Francisco Manuel Granado nos explica en la entrevista los misterios de su novela y sus protagonistas y también las dificultades que un escritor ha de pasar para que lean su obra. En ocasiones, las grandes editoriales obvian temas interesantes por una mal entendida prepotencia que les hace desestimar obras sin haberlas leído. Cada vez muestran menor cintura y solo apuestan por grandes firmas, salvo honrosas excepciones. La labor de las editoriales modestas se hace cada día más importante para dar a conocer escritores interesantes, que como afirma el autor de Guillena "la escritura es mi vida". Los medios digitales cada vez tienen un mayor protagonismo para la difusión de obras, que por temas económicos, no tienen acceso a los antaño importantes medios tradicionales de comunicación o revistas literarias, que cobran un peaje en anuncios para difundir las obras.
¿Qué le llevó a escribir La cabeza de Diana?
La cabeza de Diana es una novela policíaca, en ambientes muchas veces sórdidos, que transcurre además en medio de una guerra. Sin embargo recuerdo que el origen de la historia era sentimental. Lo primero que quise contar era que la protagonista, Emma, emprendía un viaje para buscar a un antiguo amor. Quise averiguar qué reacciones iba a provocar en quienes le conocían y qué trato iba a tener con las personas del presente que se interpusieran en su camino de regreso al pasado. He dicho averiguar porque yo tampoco sabía lo que iba a encontrarme. Quería enterarme escribiendo la novela. Revelo algo que tal vez les defraude: muchas veces el escritor no sabe lo que va a pasar. También él se mete en lo desconocido cuando se enfrenta a la página.
¿Por qué decidió ambientarla durante la batalla de Inglaterra?
Una ciudad bombardeada brindaba un terrible contraste con las ilusiones de Emma. Me permitía exponer de una manera plástica la distancia insalvable que existe entre lo que uno desea y lo que tiene delante en realidad. Eso realzaba lo patético de su búsqueda. Enfrenté a propósito a Emma con lo menos romántico del mundo: la guerra.
Pero para que funcionara la historia, Emma tenía que poseer la suficiente profundidad para soportar los virajes de su aventura sin desfallecer, requería cierto valor físico o tenacidad si prefieres, y además para mantener vivos sus recuerdos. Por eso me preocupé de creer en ella, de sentir como ella -aunque esto supuso una prueba difícil?, de tomar partido y ver el mundo a través de sus ojos. Desde el principio supe que Emma iba a ser mi verdadero reto, la baza que podía llevarme al fracaso o al éxito. Y creo que logré conocer al personaje hasta el punto de dejarla narrar por sí misma muchos capítulos. Porque la sentía viva y palpitante. Creo que también sucumbí un poco a su personalidad, que me arrolló.
¿Cómo definiría a la ciudad de Londres durante esta época?
La cabeza de Diana va retratando la ciudad a base de trazos sueltos, a ras de suelo, según Emma va enfrentándose a los bombardeos y al caos que se ha apoderado de las calles. Porque lo que me interesaba era la visión de ella, su experiencia. Fuera de eso, puedo decirte que Londres era una ciudad colapsada, con graves problemas de abastecimiento y seguridad, aunque sus habitantes trataban de suplir las carencias y la tragedia que estaban sufriendo a base del espíritu patriótico que el gobierno trataba de infundirles. En ese sentido, la presencia de Churchill con sus elocuentes discursos fue providencial para superar el drama.
¿Cómo surgió la idea de escribir una trama detectivesca como esta novela?
Ningún retorno al pasado es fácil, y traté de plasmarlo de un modo literario, a través de la intriga. Luego, en la trama ocurría algún asesinato y los personajes tenían que investigarlo en medio de la matanza general. Contar algo así requería una dosis de crueldad exquisita, pero suponía un desafío. Que la policía y los habitantes de Londres trataran de mantener el orden y las buenas costumbres en medio de la carnicería, fingir que la humanidad es buena mientras se amontonan los cadáveres resultaba imposible, casi un sarcasmo. Y sin embargo no es una novela negra, porque la salva la esperanza de Emma, esa búsqueda personal que ella mantiene. Su amor libraba la novela de la sordidez y el nihilismo.
Alonso Bando era el imán que atraía a la protagonista y por eso debía resultar especialmente atractivo y romántico. Fíjate en todo lo que tuvo que pasar Emma Wells para seguirle; así que todo aquel caos y sufrimiento necesitaba contrarrestarlos con la imagen seductora de Alonso Bando. Una especie de justicia poética, si me permites la expresión, o de compensación sentimental. Además, sin pretenderlo casi, Alonso Bando iba unido a la felicidad de Emma, a sus veinte años y la gloria del amor, cuando uno se siente un héroe y el mundo te pertenece. A poco que lo pretendiera, su sombra se volvía irresistible en el recuerdo de Emma. Y es esa nostalgia la que salva a la novela de ser negra, que lo es en gran parte, pero la esperanza de Emma la libra de la pesadilla.
¿Cómo era el mercado negro del arte en los años 40?
Antes no existían medidas de seguridad como las actuales ni mucho menos un rigor en la catalogación de las obras de arte. Por eso, el robo y el expolio podían hacerse a una escala enorme, impensable para nosotros. Porque resultaba casi imposible seguir el rastro de lo robado.
