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"El cardenal-infante. La esperanza frustrada de la monarquía Hispánica (1609-1641), de José Ignacio Benavides y López-Escobar

Ed. La Esfera de los Libros
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 09 de marzo de 2021, 19:15h
El cardenal-infante
El cardenal-infante
Estamos ante una biografía necesaria, además de rigurosa y documentada, sobre un personaje histórico importante y, por desgracia, poco conocido. Sería uno de los hermanos del rey Felipe IV el Grande de España [Valladolid, 8 de abril de 1605-REY DE PORTUGAL desde el 31 de marzo de 1621, hasta diciembre de 1640. REY DE ESPAÑA desde el 31 de marzo de 1621, hasta, Madrid, 17 de septiembre de 1665], e hijo de los reyes Felipe III de España [Real Alcázar de Madrid, 14 de abril de 1578-REY DE ESPAÑA Y DE PORTUGAL desde el 13 de septiembre de 1598, hasta, Madrid, 31 de marzo de 1621] y Margarita de Austria-Estiria [Graz, Austria, 25 de diciembre de 1584-REINA CONSORTE DE ESPAÑA Y DE PORTUGAL entre 1599 y, San Lorenzo de El Escorial, 3 de octubre de 1611].

Nacería en San Lorenzo de El Escorial, el 16 de mayo de 1609, y pasaría a mejor vida en Bruselas, Bélgica, el 9 de noviembre de 1641. Cuando nace es recibido con mucho gozo, ya que viene a llenar el grupo de infantes regios vivos, y que pueden ser utilizados para extender las raíces profundas de los Habsburgo españoles. En estos momentos están vivos: Ana-Mauricia (1601. Futura reina-esposa de Luis XIII de Francia); Felipe (1605, futuro Felipe IV); María (1606. Esposa-emperatriz de Fernando III de Austria); Carlos (1607), con el nuevo vástago ya son tres varones y dos mujeres; todos ellos serían los cimientos de la preeminencia de los Habsburgo hispánicos en Europa. Es inexplicable la degeneración del Imperio Español de este siglo XVII, sobre todo en el reinado del Rey Planeta, Felipe IV, por la importante pléyade de “interpretes” de la política o de la cultura existentes: Felipe IV, el conde-duque de Olivares, Isabel Clara Eugenia, Baltasar Carlos, Juan José de Austria, Rubens. Estamos en plena época de la Guerra de los 30 Años. El calificativo de personaje brillante o de la esperanza frustrada de la monarquía hispánica es acorde a la realidad del Cardenal-Infante.

Me voy a centrar en los dos pasajes más destacados de su devenir político-militar: Desde el año 1625 la climatología muy adversa ha ido produciendo una hambruna, entre los españoles y portugueses de la época. Se denomina a este momento histórico de continuadas lluvias y subsiguientes desastrosas cosechas, la Pequeña Edad de Hielo. En 1627, de nuevo, como ya había ocurrido en los reinados de Felipe II y Felipe III, se produce la endémica quiebra económica española, y la Corona no puede pagar sus deudas, y, como en anteriores ocasiones, el oro y la plata de Las Indias llega a los bolsillos inmorales de los prestamistas europeos, mayoritariamente judíos. La nobleza rechaza al todopoderoso Conde-Duque de Olivares, quien comete el error más grave de su política exterior, interviniendo la Corona Hispánica en la denominada Guerra de Sucesión de Mantua. Ocurre cuando se tiene la preocupación de que la ignominia francesa, dirigida por el Cardenal Richelieu, intenta por medio del duque Carlos I de Gonzaga-Nevers (1580-1637) conseguir transformar en reino al ducado de Mantua. Este hecho ponía en peligro el territorio hispano del Milanesado.

La inexplicable pseudoinocencia bélica del Conde-Duque, le condujo a una absurda guerra, en la que el emperador Fernando II de Habsburgo no movió ni un dedo para apoyar a sus parientes españoles. En 1629, el propio rey sueña con ser el comandante en jefe de esa campaña italiana. “Esta será de mucha reputación y no muy dificultosa según dicen”. En ese susodicho año, se envía al aristócrata genovés Ambrosio Spínola Doria (1569-1630), Grande de España, en contra de sus deseos, al territorio mantovano . Al fracasar en sus intentos de convencer al duque de Mantua de que rompa sus relaciones con la Francia de Luis XIII y reconozca la soberanía del emperador sobre Mantua y el Monferrato, comenzará a realizar una elaborada poliorcética en el asedio de Casale-Monferrato; pero en este momento el taimado Richelieu ya tiene las manos libres para lanzarse contra el Imperio español: “Hay que tener el propósito perpetuo de frenar el curso del progreso de España”. Sea como sea, Francia es la única potencia europea que está capacitada, en ese siglo XVII, para oponerse frontalmente a la todavía todopoderosa España.

El duque Carlos Manuel de Saboya, tortuoso personaje como pocos, se pasará al bando español. En 1630, Richelieu llega al valle del río Po, el saboyano pide ayuda a España, pero Spínola está escaso de medios y no puede responder, aquél envía a un embajador a Madrid, el abate Scaglia, quien pone al Conde-Duque a favor de su señor. Spínola es censurado en el Consejo de Estado: “El marqués se ha excedido en mucho en haber publicado que V. M. le había quitado la plenipotencia pudiéndolo excusar y echarse a sí la culpa de no querer aceptar estas condiciones (…) Al marqués se le debe apretar mucho”. El final será el ominoso Tratado de Cherasco (abril-junio de 1631), Francia ya había conseguido entrar en el norte de Italia. La gran exaltación del Cardenal-Infante es la batalla de Nördlingen, celebrada entre los días 5 y 6 de 1634, con la aplastante victoria de las tropas españolas e imperiales comandadas por el archiduque Fernando de Habsburgo y el cardenal-infante Fernando de Austria sobre las suecas de Gustaf Horn y Bernardo de Sajonia-Weimar: “Horn está preso y Gratz, con otros muchos que no sé los nombres más de que son personas de importancia. De Weimar no se sabe…”. Por consiguiente debe leerse esta fenomenal obra, todo está en ella.Corcillum est quod homines facit, cetera quisquilia omnia”.

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