Con “El evangelista”, Adolfo García Ortega cambia absolutamente de registro y se adentra en el género de la novela histórica, eso sí, un tanto especial porque realmente sobre el personajes que trata, Jesús de Nazaret, hay poca, por no decir ninguna, documentación real. Los evangelios son, más bien, recreaciones fantasiosas escritas sesenta años después de su desaparición.
La novela “El evangelista” es la recreación histórica de dos revueltas que tuvieron lugar en Jerusalén y Galilea en tiempos del emperador Tiberio. Justo en aquellos días fue cuando se produjo la pasión de Jesucristo, en la novela llamado Yeshua el Visionario. Realidad o ficción, es difícil saberlo, lo que sí ha hecho Adolfo García Ortega es poner en claro los hechos de aquellos tiempos, basándose en las costumbres del pueblo judío y huyendo de las manidas historias que nos han llegado hasta nuestros días de manos de unos supuestos evangelistas que no llegaron a conocer en vida a Jesús.
Para ello, se vale el escritor vallisoletano de un supuesto evangelista, que éste sí convivió con Yeshua como un seguidor más. Este narrador sin nombre cuenta la historia en primera persona, incluyendo supuestas cartas que llegaron hasta él de diversas maneras y también de testimonios de otros posibles testigos de la historia. También incluye las cartas que escribía a su hermano relatándole los acontecimientos que estaba viviendo.
El narrador era un escriba que termina convirtiéndose en espía del tetrarca Herodes pero que finalmente decide huir tras la muerte de Jesús a una isla del Mediterráneo acompañando a la madre del Visionario. En contraposición a los supuestos evangelistas, personas sin estudios y, algunos de ellos, analfabetos, el autor ha escogido a una persona con preparación, algo totalmente lógico en aquella época, para que así pudiese tomar notas de lo vivido.
Define el evangelista sin nombre a Yeshua como un hombre enigmático, solitario y muy silencioso, casi una persona dominada por su alter ego que no era otro de Iskariot Yehudá. El Visionario era el líder de la secta, de judíos ortodoxos, de los zelotes y como tal seguía los preceptos de la religión judía a rajatabla. Como judío se había casado e, incluso, tuvo relaciones con alguna prostituta samaritana. Algo totalmente normal en la época en que vivío.
La novela sigue el mismo desarrollo que el Nuevo Testamento, solo que intentando adaptarlo a la realidad de la época, para ello, Adolfo García Ortega se ha tenido que documentar a conciencia sobre los hechos que acaecieron en las revueltas y en los personajes históricos. Claudia Prócula, mujer de Poncio Pilato, tiene un papel determinante en el devenir del Visionario como también lo tuvo Herodes Antipas.
“El evangelista” está escrita con un respeto exquisito, lo que sí ha querido es dejar a un lado las exageraciones fervorosas de la iglesia católica y ceñirse a la época en que sucedieron los hechos. La novela tiene el ritmo adecuado para ir conociendo los acontecimientos en su justo momento. Aunque todos conozcamos el final de la historia, su lectura nos engancha para saber cómo pudo haber sido la realidad de los hechos. Aunque la podamos calificar como novela histórica, tiene mucho de ensayo y estudio psicológico sobre la forma de ser de los protagonistas. Un análisis de ellos que no dejara indiferente al lector atento que agradece una novela distinta y comprometida con la verdad. Una novela fiel a los hechos que años después sería reescrita en Grecia.
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