Veníamos alumbrados de Jerusalén, Atenas y Roma, ese triángulo divino por el que también se ha derramado mucha sangre. Ese viaje circular de luces y sombras fanáticas con sus muertos, sus héroes anónimos y sus falsos héroes. No hay duda de que en el resultado final -que la Historia estudia-distorsiona según autores y revisionismos- salen muchas más víctimas que verdugos, aunque los verdugos bajo el amparo de la lealtad a unas ideas reivindican asimismo su papel victimista. De modo que el mundo funciona como todo uno en su victimismo, es una única y gran víctima de sí mismo, está victimizado ad infinitum; pero bajo el alumbrado y las luces de las fiestas navideñas se rompen el hechizo de la queja y el encantamiento de la querella y entonces -no se sabe muy bien el porqué, el espíritu navideño- el mundo se libera de la victimización cultural y se vuelve dichoso, elegido y concordante.