Eugenia Rico debió pensar que era de los suyos, de esos locos que vamos leyendo por la calle o en los vagones del metropolitano o del Cercanías, de los pocos que tenemos la costumbre de leer en vez de ir jugando o chateando con los móviles. La verdad es que nos chocamos con gente igual que estos, cada uno se ensimisma con lo que le gusta y en ese momento ajeno a la realidad iba imbuido en una historia que me había atraído desde la primera página. Estaba ante literatura de alto octanaje, por eso no la vi venir hasta que me tocó, algo que este año sólo había conseguido, además de ella, Longares, Llamazares y Ravelo, que casualmente hablan maravillas de ella. ¡Y no es para menos!
“El beso del canguro” está predestinado a ser una de las novelas del año. Escribir una novela picaresca en pleno siglo XXI no deja de ser sorprendente o quizá, no. Los anglosajones, que de esto saben mucho, nos han copiado el género. Que se lo pregunten a Dickens o a Defoe o a Twain o a Salinger. “Los anglosajones nos han copiado obsesivamente nuestra novela picaresca”, afirma la escritora asturiana y del mundo. Y lo dice alguien que admira mucho al Lazarillo, tanto que “El beso del canguro” es un homenaje al Lazarillo y también a los muchos pícaros de la actualidad, de los que algunos han llegado a ocupar puestos prominentes en la política.
“Mi protagonista se llama Lázaro y es una metáfora de lo que es España”, señala Eugenia Rico. Un país de pícaros. El protagonista cree que por cambiar de lugar de vivir podrá cambiar su destino. Su sueño es el continente que está en nuestras antípodas. Su sueño es Australia, el país que ocupa casi toda Oceanía. Por eso sueña con canguros y con llanuras rojizas. La autora los conoce bien porque estuvo por aquellas tierras cuando tenía veinte años y es un país al que admira, por su democracia y por sus políticas sociales. “Ya por ser australiano tienes derecho a un salario”, recuerda de su experiencia vivida allí.
Ahora vive a caballo entre Madrid, “la tierra donde todo es posible” y Venecia, la ciudad que se está hundiendo a causa del turismo pero que tiene una magia indescriptible. “Fui a Venecia a encontrar un personaje”, dice. Allí, precisamente, no encontró a Lázaro. A él lo encontró por las calles de Madrid y de otras ciudades. “Lo que le ocurre a Lázaro está basado en hechos reales que les han ocurrido a personas que conozco”, confiesa su rubor. El ir a Venecia fue también para encontrarse con esos escritores viajeros a los que tanto admira. “Los escritores españoles son poco viajeros, siempre han estado fuera de esas peregrinaciones literarias que tanto les gustan a los británicos o franceses. Sólo Moratín o Jovellanos en el siglo XIX realizaron esos viajes”, explica. O a Machado, porque no le quedó más remedio como asilado o, mejor dicho, refugiado.
Cuando sale el tema de los refugiados no puede por menos que enojarse. “Venecia es obra de los refugiados de las últimas guerras del Imperio Romano. De esos celtas que construyeron allí sus palafitos”, expone con rotundidad. Y que luego se convirtieron en palacios del Renacimiento. “Está volviendo a ocurrir lo mismo. No somos capaces de acoger a los refugiados sirios. Solo hemos aceptado a poco más de una veintena, cuando estos refugiados, la mitad son niños y del resto, muchos, son gente con títulos universitarios”, enumera.
“Si España ha perdido en el último año unos 70.000 habitantes y se calcula que en los próximos quince años se pierda un millón y medio de habitantes, qué vamos a hacer con las viviendas que tenemos vacías que son el 60% del total que hay en España”, se pregunta razonadamente. Los políticos agitan la estrategia del miedo a los refugiados. “El miedo es muy rentable para los políticos”, afirma. No todos tenemos miedo a los refugiados. “Sólo en Madrid hay mil familias que están dispuestas a acoger refugiados”, apunta y ella es una de esas personas.
“El beso del canguro” ha tenido un largo periodo de gestación. “He realizado muchas versiones del libro, con distintos montajes. La primera estaba mucho más pegada al Lazarillo. Empecé a escribirlo en los años 90, pero hasta ahora no he podido terminarlo”, reconoce en la charla que mantuvimos en la sede de la agencia de publicidad. Hasta confiesa que escribió cinco finales distintos para la novela. Como si una serie televisiva de éxito fuese. “He intentado dejar la novela lo más intemporal posible. Aunque el momento de la novela son los años ochenta antes del boom de la construcción. Sí, ese boom que ha dejado el 60% de casas vacías. Curiosamente, era un país por construir, como Lázaro piensa que será Australia. En la versión definitiva ha suprimido más de 200 páginas.
Eugenia Rico ha querido contar, en la novela, la educación sexual del hombre, en general, pero con un toque femenino y también el mundo de las mujeres pero visto por un hombre. “Lázaro busca amor, pero encuentra sexo”, apunta. Pero también encuentra amor, hay algunas historias de amor preciosas que no vamos a contar para que el lector descubra este magnífico libro. La autora se ha metido en la piel de un hombre joven. “Para ser un buen escritor tienes que ser hermafrodita, no tener sexo”, declara con rotundidad.
Así, le ha salido un libro muy metafórico. “Cuento una época donde todo era posible”, testifica y donde habla sobre la homosexualidad, “algo muy normal en el Imperio Romano”, sobre las drogas, sobre injusticias judiciales o sobre la violencia de género. Es un buen repaso a nuestro mundo de hoy pero sobre todo hacia esas personas perdedoras que luchan por vivir y que luchan por un sueño. La posibilidad de la utopía y, por supuesto de la felicidad. Muchos buscan la felicidad en cuestiones superfluas. Eugenia la busca escribiendo una buena historia. El lector busca la felicidad leyendo una buena obra. “Por eso, la literatura es interactiva”, concluye. “Todo, todo está en los libros”, decía una canción del tiempo de la novela. La felicidad, también.
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