La novela está escrita en primera persona y es la propia Madame Kalalú quien lo narra en un largo monólogo con sor Liliana, que está en un hospital en coma. “Uno de los retos más entrañables y bonitos es tener esa voz femenina. Me gustó evocar ese tono con el que alguna de mis amigas me van contando sus inquietudes”, explica el escritor de Barquisimeto en la sede madrileña de Ediciones Siruela.
La voz femenina está en toda la novela. “No quería que la historia de la mujer estuviera distorsionada de lo que es realmente una mujer y no quería que fuese una mujer vista por un hombre”, dice y añade “algunas lectoras me han dicho que las novelas escritas por hombres con narradora femenina, no son así o, por lo menos, no se sienten así como suelen describirlas los hombres”. Hay que tener en cuenta que el papel de la mujer ha evolucionado, “ya no es la Penélope que teje y desteje, es una mujer que sale a coger el mundo, a hacerse con él”.
Madame Kalalú está descrita por ella misma. El autor, cuando comenzó a escribir, no sabía con certidumbre como sería su protagonista. “A medida que se describe un personaje se le va conociendo más y se llegará a sentir que el personaje funciona cuando tengas la sensación de que te gustaría conocerle”, describe con inteligencia el autor venezolano que lleva establecido en Madrid cerca de 20 años.
“Los personajes de la novela han de tener una cierta singularidad. Los personajes demasiado planos no funcionan, a mí me interesa el desvío, que los personajes se salgan de la norma”, explica con precisión sobre su forma de componer a sus protagonistas. También “deben ser más inteligentes que el que los describe” y “el escritor, cuando más al fondo de la historia permanezca, mejor será para la novela”. Son sus grandes secretos para que una historia funcione, como lo hacen sus novelas. Ya con “Los maletines” deslumbró a los lectores y su nueva novela va por el mismo camino. También reconoce que prefiere quedarse corto en la trama y que el lector termine de encajar las piezas del puzle de la historia y saque sus propias conclusiones.
Para Juan Carlos Méndez Guédez, “la novela como género ha de estar mezclado. Ha de ser una mixtura que tenga un “como de todo”. Un arte mestizo. En mi novela hay género negro, pero también comedia romántica, telenovela y hasta cuento de hadas. La creación narrativa tiene un elemento de fascinación, de mezclar discursos”, desgrana con precisión. Pero lo que no ha de faltar es la seducción de la mezcla, la curiosidad por lo otro. “En Venezuela somos fruto de tres culturas: la indígena, la española y la africana”, puntualiza.
Pone como ejemplo el típico pastel de maíz de su tierra, la hayaca, pastel relleno de aceitunas, alcaparras y envuelto en una hoja de plátano donde los sabores salados y dulces van de la mano produciendo inmensa felicidad al comensal, pero también un sabor perturbador y diferente.
“La ficción es un desdoblamiento de las máscaras y de la personalidad”, afirma sin dudarlo en la interesantísima conversación que mantuvimos. Como escritor intenta curar con palabras todas las perplejidades que lleva dentro, por eso necesita escribir constantemente. “Si paso dos o tres días sin hacerlo, se empieza a descomponer mi salud. La escritura es para mí una forma de curación. Algunos amigos me dicen que haga psicoanálisis, pero si me curan, ¿de qué voy a escribir?”, apunta con lucidez.
De ahí que se deje llevar por la suerte de las palabras en sus escritos y de las historias que un personaje le puede traer. Una vez que tiene la historia es cuando investiga ciertos elementos para dar coherencia al relato. Su primera versión de los libros suele ser un estallido volcánico, “luego vienen las segunda y tercera versión donde se cincela y se da forma al relato original”, señala y agrega “cada escritor ha de conseguir su propio sistema”.
“En una novela, la potencia principal es la imaginación”, sentencia, luego viene la elaboración y las correcciones. “El baile de madame Kalalú” le costó un año y tres meses de escritura. Quiso romper un poco con el mundo de Los maletines. “Quería un tono distinto”, puntualiza. De ahí que, en ocasiones, no dé a la primera con lo que quiere escribir y deje a medias diversos manuscritos. “Me gusta experimentar y si no funcionan, los aparco para otra ocasión”, menciona.
Todas sus novelas tienen un denominador común, el humor. “Lo necesito para vivir, lo necesito para escribir. La vida es muy trágica y por eso da risa. Necesito esa mirada risueña del Universo porque yo soy una persona triste”, se describe así mismo, aunque no da esa sensación pese a llegar a la entrevista todo vestido de negro. “Si no nos reímos de nosotros mismos, mal vamos. El horror se oculta en una forma de seriedad”, expresa.
No podíamos dejar de hablar de la situación actual de su país. “Se abre un nuevo horizonte que deja de lado los 17 años de gobiernos militaristas, donde la corrupción se ha triplicado y hasta los sobrinos del presidente han sido detenidos por la DEA por tráfico de drogas, algo de lo que los medios apenas se han hecho eco”, concluye con la esperanza de que la situación cambie.
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