Podemos afirmar con seguridad que la guerra tuvo una gran influencia en dicho mercado negro, ¿no?
La guerra convirtió Europa en un inmenso saldo. Las obras de arte que no fueron destruidas o confiscadas por los invasores, pasaron directamente a manos del pillaje. Los precios además eran baratísimos, dada la escasez de medios y las condiciones de subsistencia de los estraperlistas y traficantes. Por muy poco dinero, América, un continente medianamente ajeno a la guerra, se estuvo nutriendo de todas aquellas obras de arte que se salvaron del fuego y la destrucción.
¿Cuál fue la relevancia de la hoy desaparecida ciudad de Itálica, donde se encontró la cabeza?
Itálica son unas ruinas romanas situadas a pocos kilómetros de Sevilla, a un paseo de golondrina, como dice la novela. Mientras componía el argumento, supe por casualidad que habían encontrado allí una cabeza de una estatua que los arqueólogos atribuyeron a la diosa Diana y me hizo recordar mis veranos pasados en Santiponce de niño. El aire romano de sus montes pelados. Era muy emocionante pisar las ruinas en medio de la hierba que peinaba el viento. Itálica, una ciudad fantasma, deshabitada desde los tiempos de los visigodos. De hecho, lo que es el pueblo de Santiponce que construyeron al lado y a veces encima de las ruinas, apareció mil años después. Antes no hubo nadie y la ciudad muerta sólo servía de cantera a los sevillanos. Siempre he oído que cuando los vecinos de Santiponce cavaban un pozo en su patio o abrían una zanja, podían encontrar cacharros y monedas antiguos. De niño me imaginaba esas ruinas habitadas durante siglos por pájaros y lobos, o por bandidos. Y todo ese misterio, esa historia de gloria pasada y decadencia, estaba a la vista, tomando el sol entre olivares.
Recordé una cosa que le pasó a mi abuelo en Santiponce durante la guerra civil, una historia humana, que no tenía que ver nada con la política. Yendo a trabajar una cuadrilla de labradores al olivar del Garrotal, encontraron en la cuneta del camino el cuerpo de una muchacha muerta. Nadie sabía quién era ni qué bando la había matado. No sabían qué decir y nadie habló. Ni siquiera se atrevían a tocarla. Mi abuelo resolvió hacer algo que nadie supo. Pero toda esa historia está contada en la novela.
¿Podemos esperar más títulos próximamente?
La cabeza de Diana me costó tres años de trabajo. Y durante ese tiempo he ideado otra trama para una nueva novela. Ahora estoy en ella, pero no sé el tiempo que me llevará escribirla.
A su parecer, ¿cómo se encuentra el momento editorial en España?
Bueno, acabo de llegar. La cabeza de Diana es la primera novela que publico, aunque quedé finalista del Premio Guadalquivir con otra novela anterior. Por eso, como soy nuevo en el mundo editorial, creo que me sonaría pretencioso hacer una valoración. Sí puedo decirte que mi editor, José María Toro, de la editorial Guadalturia, me ha dado muchas facilidades y me ha permitido participar en todo el proceso de publicación. Y la verdad es que el libro ha quedado muy bien.
¿A qué dificultades tiene que enfrentarse un escritor novel para publicar?
Bueno, esencialmente, lo difícil es que alguien de una editorial lea tu novela. Yo tuve suerte con La cabeza de Diana, porque el editor sí leyó La cabeza de Diana. A partir de ahí las puertas se abrieron.
¿Cuál ha sido su experiencia?
Como todo el mundo. Al principio, publicar me parecía una meta inalcanzable. Pero no tardé en comprender que necesitaba esforzarme más, ser más paciente. No precipitarme en enviar un texto a una editorial, sino calibrarlo, sopesar su interés, su valor. Contrastar con otros lo que escribía. Comprender que la literatura es un placer, por eso debía darle al lector todos los motivos de disfrute. Que el argumento lo mantenga sin aliento, que los personajes le atraigan y que cualquier pasaje le permita hallar motivos de solaz o de reflexión. Sólo entonces las editoriales te dan una oportunidad.
¿Ha recibido apoyos o se ha encontrado solo?
La familia y los amigos son esenciales. Escribir es una tarea lenta y modesta, por eso uno necesita mucho ánimo.
¿Merece la pena escribir en España?
Desgraciadamente en mi caso, no puedo elegir. Escribir no es para mí una forma de vida, sino que es mi vida. Quitarme de escribir sería como dejar de respirar. Ni siquiera me atrevo a llamarlo vocación, es mi primer impulso desde siempre.
¿Cual cree que es el papel de los medios digitales en la cultura?
Esencial. Internet se ha convertido en la nueva calle a la que salir. Ahí te encuentras con todo el mundo. Y te permite conocer cosas que antes eran impensables. Es como una enciclopedia y un bar de amigos, todo a la vez.
Ante la pasividad de los medios de comunicación tradicionales con respecto a la literatura, ¿cree que los medios digitales están sustituyendo a los impresos?
Bueno, los medios digitales dan acceso a muchísima más gente que los impresos. Gracias a ellos, puedes hacerme esta entrevista y hacer que muchas personas la lean. Significan una gran apertura, romper límites y saltar barreras que antes inmovilizaban a la gente. El futuro es la comunicación, es compartir, es convencer. La etapa de las imposiciones ha acabado.
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