Si hay un sitio donde poder perderse, donde lograr escabullirse sin riesgo de que te encuentren, ese sitio debe estar en el Sur. Porque el Sur es un sitio grande, lleno de luz. Y en ese Sur que es una meta física, puede que le esperen a los protagonistas de esta novela oscura, violenta, fría, un poco de vida nueva, un poco de sano olvido.
Pero antes de llegar a ese momento en que emprender la huida (si no es huida todo lo que aquí se relata), el protagonista de esta novela de Roger Wolfe encarará una realidad áspera y malsana, deshumanizada e insignificante, regida por una convicción que procede de Diógenes el Cínico y a la que le dio forma memorable Lord Byron: cuanto más conozco a los hombres, más amo a los perros.
Así,
Roger Wolfe ha creado para esta novela una ciudad llena hasta rebosar de suciedad y sangre, tan llena que ni siquiera los perros podían seguir viviendo en ella. En este infierno urbano, nos encontraremos con un hombre cuyo nombre no se revela en toda la novela pero al que poco a poco iremos comprendiendo pese a la brutalidad de sus actos, una brutalidad descarnada y en muchas ocasiones desproporcionada, pero siempre con un fin subyacente cuya moralidad podría estar hasta justificada.
De este modo, el anónimo protagonista de El Sur es un sitio grande se nos presenta como una especie de ángel exterminador a quien los medios de comunicación apodan el Samurái, y está totalmente empeñado en las más crueles y despiadadas formas de venganza. Asistiendo a los actos de este hombre, como avanzábamos al principio, el lector se convierte en testigo de múltiples sanguinarios asesinatos y brutales escenas de sexo.
El estilo hiperrealista que
Roger Wolfe utiliza le hace justicia sin ninguna duda al tono y al ambiente tan despiadado que el autor ha construido para la novela. Su lenguaje de incisiva precisión, seco y cortante se combina con los hechos que relata danzando a su alrededor a modo de una coordinada coreografía de oscuridad y sombras.
En definitiva,
El Sur es un sitio grande es una obra brutalmente violenta que no recomendaría a lectores especialmente sensibles, pero bajo la cual subyace una excelente literatura.
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