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José Calvo Poyato y Jesús García Calero
José Calvo Poyato y Jesús García Calero (Foto: Javier Velasco Oliaga)

“La ruta infinita”, de José Calvo Poyato, pasa por Madrid

“La gracia de un escritor es mantener la tensión del lector cuando ya conocemos el final”

sábado 28 de septiembre de 2019, 12:59h

Cuando José Calvo Poyato se planteó escribir una novela sobre la primera vuelta al mundo, quería rendir un sentido homenaje a esos exploradores que, casi sin quererlo, terminaron circunnavegando el globo terrestre. “Fue la aventuras más grande de la historia”, afirmó el presentador del acto el periodista del ABC Jesús García Calero.

  • Carmen Calvo y José Calvo Poyato

    Carmen Calvo y José Calvo Poyato

José Calvo Poyato
José Calvo Poyato (Foto: Javier Velasco Oliaga)

Calvo Poyato, como buen profesor universitario y orador, le gusta hablar al público puesto en pie. Los corsés de las presentaciones no van con él, prefiere, como los toreros valientes que reciben al morlaco a puerta gayola, enfrentarse puesto en pie a los espectadores. La verdad es que a los asistentes de sus presentaciones les da igual que esté sentado, de pie o de rodillas, como los toreros, lo importante es lo que cuenta y como lo hace. Su verbo no sólo no defrauda sino que arrolla.

“Cuando leí que el gobierno de Portugal quería hacerse con los honores del viaje de la primera vuelta al mundo, me encrespé. Bien es verdad que Fernando de Magallanes era portugués, pero el rey de Portugal puso todos los inconvenientes posibles para hacer fracasar el viaje, sus espías en la Corte y en Sevilla intentaron boicotear el viaje. Descubrir una nueva ruta a la Especiería ponía en peligro el monopolio que tenían los portugueses”, explica el escritor de Cabra, municipio cordobés donde fue alcalde.

Magallanes había propuesto el viaje al monarca portugués, pero fue desestimado e, incluso, vejado. No le quedó más remedio que buscar en España financiación y ayuda para su expedición. “Por eso, mi novela comienza en Lisboa, para explicar todas las vicisitudes por las que tuvo que pasar”, apunta José Calvo Poyato. Finalmente, el joven rey Carlos I, casi recién llegado de Flandes y sin hablar apenas castellano, dio la luz verde al proyecto. Eso sí, reservándose para sí un quinto de los beneficios de la expedición.

“Carlos I fue claro con Magallanes, no quería que utilizasen ruta alguna que pasase por el hemisferio portugués, que se fijó por el tratado de Tordesillas a 370 millas al oeste de las Islas de Cabo Verde”, cuenta el autor. El tratado tenía un problema no se delimitó exactamente a partir de qué isla se tomaría la medida. Así, quedaba el hemisferio occidental para el reino de España y el oriental para los portugueses. Por eso, las instrucciones del de Gante fueron que habría que llegar a la Especiería y volver por el mismo camino.

La expedición de Magallanes no se podía calificar como segura. Al comienzo del siglo XVI el océano Atlántico se denominaba el mar Tenebroso y el Pacífico, el mar del Sur. También, había mucha superstición sobre ambos mares, se creía que existían monstruos o precipicios al final de ellos. Los portugueses se encargaron de sembrar de noticias falsas toda Sevilla, con las más funestas de las previsiones. Quien iba hasta allí no regresaba.

Todos estos inconvenientes los supo salvar Magallanes y un 10 de agosto de 1519 embarcó la flota “compuesta por cuatro naos y un velero”, apunta Poyato con decisión porque hay fuentes contradictorias, desde el muelle de las Mulas. En un par de días de navegación llegarían a Sanlúcar de Barrameda y allí estuvieron cuarenta días. “No hay documentación sobre lo que hicieron, pero eso me da la oportunidad para especular sobre lo que pudo suceder. La ficción me permite mostrar lo que la historia no puede”, sentencia el escritor cordobés.

“La genialidad de la expedición partió de Juan Sebastián Elcano que decidió no volver por donde habían venido e ir por la otra parte del globo”

José Calvo Poyato no quiso dar muchas claves sobre lo que sucede en la novela. “Naturalmente sabemos lo que ocurrió. Ahí está la gracia del escritor que tiene que mantener la tensión de la narración para hacerla interesante al lector”, subraya. En los tres años que duró la expedición ocurrió de todo, la muerte de Magallanes hizo que fuese Juan Sebastián Elcano el que asumió el mando. Estuvo en el momento indicado y en el sitio correcto.

El sufrimiento de los expedicionarios fue el mayor del mundo

“La genialidad de la expedición partió de navegante de Guetaria, que desoyendo las órdenes del rey, decidió no volver por donde habían venido e ir por la otra parte del globo, el hemisferio portugués”, puntualiza el autor de “La ruta infinita”, que debe el título al magín de Santiago Posteguillo. La llegada a España fue “apoteósica”, nadie les esperaba, ya se habían olvidado de la misión. “Cuando llegaron a Sevilla, remolcado por barcas porque ya no les quedaban velamen, lo primero que hicieron fue ir a una iglesia a poner unas velas a la virgen”, cuenta.

Al final del acto, tomo la palabra la vicepresidenta del gobierno, Carmen Calvo, hermana del escritor, “se van a hacer 246 actos de todo tipo para festejar la vuelta al mundo. Les recomiendo la que está en el Museo Naval de Madrid "Fuimos los primeros". El sufrimiento de los expedicionarios fue el mayor del mundo. Rendir homenaje a este gente es totalmente obligado”, concluyó.

De las 250 personas que partieron de Sanlúcar de Barrameda sólo regresaron 18. El rey Carlos mandó llamar a la Corte a Elcano y fue con dos personas de su confianza Francisco Albo (griego) y Hernando de Bustamante, que dieron cuenta del resultado de la navegación. Carlos I quedó encantado con su narración y porque la aventura había sido un éxito, se ganó incluso dinero. Ni que decir tiene que Elcano no llevó consigo a Antonio Pigafetta, excelente literato, mal compañero, mendaz cronista que no cita en su libro ni una sola vez a Juan Sebastián Elcano.

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