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"Crónica latina de los reyes de Castilla (Chronica Latina Regum Castellae)", edición de Luis Charlo Brea

Escrita entre los años 1223-1239. Ed. Akal. 1999
Por José María Manuel García-Osuna Rodríguez
martes 18 de julio de 2023, 17:16h
Crónica latina de los Reyes de Castilla
Crónica latina de los Reyes de Castilla
Otra obra magistral, esta sobre la historiografía de tres Reyes de Castilla, en la Plena Edad Media. En este caso el autor es un clérigo llamado Juan de Soria o de Osma (¿?-Burgos, 1 de octubre de 1246), abad de Santander y de Valladolid, obispo de Osma y de Burgos. Canciller que lo fue del Rey Fernando III “el Santo” de Castilla y de León (a partir de 1230). La crónica demuestra lo que es Castilla y lo que es León, y lo claro que lo tenían los cronistas del Medioevo, y el número importante de hispanos que lo desconocen en la actualidad.

Con un gran respeto y conocimiento, el canciller Juan de Soria deja bien claro a que reyes, exclusivamente de Castilla, se refiere la crónica, y los mismos son: Alfonso VIII “el de Las Navas”, Enrique I y Fernando III “el Santo” hasta el año 1230 en que comienza a reinar, asimismo, en el Reino de León, por la muerte de su padre Alfonso IX “el Legislador o el de las Cortes” de León en dicho año, y que había desheredado a su hijo, el infante leonés Fernando Adefónsez, en favor de las infantas Sancha y Dulce. Y no sigue hablando de los ya inexistentes Reyes de Castilla, porque tras el año 1236 (Conquista de Córdoba) la titulación regia es la de Reyes de León y de Castilla o viceversa.

«La Crónica Latina de los reyes de Castilla relata fundamentalmente lo ocurrido en Castilla durante los reinados de Alfonso VIII, Enrique I y Fernando III hasta la conquista de Córdoba en 1236, hace frecuentes y cíclicas referencias a los otros reinos hispánicos y no olvida acontecimientos europeos coetáneos. El manuscrito que la contiene fue casualmente encontrado en la Real Academia de la Historia de Madrid por G. Cirot, que lo publicó por primera vez en los años 1912 y 1913. La obra ofrece la particularidad de ser la última crónica hispana escrita en latín, siendo varios los datos históricos que proporciona en exclusiva. Escrita en dos etapas, entre los años 1223 y 1239, ha llegado hasta nosotros en un manuscrito anónimo del siglo XV, atribuyéndose su autoría a Juan, obispo de Osma y canciller de Fernando III».

El autor es contemporáneo y, en muchas ocasiones, testigo presencial de buena parte de lo que relata. También presenta un enorme valor lingüístico, ya que, aunque su latín es sencillo, tiene una forma de redactar típica del latín eclesiástico, y según la autorizada opinión del prof. Julio González es muy superior al de la Crónica del Emperador Alfonso VII de León o Chronica Adefonso Imperatoris. Las otras dos obras, últimas con la presente escritas en latín son las de Lucas de Tui “el Tudense” y la de Rodrigo Jiménez de Rada, el arzobispo-metropolitano de Toledo. Modesto Lafuente en su obra histórica escribe: “don Fernando de Castilla hace romancear los fueros de Burgos y de varios otros pueblos de sus dominios; manda verter al castellano el código de los godos, y él mismo otorga sus cartas y privilegios en lengua vulgar, mostrando con el ejemplo y con el mandato que era ya tiempo de que los documentos oficiales se escribieran en el lenguaje mismo que hablaba el pueblo”.

El ya fallecido y eximio profesor Lafuente y Zamalloa se equivocaba de medio a medio. En primer lugar, en este castellanismo aniquilador del Rey Fernando “el Santo” se encuentra la causa, fehaciente y absolutamente lógica, por la que su padre Alfonso IX de León lo había apartado del trono de León, ya que conocía su educación, y obviamente era lo peor que le podía ocurrir a la Corona de León y a sus ciudadanos: leoneses, asturianos, gallegos y extremeños, que iban a perder su identidad. En segundo lugar, el prof. Lafuente parecía desconocer que existían otras lenguas, ya en la parte legionense, que eran el gallego en el condado de Galicia, y el leonés o llionés en León (con Zamora y Salamanca) y la Extremadura; hasta tal punto es así que los notarios de la leonesa-Salamanca escribían en lengua leonesa, siendo obligados con sanciones incluidas, a que escribiesen en castellano que no era, ni es, la lengua del Reino de León. Pero el Rey Santo pretendía la uniformización política de sus dos Reinos, León y Castilla, y no se debe olvidar que ya llevaba como Rey de Castilla únicamente, la friolera de dieciocho años. El manuscrito encontrado por el prof. Cirot no indica el nombre del autor de la Crónica Latina, pero sí nos aporta datos abundantes sobre el lugar de origen, la personalidad y la probable profesión del autor. Está claro que el autor es castellano, y desea narrar los hechos más importantes y esclarecedores de los soberanos castellanos: Alfonso VIII, Enrique I y Fernando III. Cuando se acerca o nomina a los monarcas de los otros reinos hispánicos, es única y exclusivamente porque todas esas circunstancias históricas tienen una relación o repercusión sobre lo que está ocurriendo en Castilla o en los Reyes castellanos citados. El autor conoce perfectamente los caminos y los lugares de su querida Castilla, demostrando que ha recorrido sus rutas, pueblos y ciudades con cierta frecuencia.

Es además un castellano ‘viejo’ con ribetes regionalistas. No parece muy favorable a León, sobre todo al León de Alfonso IX; menciona numerosas aldeas de Tierra de Campos y de otras partes de Castilla la Vieja y para él la Nueva es ‘omnia que sunt ultra serram uersus partes illas’; las luchas, que el autor reseña entre facciones políticas, tienen lugar al norte del Duero, y la zona al sur del río es sólo el escenario de la Reconquista. Este castellano ‘viejo’ conoce y cita con frecuencia a los clásicos latinos: a Lucano, Virgilio y Horacio, con palabras textuales; y a Séneca, al menos, en cuanto al sentido”.

El que es un eclesiástico es prístino, ya que maneja constantemente y con soltura las Sagradas Escrituras, asistió al IV Concilio de Letrán (1215), y estuvo en la consagración del Patriarca de Constantinopla (Manuel I). Está muy vinculado, inclusive de forma afectiva, hacia la Casa Real de Castilla, por lo que conoce hasta las enfermedades de sus miembros, entre otros del infante Fernando y su muerte; lo mismo para Alfonso VIII; citando el nombre del propio médico regio, llamado Arnaldo, cap.-21: “Envío además el rey noble, cuya total intención y afán se volcaba en esta empresa, a las partes de Poitou y Gascuña a un hombre sagaz, al maestro Arnaldo, su médico, para que excitara los ánimos de los poderosos prometiendo muchas cosas de parte del rey para la guerra futura”. Todo lo que antecede define una de las grandes obras esenciales o Crónicas de la Plena Edad Media, referida esta al Reino de Castilla y a sus tres reyes patognomónicos y privativos. Sobre Alfonso VIII “el de Las Navas” publiqué mi primer libro-biografía. ¡Recomendación plena! «Arma virumque cano. ET. Fidem erga populum punicum».

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