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“Siete semblanzas políticas: republicanos, falangistas, monárquicos” de Raúl Morodo

jueves 23 de octubre de 2014, 13:23h

Por Javier Velasco Oliaga

Raúl Morodo ha escrito el libro Siete semblanzas políticas: republicanos, falangistas, monárquicos como un acto de homenaje a unos políticos e intelectuales valerosos que creyeron ciegamente en los principios democráticos y vivieron por y para ellos sin importarles lo que les podía acarrear en su vida particular; unos ejemplos llenos de integridad intelectual y valentía física.


El libro está dividido en dos partes diferenciadas. La primera trata sobre tres exiliados republicanos a los que unía su espíritu liberal, al que podríamos adjetivar de diversas maneras, pero liberal al fin y al cabo. Estos tres personajes fueron Victoria Kent, Jesús González Malo y Salvador de Madariaga, liberales los tres, Victoria proveniente del anarquismo utópico, González Malo inscrito en la corriente libertaria y Madariaga en el liberalismo conservador heterodoxo. Raúl Morodo conoció a los tres personalmente, en el exilio, por lo tanto los hechos que cuenta en el libro son testimonios de primera mano que compartió en veladas o en correspondencia.

De Victoria Kent poco hay que añadir: Directora General de Prisiones en tiempo de la Segunda República y la Guerra Civil, se ha convertido en un personaje mítico que se manifestó en el destierro, viviendo en Nueva York una actividad incesante, editando la revista Ibérica, donde desplegó su ideario y facilitó a muchos intelectuales un medio de expresión de las ideas liberales y republicanas. No quiso que el destierro se convirtiese en un compartimento estanco e invitó a la oposición del interior a escribir en sus páginas. “La dirección política contra la Dictadura tenía que estar en el interior: que la política por correspondencia no era operativa” (pág. 34), señala el autor que solía decir Victoria Kent.

Jesús González Malo fue un liberal libertario. Sin estudios, fue militante del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM), partido que en muchas ocasiones se alineaba con la línea de la FAI y cuyos miembros mantuvieron múltiples desencuentros con el PCE, que los hostigó en repetidas ocasiones, sobre todo en Barcelona en 1938. Publicaba la revista España Libre y mantuvo con Victoria Kent una rivalidad periodística. Pese a vivir en la misma ciudad no llegaron a hablarse.

El tercer personaje tratado es Salvador de Madariaga, viejo conocido del autor; ya en 1987 publicó un libro en Ediciones El País, Tierno Galván y otros precursores políticos donde hablaba profusamente de él. Madariaga colaboró en Ibérica y mantuvo muchas diferencias con Victoria, pero pese a eso siempre mantuvo esa colaboración, al igual que en su último periodo vital con el periódico monárquico ABC, por lo que fue atacado, tanto por el exilio como por la oposición interior. Él siempre defendió el establecimiento de puentes a favor de la reconciliación, sobre todo al final de su vida cuando ya se vislumbraba la salida a la democracia.

En la segunda parte del libro trata de cuatro personajes de la oposición interior al régimen franquista. Son: Antonio Tovar, Pedro Laín, Dionisio Ridruejo y Joaquín Satrústegui. Los tres primeros, falangistas, combatieron en la Guerra Civil y desempeñaron puestos de relevancia en los iniciales gobiernos franquistas y el cuarto, monárquico, desempeño su oposición como consejero de don Juan. Posteriormente, los tres primeros se fueron descolgando del régimen unos antes que otros.

Antonio Tovar y Pedro Laín se mantuvieron en el régimen hasta febrero del 56 cuando los hechos acaecidos en las universidades de Salamanca y Madrid les costaron el rectorado. Tovar, emboscado, fue el más melifluo de los tres, aunque ya en 1952 rectifica postulados suyos escritos diez años antes. Laín, profundamente católico, varió también sus postulados cambiando, primeramente, hacia un humanismo cristiano, para después simpatizar con la socialdemocracia.

El más valeroso, ejemplar y más preparado intelectualmente de los tres fue Dionisio Ridruejo. Fue el primero en darse cuenta de que el régimen franquista no sufriría ninguna evolución y de que se quería perpetrar en el poder. Ya en 1942 se mostró disconforme con Franco desde una oposición controlada desde dentro, para mostrarse abiertamente en 1957. De esa época es un pensamiento suyo que escribió valientemente: “el Régimen es inmodificable desde dentro y Franco mantiene la vigencia de la guerra civil como principio inalterable para producir miedo y mantenerse en el poder” (pág. 176).

Pocos se atreverían a escribir un razonamiento como ese de una manera tan brillante y valiente. El último personaje tratado es Joaquín Satrústegui, monárquico liberal siempre fiel a sus principios. Se mantuvo en una oposición contraria al régimen franquista y abogó siempre por la vuelta a la monarquía representada por don Juan, aunque supo compatibilizarlo con la propuesta a Juan Carlos como titular del futuro trono. Ya en 1957 fundó Unión Española, con la que luchó por la monarquía.

Los cuatro lucharon por el advenimiento de la democracia en distintas plataformas. Todos la pudieron ver, menos Dionisio Ridruejo, quizá el que más luchó por ella. El libro glosa de manera brillante la vida y obra de estos siete personajes fundamentales en la historia de la democracia. Raúl Morodo se ha convertido en un referente para quien quiera estudiar estos años de tristeza y oscuridad, utilizando un lenguaje fácil, pero riguroso y muy documentado.

El libro está perfectamente editado, se acompaña con fotografías de los protagonistas que son un documento vivo de la época. El artífice de la colección España Escrita, Rafael Borrás, está desarrollando un enorme trabajo facilitando el testimonio vivo de los protagonistas de la historia reciente de España. Solo un pero a su labor: en dos ocasiones se han escapado las numeraciones de las notas que se han hurtado al lector. No debía haber sido así, las fuentes hubiesen enriquecido aún más el trabajo y no hubiesen dificultado la lectura de la obra. Aún así, el libro es un testimonio de nuestra reciente historia, escrito por una persona que se está convirtiendo en un sagaz testigo de unos años tristes que trocaron en esperanza y fueron fruto de una democracia que nunca se debió perder. Morodo es un sabio de esta época y esperemos que siga deleitándonos con sus conocimientos y siempre acertados análisis, un camino por el que debe seguir. Enhorabuena a los dos.

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