falta técnica, falta imaginación, falta ambición y falta coraje. Así es fácil ponerse en su contra.
¿Concibes un mundo realmente sin literatura? O, mejor dicho, ¿qué mundo y qué literatura concibes? Aunque en la novela quede evidenciado en gran medida.
Es probable que la literatura acabe siendo una forma de ocio y de conocimiento similar al que hoy en día representa la ópera. Quizá, incluso, con menos seguidores. Creo que el fin de la literatura tal y como la conocemos será inevitable si, como digo en la novela, desaparecen los suplementos y revistas literarios. Si se pierde esa visibilidad, esa legitimidad, se acabó.
El final recuerda, por su construcción y porque en la novela haces mención a ella, a la película Rompiendo las olas, aunque de una manera muy diferente. Pero tiene algo de epifanía para los dos personajes, tanto de manera individual como en cuanto a pareja.
Es a lo que me refería más arriba, a ese esfuerzo por una visión orgánica de la novela, donde todo interfiere en todo y donde, si algo es mencionado, no es casualidad. Sueño con un lector que me relea, y que lo haga considerando que la novela tiene rincones y chispazos referenciales no detectables a primera vista. Pero ya es mucho pedir que te lean, así que una segunda lectura supondría quizá demasiada generosidad.
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